Ejemplos con niñas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las niñas volvieron protestando sofocadas, subiéndose las medias, cogiéndose el cabello:¡Eso no vale! ¡Eso no vale! ¡Pues no! ¡Pues no! ¡Pues no, ea!.
Las niñas comían como mujeres, los niños discutían como algunos hombres.
¡Qué diálogo el de las niñas de la villa que no quiero nombrar! ¡Qué tipo el del hidalgo don Recaredo! Se dirá que la novela sigue siendo política, y que esto la daña, pero aunque sea cierto que las ideas políticas salen de los límites del arte, ¿quién duda que las extravagancias y ridiculeces de la vida pública caen, como todas las demás rarezas humanas, bajo la jurisdicción del satírico y del pintor de costumbres? ¿Por qué no ha de describirse una escena de o de comicios electorales, como se describe una escena de taberna o de mercado?.
He observado muchas veces que las niñas de corta edad son muy exigentes en la elección de amigas, por lo cual difícilmente se familiarizan con las que no sean de su categoría social, o de otra más alta si es posible.
Como el día era de trabajo y la hora la menos a propósito para el descanso, eran dueñas absolutas de todo el paseo, para correr por él sin estorbos ni tropiezos, hasta media docena de niñas, de nueve años la más esponjada, todas risueñas, todas ágiles, todas hechiceras, como son todas las niñas a esa edad, cuando no están cohibidas por la opresión del vestido de gala o de las botitas recién estrenadas.
Lástima que vayas para cura, que si no, las niñas andarían detrás de ti despepitadas.
Las niñas de los lacitos le apodaban el de las cadenas , la mamá sentíase inquieta con la presencia de este bárbaro de negra fama, que olía a vino y hablaba accionando con la navaja, y convencida al fin de que nada había de sacar de él, indicábale que se fuese, pero él experimentaba un hondo gozo siendo molesto y procuraba prolongar la entrevista.
Papá decía a cada rato: Niñas ¿ya pagaron esa visita? Nosotras no queríamos ir porque la verdad.
No dejamos de nombrar a ninguna de las niñas casaderas.
Entonces pide usted las llaves a las niñas, y abre usted.
Pase usted, y verá cómo están las niñas durmiéndose en la sala, muriéndose de fastidio y desesperación.
Aquel conque era la muletilla de las señoritas Castro Pérez, y en Villaverde cuando de ellas se hablaba, todos decían las niñas Castro Conque.
¿Dónde estaba el polvo rosa? ¿Y el paño de Venus? ¡Adiós! ¡ya no quedaba una gota de piel de España ! La mamá, con la manía de embellecerse que la había acometido a última hora, era una calamidad para las niñas.
Protesté contra la murmuración villaverdina de la cual era yo víctima hacía tantos días, declaré que me indignaba oír tantas mentiras como repetían las gentes, y supliqué a las niñas que no dieran oídos a tales dichos.
También vinieron las niñas de Castro Pérez, me preguntaron por tí y me encargaron que te diera memorias de parte suya de su papá.
Antes ¡vaya! la Semana Santa luego los huéspedespero ahora Las niñas Castro Pérez llegaron desde antier.
Tachábase en su interior de poco distinguida, pero ¡qué remedio! por más que ella tomase a empeño el transformarse, y obedeciendo a las niñas revistiera un empaque de altiva señoría, siempre conservaba amortiguados y prontos a manifestarse los gustos y aficiones de la antigua tendera que había pasado lo mejor de su juventud en la plaza del Mercado.
Sí, doña Manuela, Antonio y yo hace tiempo que pensarnos visitarla a usted y a las niñas, ¡pero estamos siempre tan ocupados! ¡Vaya, vaya! ¡Qué sorpresa! ¡Cuánto me alegro de verla!.
Las niñas, Rafael y Juanito, unos amigos de aquél en fin, un buen golpe de gente joven y alegre, que bailaría, cantaría y sabría divertirse sin faltar a la decencia, hasta llegar la hora de la misa del Gallo.
Pero llegó el momento en que las niñas se convirtieron en unas señoritas, conservando sus relaciones amistosas con sus antiguas compañeras de colegio, y doña Manuela sintió el afán de ostentación de toda madre que tiene hijas casaderas.
De un lado las niñas, cubiertas con velos vaporosos, ceñida la sién de rosas blancas, del opuesto nosotros, los varoncitos, de gala, ornado el brazo con un moño de moaré flecado de oro.
No me simpatizan esas niñas, ya te lo he dicho.

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