Ejemplos con ostentoso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La venta parecía una maniobra publicitaria del ostentoso Sassetti que tenía una merecida fama de playboy.
Cualquier comportamiento ostentoso, ahora o en el futuro, cualquier forma de alarde público, sería completamente de mal gusto y haría, creo, arrepentirse a los patrocinadores del la ley de haber hecho lo que han hecho.
Por ejemplo, si uno de los bandos bloquea de modo ostentoso el volante de su vehículo antes del comienzo del duelo, será más probable que el otro gire.
Ken Page como King Gator, un enorme y ostentoso Alligator viviendo debajo de las calles de Nueva Orleans.
El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante.
Su descabellada comedia incluye una parodia de la película , hasta las verdaderas historias del imperio romano, de la revolución francesa, la edad de piedra, el hombre del prehistórico y la Inquisición Española que incluye un ostentoso espectáculo musical protagonizado por curas y monjas y Mel Brooks como Torquemada.
La metamorfosis de este sufrido Madrid, que ha dejado de ser el rojo rompeolas de todas las Españas para pasar a ser el nuevo escaparate ostentoso del arribista neofranquismo sociológico.
Su apreciación de la inteligencia por sobre la belleza y de lo ético y lo trascendente por sobre lo popular y ostentoso le han llevado a descentralizarse de los sistemas establecidos, no solo en el ámbito de su profesión, sino en todo lo que constituye su nicho social.
El jinete del caballo blanco iba vestido con un traje ostentoso y bárbaro.
Este Pansa había sido, indudablemente, el burgués más ostentoso de Pompeya.
El interior de la iglesia no es tan grande de tamaño ni tan ostentoso de forma como hace presumir su exterior.
Gastaban las damas gaditanas ostentoso lujo, no sólo por hacer alarde de tranquilidad ante las amenazas de los franceses, sino porque era Cádiz entonces ciudad de gran riqueza, guardadora de los tesoros de ambas Indias.
¿Quién ha arrastrado a las masas populares lejos de sus deberes, o hasta la más sublime epopeya? Hombres de su misma estofa, jamás el atildado razonamiento del tribuno desconocido, ni el ostentoso relumbrón del personaje.
- ¿A cuál? ¿A aquella humilde y baja? Pensé que querías abrir aquel monumento alto y ostentoso, donde enterré pocos días ha al duque de Faustotimbrado, que había sido muy hombre de palacio y, según sus criados me dijeron, había tenido en vida el manejo de cosas grandes.
Después que algunos hombres caros a las musas hubieron, no levantado nuestra literatura, sino introducido en España la francesa, después que nos impusieron el yugo de los preceptistas del siglo ostentoso y compasado de Luís XIV, las turbulencias políticas vinieron a atajar ese mismo impulso, que llamaremos bueno a falta de otro mejor.
Charlatán por naturaleza, se rodea del aparato ostentoso de las apariencias, y es un cuerpo más impenetrable que la célebre cuña de la milicia romana.
El sol esplendoroso derramaba sobre el paisaje torrentes de colores y de vida, y él, sin embargo, veíase envuelto en una nube negra, preñada de horrores y tristezas, el campo no tenía matices ni aromas, los árboles no mecían su follaje ostentoso al blando soplo de la brisa, más bien gemían desnudos como si los fuera deshojando el cierzo de sus pesadumbres.
Corriendo así los días, esmaltáronse de flores y reverdecieron los campos, calentó más el sol, templóse y se embalsamó el ambiente, desperezóse, al fin, la Naturaleza como si despertara de un largo y profundo sueño, y se dispuso a aderezarse, con el esmero de una dama pulcra y muy pagada de su belleza, empezando por las nimiedades del tocador para concluir por lo más espléndido y ostentoso de su ropero, y me pareció llegada la ocasión de realizar un propósito que había formado y madurado últimamente con serias y muy detenidas reflexiones.
Y el marqués devoraba estos periódicos, y contemplaba en éxtasis a aquellos hombres que tanto les daban que decir, y se comparaba con ellos, y no se vela más bajo, ni menos ostentoso, ni menos solemne, ni menos «honorable»: ninguno tomaba tan en serio como él eso de «los organismos políticos», «las energías de la patria», «el sentimiento público», «la alteza y respetabilidad de los cuerpos colegisladores» y otras cosas tales, ninguno le ganaba en desinterés, ni en celo, ni en instinto político, y pocos, muy pocos, llegarían a aventajarle en el modo y manera de utilizar con honra propia y decoro del sistema cla tribuna del Parlamento».
Sin los retoques y aparatosos arreos con que se presentaba en público, envuelto el cuerpo en holgada bata de cachemira, cubierta la amplísima calva con un gorro griego, descuidados los blancos mechones de pelo lacio que sobresalían por debajo del gorro y por encima de las orejas, sin afeitar todavía, y mal tapadas las arrugas del pescuezo por el cuello escotado de su camisa de dormir, ¡cuán diferente era aquel marqués del marqués del salón de Conferencias del Congreso, y de sus propios salones de recibir, y de todos los salones de la aristocrática comunión a que pertenecía! Digo en cuanto a su físico, porque en lo tocante a lo demás, el hombre averiado y caduco del rincón doméstico, era el mismo personaje ostentoso de la vía pública y de los grandes salones.
Yo, únicamente, que he pasado por las dos épocas, comprendo cuánta verdad encierra lo que le estoy diciendo: para que usted lo comprendiera del mismo modo, sería preciso que tocase y palpase aquello cuyo recuerdo le merece tan desdeñosa compasión, es decir, que junto a este Santander de cuarenta mil almas, con su ferrocarril, con sus monumentales muelles, con su ostentoso caserío, con sus cafés, casinos, paseos, salones, periódicos, fondas y bazares de modas, surgiese de pronto la vieja colonia de pescadores, con sus diez mil habitantes y seis casas de comercio provistas de Castilla por medio de recuas, o de ''carros de violín'', la vieja Santander sin muelles, sin teatro, sin paseos, sin otro periódico propio o extraño que la ''Gaceta'' del Gobierno, recibida cada tres días.
¿De qué le servían ya estas prendas y otras no menos coruscantes? ¿De qué su palacio ostentoso? ¿De qué su remilgado contoneo y hechicera sonrisa? ¡De incesante y bárbaro martirio, puesto que nada hablaban al corazón de la empedernida ingrata para quien labró su palacio, y antes se engalanaba, se balanceaba y se sonreía el desventurado! En adelante cubriría el espejo con fúnebres crespones, y enfundaría en áspera lona sus baúles, y dejaría que el escajo, la garduña, las zarzas y los helechos invadieran los pespunteados cuarterones de su jardín.
Colás, pues, no sentía la codicia de mayores caudales: sólo aspiraba a realizar sus ilusiones con el que poseía, no era ambicioso, era vano y presumido, no apetecía el potente, pero complicado, influjo de los grandes capitalistas en los ruidosos centros mercantiles, sino el relumbrón ostentoso y directo de su persona en la tranquila región de la sociedad y de la familia, quería la consideración galante de las gentes de levita y las sombreradas y el acatamiento y hasta la admiración de la masa subalterna, quería, en una palabra, ser el primero entre los primeros, pero lo quería allí donde le habían conocido el último de los últimos.
Rompiendo por todo el menesteroso y atrevido segundón, presentóse al carcelero, hízose ver y oír de la cautiva, mostróle con su atavío, de propio intento relumbrón y ostentoso, toda la retahíla de su linaje, y como la pretendida estuviera resuelta a aceptar al mismo Pateta, a trueque de salir de aquellas tenebrosas doncelleces por la virtud de un marido, le recibió por tal, y acallaron las protestas del tutor con amenazas de otros arbitrios que la ley tiene de reserva para casos semejantes,.
El vestido era negro, hábito de los Dolores, con una correa de charol muy ancha y escudo de plata chillón, ostentoso, en la manga, ceñida a la muñeca de gañán con presillas de abalorios.
Pisando aquellas alfombras, viéndose en aquellos espejos tan grandes como las puertas, hundiendo el cuerpo, voluptuosamente, en aquellas blanduras del lujo cómodo, ostentoso, francamente loco, pródigo y deslumbrador, el Magistral se sentía trasladado a regiones que creía adecuadas a su gran espíritu, él, lo pensaba con orgullo, había nacido para aquello, pero su madre codiciosa, la fortuna propia insuficiente para tanto esplendor, el estado eclesiástico, la necesidad de aparentar modestia y casi estrechez, le tenían alejado del ambiente natural.
El ajuar de la cocina abundante, rico, ostentoso, despedía rayos desde todas las paredes, sobre el hogar, sobre mesas y arcones, era digno de la despensa, y Pedro, altivo, displicente, ordenaba todo aquello con voz imperiosa, mandaba allí como un tirano.
En medio de estas peleas sordas, que ya duraban cuatro años, o sea desde su elevación al Pontificado -entonces las negociaciones marchaban con mucha lentitud-, tuvo Luna unas semanas de alegría y confianza, y el pueblo de Aviñón gozó de un espectáculo ostentoso, como en los mejores tiempos de Clemente VI.
A la sencilla lista de suscripciones sucedió una constitución fundamental: la mísera y asequible cuota individual de catorce reales o cuatro pesetas se elevó a dos napoleones de entrada, y uno por cada baile, y el local que a todos parecía cómodo y elegante al principio, se juzgó sombrío y miserable cuando se hallaron dentro de otro fantástico y provocador que llegó a sustituirle, el cual, a su vez, fue sustituido este año por otro más grande y más ostentoso.
Según éstas, era elegante, según aquéllas, era charro, aunque todos convenían en que era espléndido y ostentoso.

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