Ejemplos con pretendéis

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Pero hijos míos ¿no habéis sabido despojaros de las miserias humanas y pretendéis entrar ahí? Para traspasar esa puerta es preciso estar limpio de odio y de rencor, de todo sentimiento perverso y torpe.
Si pretendéis atajarlo con patíbulos, vendrá más pronto.
-Pero, pensando en ello - dijo Athos-, ¿no pretendéis querido D'Artagnan que ha sido la reina quien le ha escogido el convento?.
Sabedlo, pues, pedagogos de tres al cuarto, propagandistas de la instrucción gratuita obligatoria, Jeremías de la estadística, que os sofocáis cuando veis en ella que el cincuenta por ciento de los españoles no saben leer ni escribir, y pretendéis infundirles conocimientos artificiales por medio de caprichosos sistemas: el único papel decoroso que España ha representado en la política de Europa en lo que va de siglo no lo habéis representado vosotros o vuestros precursores, sino que lo ha representado ese pueblo ignorante, que un artista tan ignorante y genial como él, Goya, ha simbolizado en su cuadro del Dos de Mayo en aquel hombre o fiera que, con los brazos abiertos, el pecho salido, desafiando con los ojos, ruge delante de las balas que le asesinan.
que pretendéis dirigirme.
si pretendéis inquirir la verdad de buena fe, buscadla, yo os lo digo, buscadla en los libros.
para vuestros pies, pretendéis en un instante recorrer de polo a polo el universo, desearais,.
¿Pretendéis que haga un viaje nada más que por ver el busto de Carlos IX?.
-¿Es decir, replicó el joven, que estimuláis mi encono para disuadirme luego de ese mismo proyecto a que vos misma habéis cooperado en favor mío, según decís, y pretendéis hacerme renunciar ahora a la realización de este atentado, cuya idea ocupa todos mis sueños y marca el punto supremo de mis aspiraciones? ¿Y sois vos, quien con vuestra larga experiencia blasonáis de estoica haciendo alarde de una pretendida insensibilidad? ¡Ah!, confesad, mi querida Palomina, que estáis cruelmente celosa de esa pobre joven que acaso ignora el quilate de sus mismas gracias y hasta el punto que han llegado a enloquecer mis sentidos.
Ahora, ¿queréis que os diga el secreto que pretendéis venderme? También he reunido yo datos y os convenceréis de que sé más que vos.
—Pero, hijas mías, ¿cómo pretendéis que yo la cure? No seáis locas.
Pero yo les digo: aunque supongamos por un minuto que todo lo que decís fuese cierto, ¿os parece conveniente publicarlo y que todos lo sepan? La libertad que pretendéis gozar no sólo vosotros mismos, sino esparcir por todo el orbe, ¿no sería el modo más corto de hundir al mundo en un caos moral espantoso, en que se aniquilasen todo el gobierno, economía y sociedad? Figuraos que todos los hombres, persuadidos por vuestros discursos, no esperan ni temen estado alguno futuro después de esta vida: ¿en qué creéis que la emplearán? En todo género de delitos, por atroces y perjudiciales que sean.
pretendéis llevarnos, dejándolo a nuestra elección.
Para el efecto es la misma, porque, decidme, vosotros ¿qué pretendéis en buscar a.
¿Qué pretendéis con eso?.
¿Dónde vais? ¿Qué pretendéis hacer? ¿Correr tras esos bandoleros? ¡Qué locura! ¿Sabéis siquiera el camino que llevan en ese laberinto de quebradas donde en cada recodo encontraríais una emboscada en que pereceríais sin gloria, sin alcanzar vuestro objeto?.
Siendo vosotros reputados entre los griegos por los hombres más valientes de la nación, como por tales nos preciamos nosotros de ser tenidos entre los bárbaros, ¿por qué no entramos luego en igual número en campo de batalla? Entremos, digo, los primeros en el palenque, y si pretendéis que los otros cuerpos entren también en acción, entren en hora buena, pero después de nuestro duelo, mas si no pretendéis tanto, juzgando que nosotros únicamente somos bastantes para la decisión de la victoria, vengamos luego a las manos, con pacto y condición de que se mire como vencedor aquel ejército cuyos campeones hayan salido con la victoria en el desafío.
Los atenienses, preparando en su pritáneo unas camas las más ricas que pudieron para recibir a los convidados, y poniendo una mesa llena de todo género de comidas, mandaron a los pelasgos que les entregasen su país tan ricamente abastecido como lo estaba aquella mesa, a lo que respondieron los pelasgos: —«Siempre que una nave de vuestro país con el viento Bóreas llegue al nuestro en un día, prontos estaremos para verificar la entrega que pretendéis.
En efecto, estaban ya los eginetas a punto de llevarse preso a Leotiquides, cuando un personaje de mucho crédito en Esparta, por nombre Teásides, hijo de Leoprepes, les reconvino con estas palabras: —«¿Qué es lo que tratáis de hacer ahora, oh eginetas? ¿Al rey mismo de los espartanos, que ellos entregan a vuestro arbitrio, pretendéis llevar prisionero? Creedme, y pensadlo bien antes, pues aunque llevados del enojo y resentimiento presente así acabáis de resolverlo, si vosotros lo ejecutáis, corre mucho peligro de que, arrepentidos los espartanos y corridos de lo hecho, maquinen después vuestra total ruina en alguna expedición.
Vos que afectáis poseer todos los recursos de la inteligencia, todo el poder de la materia, que pretendéis desempeñar en la tierra el papel de la Providencia, y que no habéis podido dar un contraveneno a la infeliz.
Y por esa senda pretendéis que os siga el pueblo.

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