Ejemplos con palpitantes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Al lado del cuello tenían agallas palpitantes y sus largas zarpas poseían membranas interdigitales.
Buchmann, con Madrid : una guía de autor íntima pero exhaustiva, a través de la que explora el alma de una ciudad poliédrica y cambiante que contiene una infinidad de perspectivas diferentes, de barrios, de gentes, de acentos, de bares alfombrados de servilletas blancas, agitadas por las conversaciones de las horas palpitantes del aperitivo , dando de nuevo muestras de la magnífica riqueza expresiva de sus descripciones y de la plasticidad impecable de su fraseo poético.
Son pequeños bípedos de aparencia tosca con piel marrón y venas palpitantes.
La zarzuela paraguaya que fue creada por Juan Manuel Frutos Pane fue una genuina novedad, que en una feliz conjunción del arte extrajo del acontecer nacional: su historia y sus leyendas, su fauna y su flora, las imágenes de su folklore y de su quehacer cotidiano, que permitió constituir y subir a escena numerosas obras que constituyen retazos vívidos y palpitantes de la vida campesina paraguaya en particular.
En cuanto al reino animal, las únicas criaturas autóctonas del planeta mencionadas en el relato subsisten en el ambiente acuático: son especies con forma de discos giratorios, gelatinas palpitantes, ondeantes alfombras y espirales.
Los admiradores de éste le oían con los ojos muy abiertos y las narices palpitantes de emoción.
Febrer permaneció mucho tiempo inmóvil en la roca, con los codos en las rodillas y la mandíbula en las manos, sumido en sus pensamientos, hipnotizados los ojos por el manso subir y bajar de las aguas palpitantes.
Núñez supo excitar la risa a su costa de tal manera unas veces, otras meter el bisturí tan adentro en las carnes de los desgraciados ausentes, que aparecían sus pobres entrañas palpitantes a la vista de los regocijados comensales.
Naturalmente Estévanez, en su calidad de astro de primera magnitud, era quien más a menudo ofrecía sus carnes palpitantes al estudio de aquellos jóvenes anatómicos.
¡Ah señores! el hombre no es una fiera de los bosques a quien enardece en vez de calmar la sangre de su enemigo y lucha con él hasta destrozarlo y no queda satisfecha hasta que le arranca sus entrañas palpitantes.
En cuanto a la belleza de los griegos, te respondo que a la nariz, en mármol de Paros, de una estatua, prefiero la nariz respingadilla y de aletas palpitantes de esa chatunga que sube por la calle.
Muchas veces, cuando más descuidado caminaba el hombre invencible, el hombre de acero con el trueno al hombro, los indígenas caían sobre él, lo enlazaban entre las lianas de sus brazos, y juntos chapuzábanse en la laguna como racimo de miembros palpitantes, contentos de perecer a cambio de ahogar al blanco.
A Ojeda le pareció oír mentalmente un alarido general, un relincho inmenso que subía hasta el cielo, y no lo lanzaban las bocas, repentinamente secas: partía de los ojos extraviados, de las ropas estremecidas, de las narices palpitantes.
Ella besó como en la primera noche, de abajo arriba, entornando los ojos, palpitantes las alillas de la nariz, frunciendo los labios, como una flor que cierra sus pétalos.
Y hay que considerarlas vivas, palpitantes, latentes, indivisas de la realidad inexorable.
Y sin saber por qué, se deleitaba contemplando sus ojos de un verde claro, las mejillas moteadas de esas pecas que el sol hace surgir de la piel tostada, el pelo rubio blanquecino, con la finura flácida de la seda, la naricita de alas palpitantes cobijando una boca sombreada por el vello de un fruto sazonado, y que al entreabrirse mostraba una dentadura fuerte é igual, de blancura de leche, cuyo brillo parecía iluminar su rostro: una dentadura de pobre.
Mucha pena causó al zagalillo que no le permitieran ir a contemplar de cerca los palpitantes cadáveres de los ladrones, que en horroroso grupo se distinguían a lo lejos, y siguieron todos adelante.
Pero sobre los cuerpos palpitantes de la primera fila pasó la segunda, continuando el fuego.
De los que, a la desesperada, habían desembarcado en los escollos, quedaba una hacina de troncos palpitantes, mutilados y sangrientos, que casi a la vez tumbó sobre el recanto de la playa el plomo enemigo.
-¡Muy bien! -respondió Nieves, fascinada por el lance, con los ojos voraces, la boquita entreabierta y palpitantes las rosadas ventanillas de la nariz.
Vio que otras tantas anémicas como ella, llegaban pálidas y entristecidas, respiraban aquel aire, y luego se arrojaban en brazos de jóvenes vigorosos y esbeltos, cuyos bozos de oro y finos cabellos brillaban a la luz, y danzaban, y danzaban, con ellos, en una ardiente estrechez, oyendo requiebros misteriosos que iban al alma, respirando de tanto en tanto como hálitos impregnados de vainilla, de haba de Tonka, de violeta, de canela, hasta que con fiebre, jadeantes, rendidas, como palomas fatigadas de un largo vuelo, caían sobre cojines de seda, los senos palpitantes, las gargantas sonrosadas, y así soñando en cosas embriagadoras.
Las estrellas titilaban aún, palpitantes, como corazones asustados.
De estos viajes volvía con las alforjas atestadas de noticias frescas y palpitantes: que por allá avanzaban éstos, que hacia la frontera huían los otros, que navegando a velas desplegadas venían los gallitos del cotarro, que lo viejo se derruía hasta los cimientos, que sobre ellos se alzaría lo flamante, a cuyo solo nombre las fortalezas abatían sus muros, enmudecían los cañones y se quebraban los aceros mejor templados.
Las madres desoladas corrían en pos de sus hijos, para abrazarlos todavía antes del combate, y las niñas, palpitantes a la vez de zozobra y de entusiasmo, se apresuraban a llegar a Lima, ansiosas de ver a sus novios con el brillante uniforme de bomberos.
Quien nos vio aquel día tan valientes, desafiando las bombas rellenas de metralla, no habría podido reconocernos a esa hora, silenciosas, palpitantes, asidas de las manos, temblando como la hoja en el árbol.
:¡Mira qué contentos van todos! Los niños, como corazonazos mal vestidos, rojos y palpitantes, traspasados de la ardorosa fuerza de esta alegre y picante tarde de octubre.
Se arrodilló sobre un cojín y rezó con la cabeza hundida entre sus brazos palpitantes.
Pero con el nuevo aspecto de las cosas, ignorado por los bandidos, con la casa llena de mujeres, y la muerte, con su cortejo de lágrimas y de ceremonias y accesorios patéticos, enseñoreada de ella, ¡qué perturbaciones y qué escándalos y qué profanaciones y sacrilegios no produciría una batalla en el estragal, a tiro seco, con sus correspondientes blasfemias y alaridos, y cadáveres ensangrentados y palpitantes! En fin, que si no arreglaba el conflicto la nevada, había para volverme tarumba y tener por cuerda y resignada a la mujer gris en sus recientes apuros.
La sala quedó a obscuras, y al rostro del aterrado Leonelo se adhirieron dos como palmas de manos frías, palpitantes, y unos labios glaciales, yertos para siempre.

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