Ejemplos con orondo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Es un personaje orondo y ya maduro, con la coronilla despejada por la edad.
Su símbolo, el Gordo de la Cerveza Victoria es muy popular aún, un orondo hombre calvo, de traje y corbata, sentado en una mesa en la que hay encima una cerveza, y se seca el sudor con un pañuelo.
Cuando ya llevaba ganado bastante dinero, celebraba, muy orondo, mientras que esta vez era Divito el que se había hundido y lo miraba ganar esperando que hiciera el gesto de devolverle su préstamo.
El otro personaje importante de la serie es el orondo Protasio, amigo del protagonista, que no suele tener problemas para saciar su apetito.
Referir lo orondo que se puso el señor Joaquín, fuera empresa superior a las fuerzas humanas.
Valeria ha escogido por sí su hombre, el cual es un capitancito de buenas prendas, hijo del coronel don Felipe Navascués, que figuró en la guerra civil, entra Virginia en la coyunda, más que por designio propio y libre, por la persuasión amorosa y tenaz de sus padres, que han visto la felicidad de la niña en el orondo y fresco joven Ernesto de Rementería, hijo de un señor que pasa por millonario.
Y se quedó tan orondo con la cita, porque una de las genialidades de Villamelón era la de nombrar de continuo a su madre, anteponiéndole siempre el calificativo de santa, y poniendo en su boca aforismos tan singulares, y de mal gusto a veces, como el que acababa de soltar.
-Ya lo hemos notado -dijo el orondo Don Tiburcio Eguiluz, Superintendente General de Vigilancia Pública-.
Un candidato ilustre, un sujeto de inmenso porvenir, un héroe de la guerra de Áfricadijo don Acisclo muy orondo.
El primero, muy orondo y gravedoso, con vestido negro y sombrero de seda, dejando ver entre las solapas de la levita voluminoso papasal, el segundo no se echó encima el fondo del baúl, iba con el traje diario, pero aseado y limpio, y fingía una modestia verdaderamente angelical.
Don Casimiro, pues, desde que empezó a ser novio de Clara, se puso más orondo y satisfecho que antes.
Por allí mismo pasé, orondo y ladino, sentado medio al sesgo sobre el bayo Comadreja que sabía «cortar chiquito», pulsando la suerte que, en las riñas de gallos, me había llenado el tirador de papeles de a diez.
Pasados los tres días, el Rey mandó que trajesen al zahorí a su presencia, el que se presentó tan orondo y tan erguido.
La tertulia del crepúsculo la forman el apacible y prudente señor mayor, de vuelta del muelle de Maliaño o de los Cuatro-Caminos, el viejo canónigo después que, aburrido de pasear en los claustros de la catedral, tomó su pocillo de aromático chocolate, el atribulado cesante, el militar retirado, el joven juicioso, o «buen muchacho», que tiene la manía de la higiene pública o de la policía urbana, el veterano catedrático de humanidades, el orondo rentista.
El marqués, que lo era por derecho propio, rayaba en los cincuenta eneros, pues me consta que no eran abriles, y era todo lo orondo, cepillado, bruñido, risueño y perfumado que puede ser un aristócrata que vive de sus rentas, no escasas, y que no tiene nada que hacer.
Mahomet, orondo, gordo, con las mejillas lustrosas, recibía el saludo del mozo de las navajas con ostensible tiesura y dignidad.
Sin embargo, un día, al subir las escaleras, me encontré con el señor Rucastle que salía por aquella puerta con las llaves en la mano y una expresión en el rostro que lo convertía en una persona totalmente diferente del hombre orondo y jovial al que yo estaba acostumbrada.
¿Cómo resistir aquí a la tentación de encarecer lo mucho que don Juan Fresco se ensoberbece y ufana, y lo orondo que se pone, y lo por bien pagado que se da de haberse pelado las cejas descifrando y leyendo las inscripciones y papiros manuscritos de donde está sacada esta historia? Por ella consta que un bermejino, pues al cabo bermejino era Mutileder, ya que Vesci era la Villabermeja de entonces, rivaliza con Salomón y viene a hacer el brillante y extraordinario papel que verá el que siguiere leyendo.
cierta mujer de su marido, que esta mujer le irá luciendo esta noche a la recepción de la Rocaverde, y que el podenco del marido irá quizás a su lado tan satisfecho y tan orondo.
En una revisión de cueros, dictó al escribiente, muy orondo: «horqueta de atrás», y un hacendado, amigo de él, que estaba a su lado, lo agarró despacio del brazo y le sopló: «la horqueta siempre se hace en el medio de la oreja.
Muy orondo vivía con semejantes esperanzas Santiago Elviña.
Preguntóme don Serafín si le conocía, respondíle muy hueco que tenía la honra de ser gran amigo suyo por haberle tratado mucho aquel verano en mi lugar, díjome si pensaba visitarle en Madrid, contesté que tan pronto como llegara, aunque me guardé mucho de decirle el porqué de la visita, y desde aquel instante don Serafín, Carmen y hasta la misma Quica, no supieron ya dónde ponerme, ni cómo contemplarme, y al oír a don Serafín ponderar el influjo del orondo manchego en la política dominante, y el valor de una amistad como la suya, verdaderamente me acusaba la conciencia de haberme dejado arrastrar con exceso del demonio de la vanidad al hablar de mis intimidades con el personaje, pero sirva como atenuación de mi pecado el cordial propósito que hice de emplear en beneficio de don Serafín, tanto como en el mío propio, cuanta estimación hubiera conquistado yo hasta aquella fecha, y pudiera conquistar en adelante, en el corazón del influyente manchego.
A la puerta del estragal nos encontramos con el alcalde que salía, como Pedro de su casa, muy orondo y satisfecho, y aun se infló mucho más cuando nos vio llegar bajo la mal disimulada impresión de timidez y recelo ya mencionados.
Nuño, pasó Pascual por la tienda, y con el pretexto de coger un puñado de cocos y otro de nueces, detúvose delante de dos zurrones de piel de cabra, y con las tijeras que en la mano traía cortó de cada uno un poco de pelo, envolviolo en un pedazo de papel, y muy orondo se dirigió a casa de doña Valdetrudes, murmurando para sí:.
Muy orondo y como las propias mieles se puso el bueno de Ido.
Y todos los muchachos, por numerosos que fueran, se retiraban de la contienda, con los miembros machucados, la nariz hinchada, un ojo negro, una oreja ensangrentada o los dientes flojos, mientras que él seguía muy orondo y fresquito como una flor.
-Tampoco por estas señas cayeron los dos amigos en lo que quería decirles el orondo Sancho Vargas, pero entraron ya en curiosidad de saber de qué se trataba, y le rogaron que se explicara de una vez.

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