Ejemplos con pegaduras

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los aristócratas, viendo ya a Pericles engrandecido y tan preferido a los demás ciudadanos, quisieron contraponerle alguno de su partido en la ciudad, y debilitar su poder para que no fuese absolutamente, de un monarca, y con la mira de que le resistiese, echaron mano de Tucídides, de la tribu Alopecia, hombre prudente y cuñado de Cimón. Era, sí, menos guerrero que éste, pero le aventajaba en el decir y en el manejo de los negocios, así contendía en la tribuna con Pericles, y bien pronto produjo una división en el gobierno. En efecto: estorbó que los ciudadanos que se decían principales se allegaran y confundieran como antes con la plebe, mancillando su dignidad, y más bien manifestándolos separados, y reuniendo como en un punto el poder de todos ellos, le hizo de más resistencia, y que viniera a ser como un contrapeso en la balanza, porque desde el principio hubo como una separación oscura, que, a la manera de las pegaduras del hierro, era indicio de dos partidos: el popular y el aristocrático, y ahora aquella unión y concordia de los principales dio más peso a esta división de la ciudad, e hizo que el un partido se llamara plebe, y el otro, oligarquía o de los pocos. Por esto mismo, soltando más entonces Pericles las riendas a la plebe, gobernaba a gusto de ésta, disponiendo que continuamente hubiese en la ciudad, o un espectáculo público, o un banquete solemne, o una ceremonia aparatosa, entreteniendo al pueblo con diversiones del mejor gusto. Hacía, además, salir cada año sesenta galeras, en las que navegaban muchos ciudadanos, asalariados por espacio de ocho meses, y al mismo tiempo se ejercitaban y aprendían la ciencia náutica. Enviaba asimismo mil sorteados al Quersoneso, a Naxo, quinientos, a Andro, la mitad de éstos, otros mil a la Tracia, para habitar en unión con los Bisaltas, y otros, a Italia, restablecida Síbaris, a la que llamaron Turios. Todo esto lo hacía para aliviar a la ciudad de una muchedumbre holgazana e inquieta con el mismo ocio, para remediar a la miseria del pueblo, y también para que impusieran miedo y sirvieran de guardia a los aliados, habitando entre ellos, para que no intentaran novedades.

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