Ejemplos con paladín

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El Paladín de la Libertad, escrito por Juanjo Carmona, es la biografía dedicada a las aventuras de Miguel Abuelo.
Alcina ha ofrecido la hospitalidad de su palacio a la bella Angelica, quien está enamorada de Medoro pero perseguida por el paladín Orlando.
Además, dependiendo de la clase, se podrá mejorar la misma en un proceso llamado Promoción, pudiendo un Mago convertirse en un Hechicero, o un Caballero en un Paladín, permitiendo eso mejorar aún más sus habilidades.
El es el paladín hereditario de la reina Ehlana, a quién educó desde temprana edad, y posteriormente su esposo así como padre de Danae.
La trilogía se compone de tres libros: La voluntad del dios errante, El paladín de la noche y El Profeta de Akhran.
El futuro paladín del federalismo decidió vengar el revés sufrido por ejército porteño y lanzó una ofensiva contra las fuerzas federales.
Trata de la génesis de una nueva humanidad en un sotano lóbrego y abandonado y un borrachín-torrija suburbano que es trasladado al Micromundo, y se convierte en el paladín de este universo en miniatura.
Carlomagno envía a recuperar las reliquias a su paladín Oliveros, compañero de Rolando, que se enfrenta a Fierabrás.
Uther es un paladín, Zul'jin es un troll experto en lanzar hachas y Cho'gall es un ogro que es mago.
Su buque está detenido en el puerto por una avería, debe usted quedarse un mes en tierra, encuentra en un viaje a una mujer que comete la tontería de acordarse de que le conoció en otros tiempos, y se dice: Magnífica ocasión para entretener agradablemente el fastidio de la espera Si yo le creyese, si aceptase sus deseos, dentro de unas semanas, al quedar listo el buque, el héroe de mi amor, el paladín de mis ensueños, se haría al mar diciendo como último saludo: ¡Adiós, imbécil!.
Le unía a Ferragut una admiración familiar, igual a la del antiguo escudero por su paladín, a la de un sargento viejo por un oficial de genio.
Cervantes reía de él y de su fingida muerte en el límite de los dos hemisferios al relatar la aventura del barco encantado , cuando Don Quijote y su escudero flotaban sobre el Ebro en un bote sin remos El iluso paladín creía estar a los pocos minutos de navegación cerca de la línea equinoccial, y para convencerse, recomendaba a Sancho que buscase en sus ropas para ver si encontraba algo Algo y aun algos , contestaba el escudero socarrón hurgándose el pecho.
Los que volvían de allá, adornado el casco con raros plumajes, hablaban de ejércitos de hombres cobrizos y fieros que sacaban el corazón a los enemigos para ofrecerlo a sus dioses, de esbeltas y ligeras amazonas con sólo un pecho, para tirar mejor del arco, de tritones mostachudos en los ríos, sirenas en las desembocaduras, perlas en los golfos y grandes bloques de oro nativo, del que enseñaban fragmentos ¡Las ricas ínsulas no eran ficciones de los libros! ¡Había tierras en las que un paladín podía crearse un reino a golpes de espada! Y la juventud corrió a llenar con sus armas y sus ilusiones las naos de Sevilla y Cádiz, y una vez en el otro mundo, empezaban la epopeya de los navegantes de tierra firme , más dolorosa y más heroica que la de los navegantes del mar.
¿Ve usted ahí a mi primo que no sueña con la gloria histórica, ni se preocupa de lo que pensarán de él en el porvenir? Pues es el verdadero héroe, el paladín moderno.
No sabía el melancólico paladín de la Paz si alegrarse o entristecerse de su regreso a España.
Aquel era el momento de presentarse como un paladín de la fe, de hacer la cuestión personal en nombre de Jesús y que se tragara el médico a puñetazos aquello de poeta , que no le indignaba a él menos que a doña Cristina.
¡Nada, absolutamente nada!pensaba el paladín trazando monigotes en la arena, pero ante la perspectiva del duelo, ante la idea de cruzar un par de tiros, parecíale oír ya el estampido de las armas de fuego, y a este eco siniestro surgía en su mente el fantasma del crimen, primero, el de la muerte, después, el del infierno, por último, donde no hay reposo ni paz, ni descanso, ni esperanza, sino eterno llanto, eterno crujir de dientes, eterna rabia.
En Salvatierra les dijo persona bien informada que el incansable paladín cristino, con sus dos compañeros y otros tres que se le agregaron, había partido hacia Galarreta, lugar que se halla en la falda de una sierra muy áspera, y a la cual no podía subir el coche, por la ruindad de aquellos pedregosos caminos.

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