Ejemplos con pelados

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Podemos observar diversos tipos de vegetación de bosque y pradera de la que se encuentra en la península de Boso, que se han reconstruido a partir de unos terrenos pelados.
El jardinillo del centro sin más adornos que magros arbolillos desnudos de hojas y cubiertos los pelados ramos de nieve, se extiende delante de la gran fachada del Palacio de Híjar, de la marquesa viuda de Híjar.
A la vera del último de los de esta serie de ellos, en el centro de un reducido anfiteatro de cerros pelados en sus cimas, se veían surgir reborbollando los copiosos manantiales del famoso río que, después de formar breve remanso como para orientarse en el terreno y adquirir alientos entre los taludes de su propia cuna, escapa de allí, a todo correr, a escondidas de la luz siempre que puede, como todo el que obra mal, para salir pronto de su tierra nativa, llevar el beneficio de sus aguas a extraños campos y desconocidas gentes, y pagar al fin de su desatentado curso el tributo de todo su caudal a quien no se le debe en buen derecho.
Los indios me esperaban en una aguadita al salir del bosque, en un gran descampado, sucesión de médanos pelados, tristes, solitarios.
Hasta los perros encogían el rabo y se ponían a la vera y al andar de la gente, sobre todo cuando se oyó bramar el cierzo entre los pelados robledales y en las gargantas de la cordillera, y se enturbió de repente la luz, como si fuera a anochecer enseguida, y se vio desprenderse de lo más negro y más lejano de las nubes aquel pingajo siniestro que había visto yo desde mi casa, y unirse luego con el otro pingajo que ascendía de la tierra, y comenzar, fundidos ya en una pieza los dos, a dar vueltas como un huso entre los dedos de una «jiladora» y andar, andar, andar hacia ellos, los peregrinos del monte, como si lo empujara el bramar que se oía detrás de ellos, si no era ello mismo lo que bramaba, repleto de iras y de ansias de exterminio, muertes y desolaciones.
aquellos cabezos, cuando otros muy pelados, cayéndoseles los dientes de los riscos.
Soria quedaba a nuestra espalda entre grises colinas y cerros pelados.
A la vera del último con los de esta serie, con ellos en el centro de un reducido anfiteatro de cerros pelados en sus cimas, se veían surgir, reborbollando, los copiosos manantiales del famoso río que, después de formar breve remanso, como para orientarse en el terreno y adquirir alientos entre los taludes de su propia cuna, escapaban de allí a todo correr, a escondidas de la luz, siempre que podían, como todo el que obra mal, para salir pronto de su tierra nativa, llevando el beneficio de sus aguas a extraños campos y desconocidas gentes y pagando, al fin de su desatentado curso, el tributo de todo su caudal a quien no se le debe en buen derecho.
Aquellos cantos pelados, tan grandes, tan secos, tan esparcidos en todas direcciones, aquella inmensa extensión calva, monda, rapada y desnuda de todo follaje, aquellas nieblas tenaces cerrando todas las salidas y surgiendo de todas las hoyadas, aquellos riscos inaccesibles y fantásticos elevándose sobre todo y por todos lados, aquel cierzo continuo y gemebundo que parecía el espíritu funerario de las grandes necrópolis, llevando consigo los jirones de la niebla como si fueran sudarios arrancados de las tumbas en los senos entenebrecidos de las barrancas, aquellos buitres que me señalaba Chisco, revolando en las alturas, aquel cielo que iba encapotándose poco a poco.
Ocho días llevaba de abierto el elegante almacén, cuando tres andaluces que vivían en Lima más pelados que ratas de colegio, idearon la manera de apropiarse parte de las alhajas, y para ello ocurrieron al originalísimo expediente que voy a referir.

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