Ejemplos con perseguidores

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Trató de escapar defendiéndose con bizarría, pero los perseguidores le salieron al encuentro, cada vez en mayor número, deslizándose por los pajonales, hasta que el cabo de Blandengues, Manuel Andrada le boleó el caballo y el indio Nicasio Maciel lo ultimó.
En Rusia estuvo entre los perseguidores de Napoleón durante su retirada.
Mientras ocurría el tiroteo, otro miembro de la banda, el veinteañero Frank Jackson, ayudó mantener a raya a los perseguidores mientras Bass huía y otro compañero era abatido.
Malherido, y acorralado por Jeter, el líder de sus perseguidores, Zero llama a su novia para que salve la llamada y guarde los datos de la corporación y decide suicidarse transfiriendo toda su conciencia en la red.
Siempre que los perseguidores expulsaban a gente judíos, trosquistas, etc.
Griffin tendría que aprender a sobrevivir sólo, con sus poderes como saltador como único recurso para escapar de sus implacables perseguidores.
Tras derrotar a sus perseguidores, logra adoptar de nuevo su forma normal justo a tiempo para ver a su padre huir.
Los perseguidores no sienten que haya nada malo en sus acciones o lo racionalizan como de escasa importancia o temporal si lo comparan al fin que buscan, contrarrestar lo que consideran una mayor y más seria amenaza, El fin justifica los medios en sus actos.
Esta persecución no es reconocida como tal por los perseguidores, solamente por sus víctimas o por observadores externos.
Lo mismo sucedía con los animalillos terrestres, pues muchas veces las liebres, gazapos y conejos, huyendo de los coyotes o gatos monteses que abundaban en aquella época, se acogían en la Ermita de la Virgen y entrando en aquel sagrado lugar luego se volvían sus perseguidores sin hacerles daño alguno, y era cosa de gran admiración, que agradecidos a su Bienhechora, con muchos saltos y retozos celebraban delante de ella su escape y libertad.
En el patíbulo, con la soga en su cuello, declaró profesar su religión y haber trabajado siempre por el bienestar de sus conciudadanos, negando rotundamente que hubiera organizado o participado en conspiración alguna contra el rey, a continuación, rezó en alta voz por la salvación de su alma, por la de sus perseguidores y por el Reino de Inglaterra.
Los helicópteros perseguidores de la isla monitorean el movimiento dentro de ella y se aseguran de que nadie escape.
Sin embargo, Álcidas zarpó desde Éfeso a toda vela de vuelta al Peloponeso, sin detenerse hasta encontrarse seguro dentro de los fronteras de su patria, logrando escapar de sus perseguidores.
Obligado a combatir con sus perseguidores, el prófugo se hizo fuerte entre los riscos de una quebrada y tras un largo tiroteo acabó con todos sus adversarios.
Inmediatamente después escribió sobre los perseguidores de Sheppard, No probaron que fuese culpable solamente probaron que son hombres con cabeza de alfiler en marte su columna fue retirada de éste diario.
No debemos defendernos ni contra los turcos ni contra nuestros perseguidores.
Durante dos meses esquivó a sus perseguidores, pero al final, hambriento y enfermo, fue disfrazado a la villa de Baronissi, donde fue reconocido y arrestado, juzgado por un tribunal extraordinario, condenado a muerte y ahorcado en la plaza del mercado.
Los perseguidores tienen un percance y Ragnar cae en manos de su Eric que le lleva a la corte del rey Aella.
Y el hombre práctico, el inglés, para no divagar más, cubría otras dos hojas con las explosiones de su indignación contra todo lo que le rodeaba: contra sus hermanos de raza, tímidos y humildes, que besuqueaban la mano enemiga, contra los nietos de los antiguos perseguidores, contra el feroz padre Garau, del que no quedaba ya ni polvo, contra la isla entera, la famosa , a la que vivían sujetos los suyos por un amor al terruño, pagado siempre con aislamientos e insultos.
Febrer siguió su camino sin volver la vista, deseoso de oír que alguien venía tras de sus pasos, tomando por misterioso arrastre de perseguidores los leves crujidos del ramaje de los tamariscos bajo la brisa nocturna.
Y todos reían, sabiendo que Toni dejaba algunos meses que le cogiesen una embarcación vieja con algunos bultos de tabaco, para que sus perseguidores pudieran ostentar de este modo un triunfo.
El anónimo era creación literaria de Felicita, pintaba, con recargada sensiblería, los amores desgraciados de don Pedrito y Angustias, hasta el instante en que la pasión avasalladora les arrebataba en un torbellino y les impelía al rapto, refería que unos perseguidores desalmados iban a los alcances de los amantes evadidos, con propósito de destruir su felicidad, esbozaba, con trazos al carbón, el cuadro venidero de una doncella sin honor, de todos despreciada, y de un sacerdote indigno, caso que no se les permitiese casarse, y, por epílogo, suplicaba de los Padre dominicos y de los marqueses de San Madrigal que intercediesen con el obispo, con el cual tenían notorio metimiento, para que obligase al descarriado seminarista a cumplir como hombre cabal con la chica.
Días antes, en Guisa, habían infligido una derrota a sus perseguidores.
Pero los perseguidores dudaron unos segundos, desorientados por la obscuridad, no sabiendo si era el capitán el que había caído por segunda vez.
Reaparecía el oficial de casta, mirando con altivez a sus perseguidores anónimos, implorando únicamente protección de los kepis con galón de oro.
Los gritos de los perseguidores avisaban a las gentes que seguían trabajando a lo lejos, sin comprender la alarma.
De este modo, acostándose, podían fundirse a la vez con la luz de la superficie y la penumbra del fondo, librándose de sus perseguidores.
Pero huían traidoramente, y al verse sobre vargueños, mesas y pirámides de sillas, empezaban a disparar volúmenes contra sus perseguidores.
Los dos eran crueles perseguidores de las codornices, peguetas y chochas, pero mucho más terribles y empedernidos aún de las liebres.
Acaso el instinto de cobardía propio de su raza les moverá a agazaparse breves minutos detrás de un arbusto o de una peña, pero al primer imperceptible efluvio amoroso que les traiga la cortante brisa, al primer hálito de la hembra que se destaque del olor de la resina exhalado por los pinares, los fogosos perseguidores se lanzarán de nuevo y con más brío, ciegos de amor, convulsos de deseo, y el cazador que los acecha los irá tendiendo uno por uno a sus pies, sobre la hierba en que soñaron tener lecho nupcial.

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