Ejemplos con mujerucas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Alrededor de la ermita, las mujerucas de los contornos, entre las cuales había más de una fresca y hermosa aldeana de rojos labios y blancas mejillas satinadas, vendían leche en pucheritos de barro negro.
En cambio acostumbraba a propinarse cuantos remedios absurdos le aconsejaban las muchas mujerucas que acudían diariamente a su casa para sacarle los cuartos con viles e hiperbólicas adulaciones.
Rezaba el rosario por las tardes al toque de oración en la iglesia de San Andrés, acompañado de unas cuantas mujerucas, salía en las procesiones de Semana Santa con hábito de disciplinante y corona de espinas, y tenía a su cargo y cuidado la capilla del Nazareno en la calle de Atrás.
Ahora voy a dar a mis joviales lectores un plato de gusto, contándoles que una mañana fui conducido por las blandas mujerucas y algunos militares de indecisa graduación a una estancia del piso alto, ancha y luminosa, donde me dieron alimento escogido para fortalecerme en mí convalecencia.
Casi todas las mujerucas contestaron entonando un estribillo, que por cantarse en todas las festividades religiosas de la parroquia sabían de memoria hasta los más duros de oído.
Volvió el excusador a cantar otra letra y tornaron las mujerucas a responderle con el mismo estribillo: y así por varias veces.
Acudieron al vocerío las mujerucas del portal de la iglesia, y las viejas que jugaban a la brisca, y los muchachos que correteaban por las inmediaciones, y se llenó de gente el campo, desde el corro de bolos hasta el extremo opuesto.
Desocupose la iglesia, quedáronse en el porche, murmurando, las mujerucas a ese manjar aficionadas, agrupáronse de cuatro en cuatro, a la sombra de las tapias fronteras al corro del baile, las viejas, acurrucadas en el suelo, a jugar el ochavo a la brisca o al mayor punto, avanzó la gente moza, resonaron las panderetas recién templadas, arrimáronse al calorcillo del baile muchos de los mozos aficionados, y los restantes, entre los que estaban Pablo y Nisco, entraron en la bolera, sentáronse los viejos mirones en las paredillas, oyose la voz alegre de las cantadoras acometer la tarea con la tradicional y obligada copla.
Llamábanle en el pueblo las mujerucas de buena fe tío Sildo, los hombres leídos y escribidos, don Beregildo, pero él, sin hacer más caso de las unas que de los otros, se firmaba siempre Hermenegildo Trapisonda, y firmaba la pura verdad.
En ausencias o enfermedad del párroco, él rezaba el rosario en la iglesia, y dirigía el Calvario que ''andaban'' las mujerucas, y cantaba las vigilias y las misas de encargo, y ayudaba a otras, y pedía para las Ánimas, cepillo en mano, al salir la gente de la iglesia.

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