Ejemplos con monera

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Tras el uso del microscopio electrónico, Whittaker propuso el sistema de cinco reinos, separando el reino Monera de los protistas.
Ahora, se consideran seis reinos en tres dominios, dos procariontes y uno eucarionte: Archaea, que incluye a todas las arqueas, Bacteria, que incluye al reino antiguamente llamado monera, y los cuatro reinos de Eukarya.
Pero su principal aporte a los estudios científicos fue la propuesta de clasificación taxonómica de seres vivos en cinco reinos: Animalia, Plantae, Fungi, Protista y el actualmente obsoleto reino Monera.
La Primavera de este año máximo empezó, según sabios muy acreditados, hace veinte millones de años menores y usuales. Entonces apareció el primer sér organizado. Desde entonces trazan los sabios con la mayor escrupulosidad nuestro árbol genealógico. Empieza el árbol en un sér que llaman monera, término medio entre lo inorgánico y lo orgánico, germen, embrión, elemento primordial de la vida, dotado de una fuerza, de un prurito, de una propensión indistinta á ser vegetal o á ser animal. Va extendiéndose luego el árbol, y van las formas desenvolviéndose y diferenciándose, hasta que, al fin de la edad paleolítica, ya nuestros antepasados han conseguido elevarse á la categoría de lagartos ó medio peces. Durante la edad mesolítica ó secundaria, progresamos más. Al ir á llegar á su término, en el período cretáceo, somos marsupiales, esto es, tenemos, como los canguros y los jerbos, una bolsa, donde nuestros hijitos se esconden. En el período eoceno de la edad terciaria, logramos obtener la dignidad de monos, somos catarrinios, ó dígase monos con las ventanillas de las narices hacia abajo y con cola. En el período mioceno, ya la cola se nos cae, y nos asemejamos al gorila, al orangután y al chimpancé. En el período plioceno somos casi hombres, aunque pitecoides y alalos, ó sea sin palabra y sin entendimiento, como cualquiera mico. Por último, en la edad cuaternaria, en el período llamado diluviano, se nos desata la lengua, empezamos á charlar y somos verdaderos hombres. Desde este momento, los sabios menos exagerados y más tímidos y económicos en sus cronologías, ponen hasta el día de hoy unos veinticinco mil años. La raza alala, los antropiscos, los casi hombres, como si dijéramos, salieron del centro de África ó de un continente austral llamado Lemuria, que ya se hundió en el mar como la Atlántida, y que estaba entre el África y el Asia. Estos antropiscos eran negros como la tizne, y vivían en manadas ó rebaños para defenderse de las fieras. Así fueron extendiéndose por el mundo. Durante la dispersión y emigración, inventaron los idiomas, y de aquí que no puedan reducirse todos á un tipo primitivo, á la raza morena, que viene después, y á la que pertenecen los egipcios, se le da una antigüedad de quince mil años, naciendo por mejora de la raza negra. Sale luego á relucir la raza amarilla, cuyos representantes más ilustres son los chinos y japoneses. Su origen se pone diez mil años hace. Y se muestra, al cabo, la raza blanca, arios, semitas, caucasianos, etc., á la cual se concede una antigüedad de ocho mil años lo menos. A esta raza tenemos la honra de pertenecer, pero nadie nos asegura que no aparezca aún otra superior que nos deje postergados y tamañitos, lo cual será muy desagradable. Sea como sea, á pesar de los veinte millones de años que hace que apareció la monera, no se ha de negar que estamos aún en el período primaveral de este año máximo de que hemos hablado. ¿Qué progresos, qué maravillas, qué nuevas creaciones no deben esperarse aún? Apenas si la humanidad ha nacido. Yo he leído en un libro muy docto esta sentencia, que no olvidaré nunca. «La humanidad, en su vida colectiva, no ha nacido aún».
Sea como sea, á pesar de los veinte millones de años que hace que apareció la monera, no se ha de negar que estamos aún en el período primaveral de este año máximo de que hemos hablado.
Más allá, yendo contra la corriente de los tiempos, los silfos no ven claro, pero, si entre ellos hay un Darwin ó un Haeckel, sin duda colocará la aparición de la primera monera del mundo silfídico á una distancia proporcionalmente mucho mayor.

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