Ejemplos con ofrecí

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Para ello pondremos en marcha, como lo ofrecí, el fondo IDEA Puebla.
Le ofrecí 'Rebelde radioactivo' y no solo encontró adecuada la pieza, sino que me comunicó su intención de ponerle a la película el nombre de la no muy fina e inspirada melodía.
Cuando me acerqué a ti y te ofrecí el mío no reparé si estabas dorada o plateada: te vi buena, inocente, hermosa y me bastó para quererte y me sigue bastando.
Yo le ofrecí pagarle todo lo que necesitara, aunque dudaba mucho del éxito.
Cuando acabó de hablar con el alcalde, se levantó, y haciéndome una seña me presentó a aquel honrado personaje, a quien no solamente saludé, sino que, en cumplimiento de mis deberes militares, me presenté oficialmente, habiéndome excusado él con suma bondad de la fórmula de presentación en la casa municipal esa noche, aunque ofrecí poner en sus manos mi pasaporte al día siguiente.
Contando con este negocio ofrecí yo a Cabeza un aderezo de brillantes.
¡Lloré, supliqué, pidiéndosela en nombre de mi honra, en nombre de mis hijos! Todo en vano: o aceptaba yo el cargo, o la carta se publicaba Entonces le ofrecí dinero, y mi hombre empezó a blandearse Me pidió cinco mil duros, luego tres mil, ¡regateando, Butrón, regateando como un judío! Por fin se cerró el trato en los tres mil, y anoche, a la una, volvió a entregarme la carta y recibir el pago Porque, claro está, yo no tenía dinero bastante, tampoco podía pedírselo a Fernandito, y he tenido que empeñar una porción de joyas.
Me decía que fuese siempre muy buena y no saliera nunca del colegio y rezara mucho por él, y por usted y por mi papá, porque la ira de Dios iba a descargar sobre nuestra casa Yo lloré mucho, mucho, y ofrecí entonces ser monja, y se lo dije a la madre Larín y al padre Cifuentes.
Salté de la cama, ofrecí mi brazo a la anciana, y paso a paso nos dirigimos al comedor.
Me apena el pensar que voy a vivir lejos de tí, y que en mucho tiempo no he de verte, pues no me sera posible ir a San Sebastián como se lo ofrecí a tu papá.
La Virgen me ha hecho el milagro, se lo pedí de todo corazón, y le ofrecí unos ramilletes.
Como te lo ofrecí anteayer, estuve anoche a visitar al señor Lic.
Pero sabe vucencia que ofrecí dos duros a la tía Higadillos que llevó el pañolón.
Luego, le ofrecí una recompensa por cada minuto que ganase.
Ofrecí, compré la realización de mi deseo, y me sacaron de mi tumba, para llevarme a otra tumba más pequeña, más oscura, más horrible.
Además, que ese pelo no te pertenece, sino a la Virgen, que te salvó de aquella grave enfermedad ¡Acuérdate! Yo le ofrecí que si te ponías buena le daría tu cabellera para adornar su efigie en Santa Catalina.
A una y otra súplica le ofrecí el sí.
Yo, que tenia entónces el juicio no en la cabeza, sino en los carcañales, haciéndoseme el deleite en aquel punto mayor de lo que en la imaginacion le pintaba, y ofreciéndoseme tan a la vista la cantidad de hacienda, que ya la contemplaba en dineros convertida, sin hacer otros discursos de aquellos a que daba lugar el gusto que me tenia echados grillos al entendimiento, le dije que yo era el venturoso y bienafortunado en haberme dado el cielo casi por milagro tal compañera para hacerla señora de mi voluntad y de mi hacienda, que no era tan poca, que no valiese con aquella cadena que traia al cuello, y con otras joyuelas que tenia en casa, y con deshacerme de algunas galas de soldado, mas de dos mil ducados, que juntos con los dos mil y quinientos suyos, era suficiente cantidad para retirarnos a vivir a una aldea de donde yo era natural, y adonde tenia algunas raíces, hacienda tal, que sobrellevada con el dinero, vendiendo los frutos a su tiempo, nos podia dar una vida alegre y descansada: en resolucion, aquella vez se concertó nuestro desposorio, y se dió traza como los dos hiciésemos informacion de solteros, y en los tres dias de fiesta, que vinieron luego juntos en una pascua, se hicieron las amonestaciones, y al cuarto dia nos desposámos, hallándose presentes al desposorio dos amigos mios, y un mancebo que ella dijo ser primo suyo, a quien yo me ofrecí por pariente con palabras de mucho comedimiento, como lo habian sido todas las que hasta entónces a mi nueva esposa habia dado, con intencion tan torcida y traidora que la quiero callar, porque aunque estoy diciendo verdades, no son verdades de confesion, que no pueden dejar de decirse.
De todo esto que he dicho, quiero inferir que yo le ofrecí mi hacienda en rescate, y le di mi alma en mis deseos: di traza en su libertad y aventuré por ella mas que por la mia la vida, y todos estos que en otro sujeto mas agradecido pudieran ser cargos de algun momento, no quiero yo que lo sean, solo quiero lo sea este en que te pongo ahora.
Así que, por estas razones y por haber sido yo el primero que ofrecí el precio por la cautiva, está puesto en razón, ¡oh Hazán!, que me la dejes.
De todo esto que he dicho quiero inferir que yo le ofrecí mi hacienda en rescate, y le di mi alma en mis deseos, di traza en su libertad y aventuré por ella, más que por la mía, la vida, y de todos éstos que, en otro sujeto más agradecido, pudieran ser cargos de algún momento, no quiero yo que lo sean, sólo quiero lo sea éste en que te pongo ahora.
Pasé con ella luengos y amorosos coloquios: blasoné, hendí, rajé, ofrecí, prometí y hice todas las demostraciones que me pareció ser necesarias para hacerme bienquisto con ella, pero como ella estaba hecha a oir semejantes o mayores ofrecimientos y razones, parecia que les daba atento oido, ántes que crédito alguno.
—Señor, Lorenzo Bentibolli, que allí veis, tiene una queja de vos, no pequeña: dice que habrá cuatro noches que sacastes a su hermana, la señora Cornelia, de casa de una prima suya, y que la habeis engañado y deshonrado, y quiere saber de vos qué satisfacion le pensais hacer, para que él vea lo que le conviene: pidióme que fuese su valedor y medianero: yo se lo ofrecí, porque por los barruntos que él me dió de la pendencia, conocí que vos, señor, érades el dueño deste cintillo, que por liberalidad y cortesía vuestra quisistes que fuese mio, y viendo que ninguno podia hacer vuestras partes mejor que yo, como ya he dicho, le ofrecí mi ayuda: querria yo agora, señor, me dijésedes lo que sabeis acerca deste caso, y si es verdad lo que Lorenzo dice.
Mas no sé para qué me pongo a contaros, señor, punto por punto las menudencias de mis amores, pues hacen tan poco al caso, sino deciros de una vez lo que él con muchas de solicitud granjeó conmigo, que fué que habiéndome dado su fe y palabra, debajo de grandes, a mi parecer, firmes y cristianos juramentos de ser mi esposo, me ofrecí a que hiciese de mí todo lo que quisiese, pero aun no bien satisfecha de sus juramentos y palabras, porque no se las llevase el viento, hice que las escribiese en una cédula que él me dió firmada de su nombre, con tantas circunstancias y fuerzas escrita, que me satisfizo.
Fueron tantos sus encarecimientos, que me ofrecí llevarles que viesen el autor dellas, que estimaron con mil demostraciones de vivos deseos.
Lo cual visto por todos, cada uno se ofreció a querer ser el rescatado, y prometió de ir y volver con toda puntualidad, y también yo me ofrecí a lo mismo, a todo lo cual se opuso el renegado, diciendo que en ninguna manera consentiría que ninguno saliese de libertad hasta que fuesen todos juntos, porque la experiencia le había mostrado cuán mal cumplían los libres las palabras que daban en el cautiverio, porque muchas veces habían usado de aquel remedio algunos principales cautivos, rescatando a uno que fuese a Valencia, o Mallorca, con dineros para poder armar una barca y volver por los que le habían rescatado, y nunca habían vuelto, porque la libertad alcanzada y el temor de no volver a perderla les borraba de la memoria todas las obligaciones del mundo.
¿Pude yo prevenir esta traición? ¿Pude, por ventura, caer en imaginarla? No, por cierto, antes, con grandísimo gusto, me ofrecí a partir luego, contento de la buena compra hecha.
Queriendo hacer un estudio social les ofrecí asiento.
Les ofrecí cigarros, que aceptaron con marcada satisfacción, y quedándome solo con ellos, hice que Mora fuese donde estaba mi gente, en busca de un chifle de aguardiente.

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