Ejemplos con ordinariez

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En un momento en que muchas arquitecturas hacen gala de una gran vanalidad, y muchas obras de ingenieria hacen ostentación involuntaria de una gran ordinariez, Calatrava ha producido una gran influencia en la arquitectura contemporánea.
De aquí una extraordinaria sensibilidad nerviosa, a la cual la trivialidad y la ordinariez ofenden fácilmente, el joven, por reacción contra ellas, ama un refinamiento extremado.
Había aprendido Noboa un estilo de escribir y de llevar su existencia que provenía del París de los poetas malditos, pero que casaba perfectamente con lo que él era por naturaleza: un hombre extremadamente sensible, desdeñoso de la ordinariez de las cosas cotidianas, acongojado por afecciones íntimas e ideas sombrías.
Lo que más me carga de Facundo es su gusto pésimo y su ordinariez.
Esto era lo más probable y lo más revolucionario, pues la ramplonería y ordinariez debían ser desterradas para siempre de este hidalgo suelo.
-¡Talento, lo tiene! ¡Pero qué ordinariez! Da asco.
La ordinariez de los gemelos, el grosero materialismo de mistress Otis, todo aquello resultaba realmente vejatorio, pero lo que más le humillaba era no tener ya fuerzas para llevar una armadura.
Presentóse entre sus antiguas relaciones con aire de taco y, como el jándalo famoso del rastrillo, alardeó de haber olvidado hasta el nombre de los más comunes aperos de labranza, como si hiciera siglos que los había perdido de vista, chilló como una perra apedreada cada vez que tuvo que saltar un charco, y aparentó, brincando con muchos dengues de morrillo en morrillo, no saber andar ya por las callejas, se compadeció de los enfelices que tenían que pasar la vida destripando terrones y comiendo borona, se desdeñó de bailar el periquín en la romería, pretextando que ya no sabía más que al punteao de la ciudad, reprendió a cuantas personas la llamaban Fonsa, advirtiéndoles que debían decir Eldifonsa, llamó a su vez Celipas y Enestasias a las llamadas Lipas y Tanasias, y volvió a salir de su pueblo a las treinta y seis horas de haber entrado en él, dejando medio duro a su padre y asegurando a las amigas de quienes se dignó despedirse que le repuznaba la ordinariez de la aldea.
-Pero -prosiguió Julito-, aquí donde la ves, el encanto exige que permanezca muda, inmóvil, porque si habla, si ríe, queda roto, y mi Gioconda se convierte en hermosa verdulera deliciosa de ordinariez -y acariciándole la barbilla amicalmente-: ¿Verdad que has nacido para pintura o estatua, mi chula?.
La dudosa calidad de mi vestido, aunque flamante, realzaba su ordinariez y aspereza entre aquellas tintas brillantes y delicadas, y yo mismo, aunque de buen cutis y no mal perfilado, me veía en los espejos con un no sé qué de montaraz y palurdo, que me hacía sudar de congoja.
Y, para mí, lo peor de todo es la invasión de ordinariez.
Cuidábame yo mucho de dar al espíritu de Casianilla un matiz de cultura, sacándola de la rusticidad y ordinariez en que se había criado.
Procedía yo de esta manera extremando las formas de ordinariez presumida, no por el corto gasto que tal vida supone, pues bien podía dármela mejor, sino porque se me habían hecho odiosas las elegancias faranduleras y la hinchada presunción traídas a la sociedad española por el cambiazo de Sagunto.
Lo que más me carga de Facundo es su gusto pésimo y su ordinariez.
Esto era lo más probable y lo más revolucionario, pues la ramplonería y ordinariez debían ser desterradas para siempre de este hidalgo suelo.
La fisonomía de Zola es un milagro, porque, a pesar de su fealdad y ordinariez, resulta simpática y sugestiva, gracias a su fuerte expresión de vivacidad y energía, con ligeros intervalos de ensimismamiento triste, que se asoma furtivamente a sus ojos, de un mirar distraído y vago cuando se figuran que nadie los ve.
El desengaño, al herir el alma heroica de Mercedes, la azotó bruscamente con una ráfaga de ordinariez.
-¿Qué mosca te ha picado? -interrogó el pintor, contrastando la ordinariez de esta pregunta con la distinción del preguntante.
Los caballeros -al menos una parte de ellos, la más animada y jaranera- se habían quedado solos ante no pocas botellas intactas de excelente Clicquot y bandejas colmadas de emparedados frescos, y aprovechaban la ocasión de alegrarse sin ordinariez, con cierto tono de ricos calaveras, aunque distasen mucho de serlo todos.
Difieren asimismo sobre la causa de la larga y no interrumpida ausencia del hijo, atribuyéndola unos a la viudez más alegre que recoleta del padre, para la cual hubiera sido estorbo o escándalo la presencia del hijo, y atribuyéndola otros al despego y a la soberbia de éste, que vivía en Madrid como caballerito muy elegante e ilustre que hablaba de su casa solariega y que repugnaba volver al lugar a ver la plebeya ordinariez de su padre y la primitiva y fundamental zapatería, tenazmente conservada.

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