Ejemplos con monfíes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y así era efectivamente. Los moriscos más principales, los más ricos mercaderes, los nietos de los Abencerrajes y de otras familias ilustres, conspiraban sin cesar, con la cautela y la astucia propias de la raza semítica. Viejos astrólogos leían a las gentes sencillas y fanáticas misteriosos jofores, o sea profecías, de cercana libertad, en antiguos pergaminos librados de la quema del siglo anterior y de las pesquisas inquisitoriales. Conspirábase asimismo en la Alpujarra y toda la costa, y la nieve de la Sierra aparecía todas las mañanas señalada por la babucha de atrevidos, incógnitos emisarios, que habían cruzado durante la noche aquellas pavorosas alturas, llevando mensajes a los Monfíes alpujarreños, o de éstos a los conjurados del Albaicin.
El plan era que los jefes de los Monfíes de la Alpujarra y del Valle, esto es, el DAUD y el PARTAL de Narila y el NACOZ de Nigüelas, con cuatro mil hombres escogidos entre los que ya campaban por su respeto en aquellas fragosidades, pasasen la Sierra Nevada durante la noche, entrasen en Granada por la cuenca del Darro, ganasen así fácilmente el Albaicin sin ser vistos, y sirvieran de núcleo a la rebelión de todos los moriscos de la Ciudad y de la Vega.
El día de Nochebuena por la mañana llegó al Albaicin, antes que a las Autoridades, la noticia de dos gravísimos atentados cometidos el día anterior en la Alpujarra, no ya por los Monfíes solamente, sino por gentes acomodadas y hasta entonces pacíficas, atentados cuya magnitud y arrogancia eran como una súbita revelación de que la tormenta estaba ya encima, o como el primer bramido del terremoto.
Fue el caso que el NACOZ de Nigüelas, terrible cabecilla de Monfíes, entendió que debía pasar por allí un convoy de vituallas, con destino a Órgiva, protegido por doscientos cincuenta soldados, al mando de un Alférez llamado MORIZ, «hidalgo, pero poco proveído y muy libre», dice el mismo historiador.
Los Monfíes han levantado en armas toda la Alpujarra, y vienen ya sublevando los pueblos del Valle.
Los Monfíes lo entran todo a sangre y fuego.
Así las cosas, la víspera del precitado día de Nochebuena, cuando más preocupados se hallaban los cristianos viejos de Granada con las fechorías de los Monfíes alpujarreños y el sospechoso marasmo de los moriscos del Albaicin, D.
Y, por consiguiente también, aquél a quien el pobre Beneficiado de Béznar aconsejaba que se volviese atrás y que huyese de los Monfíes, aquella señoría, al parecer tan castellana y tan católica, era el ídolo de los irritados moriscos, era la esperanza de sus agravios, era el que por su estirpe sagrada, por su regia categoría y por sus prendas personales, ambicionaban para jefe, era el que tal vez fue tachado por algunos de indiferente a los dolores de su raza, al verlo disipar su juventud en fiestas y amoríos, confundido con los aristócratas cristianos, era el que tornó a captarse la adoración supersticiosa de todos los descendientes de los moros, no bien empezó a creérsele autor de aquellas desastradas muertes de los enemigos de su padre, era el REY deseado de los conspiradores, el anunciado de los astrólogos, el temido de los que veían condensarse la rebelión musulmana, era, en fin, o había de ser desde aquel día, el trágico personaje que conoce la Historia bajo el sangriento nombre de ABEN-HUMEYA.
Pero SARABIA no los había llamado para que muriesen tan aina, ni él estaba dispuesto a dejarse matar impunemente, sino que ya tenía formado su plan de defensa, que consistió en apresar a cuantas moriscas notables y moriscos pequeñuelos halló a mano, mezclar esta gente con las familias cristianas, y encerrarse en la mencionada Torre con todo aquel complicado personal, a esperar socorro del Capitán General de Granada o de la Divina Providencia, no sin enviar antes a los padres y maridos de aquellos preciosos rehenes un mensaje por este orden: «Yo no pienso hacer daño alguno a las débiles criaturas que os he arrebatado, y que os devolveré si salgo de aquí, pero tampoco pienso entregar la Torre sino al MARQUÉS DE MONDÉJAR, que me confió su custodia: por consiguiente, si los Monfíes le ponen fuego a la Torre, arderán a la vez las mujeres y los niños de ambas castas, y si nos faltan víveres, todos moriremos juntos de sed o de hambre».
Y de Murtas fue la célebre CATALINA DE ARROYO, morisca por todos cuatro costados, pero madre del beneficiado Ocaña, la cual, el día que los Monfíes asesinaron a éste y a los demás cristianos de aquel pueblo, pidió a gritos la muerte, alegando que ella también era cristiana.
Cuando se alzaron los moriscos de aquel lugar, y los Monfíes tenían ya reunidos en la iglesia a todos los cristianos para matarlos, el beneficiado FRANCISCO DE NAVARRETE, varón muy estimado por sus virtudes, aún entre la misma gente agarena, pidió la gracia de doce horas más de vida, tanto para él como para sus infelices compañeros.
El DAUD, Pepe, era uno de los jefes de los Monfíes, el cual, antes de la rebelión de ABEN-HUMEYA, pensó ir a África en busca de auxilios para principiarla por cuenta propia.
El Portel es, por consiguiente, la posición más estratégica que se pudiera desear para una emboscada, y harto lo han comprendido en todos tiempos desde los guerreros de mayor nombradía hasta los simples malhechores, desde el MARQUÉS DE MONDÉJAR hasta los Monfíes, desde ABEN-HUMEYA y ABEN-ABOO hasta las partidas de ladrones de la época presente, o, mejor dicho, de la época de nuestros padres, -pues hoy no se oye hablar de robos en la Alpujarra.
-¿Cómo se salvarían estos retratos y este retablo de las sacrílegas devastaciones de los Monfíes?, -le preguntamos al señor cura.
- Son los sacerdotes alpujarreños martirizados por los Monfíes.

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