Ejemplos con prenda

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Basta, bastadijo el fondista, que tomó de un cajón del mostrador la preciosa prenda, entregándola honradamente a su poseedor legítimo.
Por ser para usted, que es un amigodijo el gitano palmeándole en la espalda, por ser para usted, persona simpática que sabrá tratar bien a esta prenda lo dejaremos en cuarenta daros y trato hecho.
El Padre desde entonces cuidaba de su cuerpo como cuida el esclavo de una prenda, de una máquina que su señor le confía, a fin de que sirviéndose de ella haga que la hacienda prospere.
Hoy se tiene horror a lo que es rico y vistoso, los señores visten como los criados, todos van de obscuro, como sacristanes, el chaleco, que es la prenda que da majestad a la persona y pregona su clase, es de la misma tela que los pantalones, ya no se ostenta sobre el vientre el terciopelo floreado, aquellas rayas de cien colores que tanto golpe daban en mi juventud, y hasta los labradores se encajan la blusa y el hongo, como asistentes, y se ríen cuando sacan del fondo del arca el chupetín de raso de sus abuelos, la faja de seda y el pañuelo de flores, que tanto lucían en los bailes de la huerta.
La prenda empeñada y no redimida acusa de ingrato al calavera a quien sacó de un apuro y del que no mereció luego igual merced.
Cuando habéis perdido una prenda del alma y os espanta la idea de comer o de beber, mientras recibís el duelo, mientras acompañáis el cadaver al Campo Santo, en las patéticas crisis de vuestro dolor, el cigarro es lícito, , bien mirado por la sociedad española y por la madre naturaleza, y el único placer que os permitís.
Esta prenda hermosa se va desterrando, y sólo el pueblo la conserva con admirable instinto.
El mantón sería una prenda vulgar si tuviera la ciencia del diseño, no lo es por conservar el carácter de las artes primitivas y populares, es como la leyenda, como los cuentos de la infancia, candoroso y rico de color, fácilmente comprensible y refractario a los cambios de la moda.
Pues esta prenda, esta nacional obra de arte, tan nuestra como las panderetas o los toros, no es nuestra en realidad más que por el uso, se la debemos a un artista nacido a la otra parte del mundo, a un tal Ayún, que consagró a nosotros su vida toda y sus talleres.
Quedábase pasmada cuando veía los dedos de su mamá sacándolos de las perfumadas cajas y abriéndolos como saben abrirlos los que comercian en este artículo, es decir, con un desgaire rápido que no los estropea y que hace ver al público la ligereza de la prenda y el blando rasgueo de las varillas.
En verdad que lo conocía, pero tenía una fe imprudente en la perpetuidad de aquella prenda, y algunas ideas supersticiosas acerca de la afinidad del pueblo español con los espléndidos crespones rameados de mil colores.
Aquel encanto de los ojos, aquel prodigio de color, remedo de la naturaleza sonriente, encendida por el sol de Mediodía, empezó a perder terreno, aunque el pueblo, con instinto de colorista y poeta, defendía la prenda española como defendió el parque de Monteleón y los reductos de Zaragoza.
En una mano traía el sombrero que era un del año en que esta prenda se inventó, el primogénito de los sin género de duda, y en la otra un lío de carteras-prospectos para hacer suscriciones a libros de lujo, las cuales estaban tan sobadas, que la mugre no permitía ver los dorados de la pasta.
Parecía un padre, un hermano que desalado busca a la prenda querida que ha caído en los dédalos tenebrosos del vicio.
Completaba el buen ver de la prenda un sombrero de moda, y el gran D.
Servíale el sombrero de abanico, cuando estaba en visita, con la ventaja de que las personas circunstantes participaban de la ventilación que daba aquella prenda tropical tan bien manejada.
Sí, aquí le tengo No me acordaba ¡Pícaro duque, que te quiere quitar esa recondenada prenda tuya!.
¡Encerrarme a mí! ¿De veee ras? No me lo diga usted prenda.
El enojo que contra don Fernando concebí, junto con el temor de perder la prenda que con tantos años de servicios y deseos tenía granjeada, me pusieron alas, pues, casi como en vuelo, otro día me puse en mi lugar, al punto y hora que convenía para ir a hablar a Luscinda.

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