Ejemplos con piel

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sacó una botella de coñac viejo y otra de bon vino, de un maletín de piel de cerdo, elegante prenda de mundano antes que de clérigo.
Al verle don Simón a la luz de la fogata, con aquella cara, con aquel birrete de piel y envuelto desde el cuello hasta los pies en un capotón de monte, creyó estar contemplando a uno de los que él había visto salir alguna vez por escotillón en el teatro, entre llamaradas de resina.
Yo uso zapatillas de piel de cabra, ellos, de orillo.
Ya no eran las tentadoras imágenes de antes, fingidas por la humareda que se elevaba del corazón, era la experiencia de la carne, el recuerdo de lo pasado, que, no obstante haber pasado, permanecía actual sobre mi piel, como la cicatriz de las heridas.
Lo curioso es que aquellas selváticas y fornidas criaturas, de frente angosta, cejas unidas, ojos montaraces y piel bronceada, apenas entraban en el Seminario adquirían el color incoloro y exangüe de la lombriz y de la cera.
Sin dentadura ni peluquín, la piel flácida, verdosa, negruzca, color de corambre, los ojos soterrados, barba y bigote blancos, Novillo no conservaba traza de su pretérita fisonomía.
Mire que ya está demasiado flaca, y si no come, los huesos le agujerearán la piel.
Despojóse Novillo también del peluquín, extendió por la cara un Ungüento pompeyano , para preservar la piel sin arrugas, y se dispuso a dormitar.
Apolonio se hinchó hasta un punto inverosímil e incompatible con la elasticidad de la piel humana.
Los patricios y senadores romanos usaban botas de piel encarnada, con una media luna de plata, la luna patricia.
Llegaba a la zapatería el señor Novillo, con su empaque reservado, catadura sombría y venerable vientre de ídolo, la piel bronceada, barba y bigotes pardos, entrecanos en la raíz.
El único que no fumaba era un cura, de piel lechosa, nariz colgante, ojos tiernos y postura de feto, todo encogido.
Sobre el piso del escaparate, forrado de peluche verde, se alineaban varios pares de zapatos y botas, realmente exquisitos, apoyados oblicuamente en sendos sustentáculos de níquel, y con inscripciones debajo que decían: Zapatos de piel de Suecia, encargo de la excelentísima señora duquesa de Somavia.
Ya hablaremos con calma de los zapatos de piel de Escandinavia.
Boscoso, adula, o como otros vulgares dicen, alude al boscan, que es una piel, al bosque o monte, porque hago botas de monte, y al oso, porque se engrasa el material con unto de oso.
El único signo de sus menesteres profesionales era un delantal de piel, que llevaba arrollado bajo el chaleco, habiendo dejado por descuido un ángulo fuera, al modo de mandil masónico.
Los cañaverales existen para que el tigre, confundiéndose con el medio, adquiera una piel bonita.
El tigre tiene chorreada la piel para poder disimularse entre los cañaverales.
Así que llegaba, el señor Novillo se sentaba en un largo diván de piel verde, debajo de un espejo, velado por un tul, verde también, y dejaba caer el vientre entre las piernas, a que se reposase sobre el diván.
El español tiene la piel tan recia, las entrañas tan enjutas y los sentidos tan mansuetos, que es ya asceta innato y por predestinación, ninguna aspereza le mortifica y apenas si hay placer sensual que apetezca, como no sea el genésico, y ése en su forma más simple y plena, el cual así considerado, aunque el vulgo ibérico lo denomine amor, y hasta el gran Lope de Vega escribió que no hay otro amor que éste que por voluntad de natura se sacia con el ayuntamiento de los que se desean, no es sino instinto y servidumbre, común a hombres y bestias, con que cumplimos en la propagación de la especie, en tanto el hombre, en sus placeres exclusivos, selecciona por discernimiento, que no por instinto, el objeto o propósito hacia donde se encamina, y perfecciona por educación los medios de alcanzarlo y el arte de gustarlo.
Te desuello, y clavo en la puerta de mi casa tu piel de bruja.
Quedó colgando de los tendones y la piel, y el rojo muñón arrojó la sangre con fuerza, salpicando a , que rugió al recibir en el rostro la caliente rociada.
Ya estaba hecha la prueba: todos sabrían en adelante que el cultivo de aquellas tierras se pagaba con la piel.
Y sin saber por qué, se deleitaba contemplando sus ojos de un verde claro, las mejillas moteadas de esas pecas que el sol hace surgir de la piel tostada, el pelo rubio blanquecino, con la finura flácida de la seda, la naricita de alas palpitantes cobijando una boca sombreada por el vello de un fruto sazonado, y que al entreabrirse mostraba una dentadura fuerte é igual, de blancura de leche, cuyo brillo parecía iluminar su rostro: una dentadura de pobre.
Su novio no sabía presentarse con las manos vacías, y exploraba todos los cañares y árboles de la huerta para regalar a la hilandera ruedas de pajas y ramitas, en cuyo fondo unos cuantos pilluelos, con la rosada piel cubierta de finísimo pelo y el trasero desnudo, piaban desesperadamente, abriendo un pico descomunal jamás ahito de migas.
Abajo, alpargatas rotas, siempre manchadas de barro, viejos pantalones de pana, manos escamosas, ásperas, conservando en las grietas de la piel la tierra de su huertecito, un cuadrado de hortalizas que tenía frente a la barraca, y muchas veces era lo único que llenaba su puchero.
En este ambiente cálido y pegajoso, el sol, cayendo de plano, pinchaba la piel y abrasaba los labios.
Y al tener de repente la visión clara de su desgracia, al pensar en el pobre Pascualet, que a tales horas estaba aplastado por una masa de tierra húmeda y hedionda, rozando su blanca envoltura con la corrupción de otros cuerpos, acechado por el gusano inmundo, él, tan hermoso, con aquella piel fina por la que resbalaba su callosa mano, con sus pelos rubios que tantas veces había acariciado, sintió como una oleada de plomo que subía y subía desde el estómago a su garganta.
Si querían robarle, que le buscasen allí, sobre los campos que eran pedazos de su piel, y como a tales los defendería.
protestó, y hasta lloró recordando los méritos de su familia, que había perdido la piel en aquellos campos para hacer de ellos los mejores de la huerta.

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