Ejemplos con preciosas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Unos eran espadas con las sangrientas hojas cubiertas de guirnaldas de laurel, símbolo de heroísmo, otros parecían áureos cetros rematados por coronas de rey o de emperador, varas de justicia, barras de oro formadas de monedas superpuestas, báculos con piedras preciosas, símbolos de divino pastoreo desde que los hombres se agruparon en rebaños para balar temerosos con la vista puesta en lo alto.
¡Lástima que muriesen sin decir palabra! Relataba la historia verídica de la caverna de Formentera, donde los normandos habían guardado los productos de sus piraterías en España e Italia: santos de oro, cálices, cadenas, joyas, piedras preciosas y monedas medidas a celemines.
Nuestro tálamo estará labrado en sándalo, digo, ¡qué impropiedad!, en otras maderas preciosas y adornado con gemas orientales.
¡Lástima que escogiese con tanta habilidad las cosas preciosas y se las apropiase!.
Pero las piedras preciosas de la tierra son minerales muertos que necesitan el rayo de luz para existir con breve chisporroteo.
Eran las posadas con sus inocentes placeres y con su devoción mundana y bulliciosa, era la cena de Navidad con sus manjares tradicionales y con sus sabrosas golosinas, era México, en fin, con su gente cantadora y entusiasmada, que hormiguea esa noche en las calles , con su Plaza de Armas llena de puestos de dulces, con sus portales resplandecientes, con sus dulcerías francesas, que muestran en los aparadores iluminados con gas un mundo de juguetes y de confituras preciosas, eran los suntuosos palacios derramando por sus ventanas torrentes de luz y de armonía.
JÚPITER sentado en el trono de oro y piedras preciosas y llevando en la mano el cetro de ciprés, tiene a sus piés al águila, cuyo plumaje de acero refleja mil diversos colores: los rayos, sus terribles armas yacen en el suelo.
Y en las esquinas de la habitación, en caballetes negros, sin ornamentos dorados, ostentaban su rica encuadernación cuatro grandes volúmenes: de Edgar Poe, el Cuervo desgarrador y fatídico, con láminas de Gustavo Doré, que se llevan la mente por los espacios vagos en alas de caballos sin freno: el el poema persa, el poema del vino moderado y las rosas frescas, con los dibujos apodícticos del norteamericano Elihu Vedder, un rico ejemplar manuscrito, empastado en seda lila, de , de Alfredo de Musset, y un el libro de Mignon, cuya pasta original, recargada de arabescos insignificantes, había hecho reemplazar Juan, en París, por una de tafilete negro mate embutido con piedras preciosas: topacios tan claros como el alma de la niña, turquesas, azules como sus ojos, no esmeraldas, porque no hubo en aquella vaporosa vida, ópalos, como sus sueños, y un rubí grande y saliente, como su corazón hinchado y roto.
En medio de aquel pueblo flotante, estaban los yates de los ricos de Bilbao, blancos y ligeros como juguetes, con la cubierta entoldada para resguardar los dorados y las maderas preciosas de las cámaras.
La cabecita de bebé parecía abrumada por una alta corona, inflada como un globo, hasta sus pies descendía, como un miriñaque, el manto cubierto de toda clase de piedras preciosas.
Las piedras preciosas extendían su gama de colores por pectorales, mitras y mantos de la Virgen.
Y un ángel, una bellísima muñeca de nueve años, saltó del asiento del piano para caer en los brazos del niño, confundiéndose por un momento con sus besos, sus gritos, su risa, su alegría, sus almas inocentes y sus vidas inmaculadas, como se confundían los bucles de oro que rodeaban, como una aureola de rayos de sol, las preciosas cabezas de ambos.
y L, a las preciosas vizcondesas de J.
Currita estaba admirada Mentira parecía que aquellas buenas gentes, tan grandes señores, por otra parte, tan famosos en la historia muchos de ellos, se repartiesen entre sí, como joyas preciosas, el burdo sayal de un pobre fraile.
Frente por frente, en muy buena luz colocado, había un pulido bastidor de caoba, en que el tío Frasquito, nieto en el siglo XIX del prócer del siglo XVII, bordaba en tapicería unas preciosas babuchas.
Ascendían, trazando en los espacios gigantescas curvas, tronaban en lo alto, y de la explosión brotaban raudales de polvo de oro, centenares de luces que al descender semejaban una lluvia de piedras preciosas.
Comprimiéndose con dos dedos de la mano la ceja izquierda, habló a Fortunata de lo buenas que debían de ser aquellas madres Micaelas, de lo bonito que sería el convento, y de las preciosas y utilísimas cosas que allí aprendería, soltando como por ensalmo la cáscara amarga y trocándose en señora, sí, en señora tan decente, que habría otras lo mismo, pero más no más no.
En el maletin del caballo traigo arrobas de oro y de piedras preciosas.
,—un tesoro, en fin, de perlas, brillantes, esmeraldas y otras piedras preciosas.
Tambien se veia allí, sobre una mesa con mantel de altar, la reluciente figura del Niño Jesus, adornada con todas las alhajas que le regalara pocas horas ántes Manuel Venegas, cuyo puñal indio, de pomo de oro con piedras preciosas, seguia a los piés de la bella Efigie, como pintan al dragon del pecado a los piés de la Vírgen María.
No me dio lugar mi suspensión y arrobamiento para que mirase y notase en particular lo que traía vestido, sólo pude advertir a las colores, que eran encarnado y blanco, y en las vislumbres que las piedras y joyas del tocado y de todo el vestido hacían, a todo lo cual se aventajaba la belleza singular de sus hermosos y rubios cabellos, tales que, en competencia de las preciosas piedras y de las luces de cuatro hachas que en la sala estaban, la suya con más resplandor a los ojos ofrecían.

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