Ejemplos con medrosas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Existen, además, gentes avaras y medrosas que entierran y atesoran sin cesar el dinero efectivo, durante un lapso a veces bastante prolongado.
Al eco de los pasos de éste respondía en los matorrales un rumor de medrosas carreras y chasquido de hojas, viéndose pasar entre mata y mata, con ciega velocidad, un bulto de pelos grises con la cola en forma de botón.
Las chumberas alzaban sus muros de pinchosas palas a ambos lados del camino, y entre sus raíces polvorientas correteaban, medrosas y ebrias de sol, pequeñas bestias ondeantes, de larga cola y verde esmeralda.
Las gentes medrosas hablaban de los zeppelines, atribuyéndoles un poder irresistible, con la exageración que acompaña a los peligros misteriosos.
Al mismo tiempo, la mora, adelgazando más su voz, me echó por el agujero de la llave un seguido de expresiones medrosas, que traduje libremente de este modo: No puedo estar aquí, buen : el menor ruido sería mi perdición.
Se hablaba del delirio patriótico con que acogían todas las ciudades de España los recientes triunfos, de los planes de O'Donnell, de los rumores de próxima paz, se traslucía en todos el deseo de que ésta llegara pronto, pues ya era hora de consolidar las glorias en el descanso, algunos dedicaban palabras medrosas a los estragos del cólera morbo, dentro y fuera de la ciudad, llevando cuenta de los casos que por la celeridad de la muerte infundían mayor lástima y terror.
Se acordaba de los cuentos de la infancia, de aquellas niñas medrosas que iban en busca del ogro.
La tarde en que se terminó la siembra vieron avanzar por el inmediato camino unas cuantas ovejas de sucios vellones, que se detuvieron medrosas en el límite del campo.
Hablaban rápidamente de lo difícil que era en momentos tan críticos obtener audiencia del Rey o del Infante, cuando se aproximaron otras personas que azoradas y medrosas hablaban de preparativos de marcha.
Creía yo entonces¡pobre muchacho soñador!que un orto de fuego sería opaco y brumoso para el malvado, que los lirios del río no tendrían aromas para el perverso, que las selvas acallarían sus músicas y enmudecerían medrosas cuando pasaran bajo sus arcadas, bajo sus bóvedas de follaje, corazones manchados.
Cuando se hacía momentáneamente el silencio en el comedor, oíase cómo se regocijaba fuera la plebe, el rasgueo de la guitarra, el estallido de los cohetes, el cacareo de las mujeres, y algunas veces el estruendo venía de abajo, de la cocina, donde sonaban el vozarrón de Nelet y las corridas medrosas de las criadas, con chillidos de protesta débil.
Las azucenas, con su túnica de blanco raso, erguíanse encogidas, medrosas, emocionadas, como muchachas que van a entrar en el mundo y estrenan su primer traje de baile, las camelias, de color de carne desnuda, hacían pensar en el tibio misterio del harén, en las sultanas de pechos descubiertos, voluptuosamente tendidas, mostrando lo más recóndito de la fina y rosada piel, los pensamientos, gnomos de los jardines, asomaban entre el follaje su barbuda carita burlona cubierta con la hueca boina de morado terciopelo, las violetas coqueteaban ocultándose para que las denunciase su olorcillo que parecía decir: ¡Estoy aquí! , y la democrática masa de flores rojas y vulgares extendíase por todas partes, asaltaba las mesas, como un pueblo en revolución, tumultuoso y desbordado, cubierto de encarnados gorros.
Sus miradas variaban rápidamente de expresión, tan pronto parecían medrosas, como lucía en ellas la llamarada propia del deseo amoroso.
Las palabras saldrían de su boca indiferentes o medrosas, y él, que debía escucharlas como ministro de Dios, se embriagaría con ellas, aspirando el grato aroma del fruto prohibido.
¿Temes a doña María, temes a la de Leiva, temes a esas siniestras y medrosas figuras que constantemente te están vigilando con sus ojos terribles? Pues bien, esas dos personas no son para ti otra cosa que dos figurones como los que asustan a los chicos.
se recuerdan las medrosas imágenes de un mal sueño, que mi madre.
a lo último del cielo huyen medrosas,.
»Ya te harás cargo, Pepe, de que yo no hice caso ninguno de aquellas medrosas exhortaciones.
* En el medrosas deve señor idas primero et las apressuradas ser sin el que saliere lugar, enpero fata grand periglo que sea.
El peso de los dolores humanos que echara sobre sí, agobiaba su alma, y en las medrosas visiones de la hora postrera, el espectro del inmenso porvenir le apareció siniestro, espantable.
No hay que verle recostado en la basura de Tánger, vestido de andrajos, mísero y envilecido, aunque guardando incólume el depósito de su fe y el depósito de sus costumbres, hay que recordarle reclinado melancólicamente sobre doradas plumas en los jardines de la prestigiosa Alhambra, nido amoroso de inacabables tristezas, bajo los artesonados techos del Alcázar de Sevilla, a lo largo de las naves de ese portento artístico que se llama Mezquita de Córdoba, en el anchuroso patio de la casa de Pilatos, con la mente fija en Alah y en las mujeres durante las sosegadas horas del reposo, y viendo elevarse en espirales de azuladas ondas el enervante opio caer al suelo mansamente, y como medrosas de enturbiar el silencio, las temblorosas gotas del surtidor de agua.
Se la apliqué por conducto de La Revista Cómica, y, por fin, después de un parto de diez meses -el parto de la burra- y de invertir dos en reclamos, salió a luz el folleto, con todas las medrosas perspectivas de la impotencia, con todas las sombrías claridades del remanso, y serpenteando como manga de cohetes disparados a última hora por el buque náufrago para avisar que se va a pique y que está muy menesteroso de inmediato auxilio.
-Es un loco -dijeron las señoras, agrupándose medrosas detrás del general.
Por tanto, aun en las fieras, las intratables e indómitas son las medrosas y tímidas: pero las nobles y generosas, siendo más confiadas por su mismo valor, no se hurtan a los halagos.
Apartáronse medrosas las dos mujeres, llevándose casi a la fuerza a Nazarín, que, al parecer, no se asustaba de cosa alguna.
Se hablaba del delirio patriótico con que acogían todas las ciudades de España los recientes triunfos, de los planes de O'Donnell, de los rumores de próxima paz, se traslucía en todos el deseo de que ésta llegara pronto, pues ya era hora de consolidar las glorias en el descanso, algunos dedicaban palabras medrosas a los estragos del cólera morbo, dentro y fuera de la ciudad, llevando cuenta de los casos que por la celeridad de la muerte infundían mayor lástima y terror.
Al mismo tiempo, la mora, adelgazando más su voz, me echó por el agujero de la llave un adiós seguido de expresiones medrosas, que traduje libremente de este modo: «No puedo estar aquí, buen Confusio: el menor ruido sería mi perdición.
Las dos niñas, medrosas de su propia pena, se habían refugiado en la clase, donde lloraban a moco y baba.
¿Qué quiso decir? ¡Dios mío, yo dudo, yo soy feliz y estoy llena de zozobras, yo espero y temo! No ceso de pensar en las florecillas de los prados, tan bonitas y tan felices, pero que, según me parece a mí, han de estar siempre medrosas y temblando, no sea que las pise la planta del buey que ven acercarse.
Ora se alzan y van en vuelo loco, ora, más al abrigo, ruedan solitarias, breve trecho, y quedan un momento inmóviles, antes de trazar, lánguidamente, otro surco, ora se acumulan y aprietan, como medrosas o ateridas, ya se despedazan y entregan en suicidio a la ráfaga, deshechas en liviano polvo, ya giran sin compás alrededor de sí mismas, como poseídas danzantes.

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