Ejemplos con medrosa

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Fernando, desde la entrada del comedor, sonrió sobre aquella escena amarga, sin sorpresa ni indignación aparentes, y le dijo a Carmen, que se le había acercado medrosa:.
Una mañana de aquellas estaba peinando la acrespada peluca del Niño con su mano alba y tersa, cuando sintió una inquietud medrosa que le hizo volver la cara.
El gato permitió al fin que se le acercase y le dirigió una mirada triste y medrosa.
¡Qué alboroto por la escalera, tan medrosa para ellos otras noches!A mí no me da miedo de la montera, Pepe, ¿y a tí?,decía Blanca, cogida muy fuerte de mi mano.
Angustias se acercó a mí, medrosa.
Era verbosa y franca al relatar los trabajos pasados, pero el recuerdo de los recientes le infundía una reserva inquieta y medrosa.
Mina no habló, pero él creía escuchar su voz infantil y medrosa, tal como había sonado abajo noches antes: Boca, sí Cabina, no.
La ansiada riqueza se dejaba entrever un momento y huía medrosa ante las proas de los nautas.
¡Buenos Aires! , murmuraba el viento de las noches invernales al colarse por el cañón de la chimenea en el hogar campestre, donde la familia española o italiana maldecía el embargo de sus campichuelos y la escasez del pan, ¡Buenos Aires! , mugía el vendaval cargado de copos de nieve al filtrarse por entre los maderos de la isba rusa, ¡Buenos Aires! escribía el sol con arabescos de luz en los calizos muros de la callejuela oriental, para el árabe en medrosa servidumbre, ¡Buenos Aires! , crujían las alas de oro de la ilusión al volar de reverbero en reverbero por los desiertos bulevares de una metrópoli dormida, ante los pasos del señorito arruinado y el bachiller sin hogar que piensan en matarse a la mañana siguiente.
En el coche, la mortecina luz de la lamparilla cae sobre los cuadros, rojos, azules, negros, de una manta, resbala sobre la uniformidad parda de la pañosa castellana, se desliza, medrosa, entre las largas y argentadas hebras de la barba del anciano.
Sagrario se apoyaba en Gabriel, como si le faltasen las fuerzas y, medrosa ante la felicidad, quisiera refugiarse dentro de él.
Por la tarde, cuando la mayor afluencia de máscaras y de gente acudía al Prado y a Recoletos, nadie osaba pisar aquel sitio regado de sangre, y llamábanse todos a la acera opuesta, lanzando a la segunda ventana una mirada larga y medrosa.
Ella levantó la cabeza y fijó en la que así hablaba una mirada hosca, medrosa, que no parecía tener conciencia de la realidad y reflejaba como en dos vidrios profundos todos los asombros y todas las agonías Reconoció al fin a la marquesa de Villasis, y el rostro de la pecadora, rojo de vergüenza por primera vez en su vida, ocultóse en el casto pecho de la mujer fuerte, balbuceando entre sollozos:.
Jacobo, con voz ahogada y gesto de medrosa ansia, dijo entonces:.
Y como si fuese cosa de él, volvió a lanzar otra mirada furtiva y medrosa a la imponente cabeza de fray Alonso.
No correspondía, sin embargo, la animación y la algazara al número y al lujo de aquella muchedumbre, marchaban los paseantes con esa curiosidad más ávida mientras más medrosa, que inspiraba siempre un espectáculo peligroso, con esa curiosidad propia del cobarde que espera oír a cada momento el estampido de un arma de fuego.
Volvióse ella bruscamente a su marido, dejando caer el diploma que tenía en la mano, y él se incorporó asustado, quedándole por la cabeza el paño negro con que se cubría para enfocar la máquina, por debajo asomaban sus bigotes retorcidos, su nariz colgante, sus ojos azorados en aquel momento, fijos en Currita, con la medrosa expresión del escolar desaplicado cogido in fraganti.
Frente a frente de ella, un poco más hacia la Puerta del Sol, asomaban por los balcones del Veloz-Club, bajo sus toldillos de verano, aristocráticos racimos de cabezas de gomosos desocupados, que miraban el democrático desfile con esa especie de medrosa curiosidad burlona, a la vez que tímida, con que se contemplan desde lo alto de un tendido los terribles retozos de una piara de ridículas bestias feroces, parecíales imposible en aquel momento que la bestia pudiera alguna vez alzar su zarpa hasta ellos.
Pero al ver la extraña figura que presentaba con sus pegotes de merengue y corriendo medrosa, una carcajada de atolondramiento hinchó su lindo cuello, y como si nada hubiese sucedido, se agarró del talle de Concha, dándola un sonoro beso.
Doña Manuela huyó de este estrépito, que la ponía nerviosa, pero antes de llegar al Principal hubo de detenerse entre sorprendida y medrosa.
¡No, no quiero!repuso balbuciente y medrosa.
Medrosa por la ocasión y medio rendida ante la idea del amor, fijaba de cuando en cuando la mirada en Juan, cual si pretendiese adivinarle los pensamientos, otras veces dirigía la vista hacia el faldellín y botas de raso, que simbolizaban su peligrosa vida artística, y luego desviaba con desdén los ojos.
Cristeta iba encogida y como acurrucada en el fondo del coche, medrosa por lo que acababa de hacer.
La mujer tiembla pudorosamente, pero sin medrosa hipocresía.
La infeliz mujer estaba tan medrosa, que apenas podía hablar.
Empezó a soñar con los Pazos, con el gran caserón, mas, por extraña anomalía propia del estado, cuyo fundamento son siempre nociones de lo real, pero barajadas, desquiciadas y revueltas merced al anárquico influjo de la imaginación, no veía la huronera tal cual la había visto siempre, con su vasta mole cuadrilonga, sus espaciosos salones, su ancho portalón inofensivo, su aspecto amazacotado, conventual, de construcción del siglo XVIII, sino que, sin dejar de ser la misma, había mudado de forma, el huerto con bojes y estanque era ahora ancho y profundo foso, las macizas murallas se poblaban de saeteras, se coronaban de almenas, el portalón se volvía puente levadizo, con cadenas rechinantes, en suma: era un castillote feudal hecho y derecho, sin que le faltase ni el romántico aditamento del pendón de los Moscosos flotando en la torre del homenaje, indudablemente, Julián había visto alguna pintura o leído alguna medrosa descripción de esos espantajos del pasado que nuestro siglo restaura con tanto cariño.
Su carrera era tan rápida, que inútilmente trataba el señorito de alcanzarla con la bota, de repente Nucha se adelantó, y con voz entre grave y medrosa repitió ingenuamente lo que había dicho mil veces en su niñez:.
¡Doquier piedra, silencio y soledad! Mas esta soledad no era ya medrosa como la de las ruinas o la de los cementerios: era plácida y augusta como la de los claustros.
—El duque, señor Lorenzo, confiesa la conversacion secreta que ha tenido con vuestra hermana la señora Cornelia: confiesa asimismo que es su legítima esposa, y que como lo dice aquí lo dirá públicamente cuando se ofreciere: concede asimismo que fué ha cuatro noches a sacarla de casa de su prima para traerla a Ferrara, y aguardar coyuntura de celebrar sus bodas, que las ha dilatado por justísimas causas que me ha dicho: dice asimismo la pendencia que con vos tuvo, y que cuando fué por Cornelia encontró con Sulpicia, su doncella, que es aquella mujer que allí viene, de quien supo que Cornelia no habia una hora que habia parido, y que ella dió la criatura a un criado del duque, y que luego Cornelia, creyendo que estaba allí el duque, habia salido de casa medrosa, porque imaginaba que ya vos, señor Lorenzo, sabíades sus tratos.
Todos los encamisados era gente medrosa y sin armas, y así, con facilidad, en un momento dejaron la refriega y comenzaron a correr por aquel campo con las hachas encendidas, que no parecían sino a los de las máscaras que en noche de regocijo y fiesta corren.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba