Ejemplos con marino

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Luego, con un odio en el que parecían concentradas todas la persecuciones, decía el marino, refiriéndose a sus hermanos de raza:.
Y el marino reía hablando de los pobres payeses del campo, que hasta pocos años antes afirmaban de buena fe que los estaban cubiertos de grasa y tenían rabo, aprovechando la ocasión de encontrar solo a un niño de la calle para desnudarlo y convencerse de si era cierto lo del apéndice caudal.
Una vez que Febrer figuraba entre los oyentes, el marino le dijo con voz rencorosa:.
Y Febrer lanzaba carcajadas escuchándole, mientras el marino se decía que este Jaime era un buen muchacho, digno de mejor suerte, sin otro defecto que ser un algo pegado a las preocupaciones de familia.
Hemos venido juntoscontinuó el marino.
Con esta brusca interrupción del marino se hizo el silencio.
Es que yo sé lo que es hambredijo el marino con cierto orgullo.
Luegocontinuó el marino, impasiblesuprimí la limpieza y me las tragué enteras.
¡Alto!dijo el marino retrepándose en el asiento y llevando sus manos al chambergo de mosquetero caído sobre su cogote.
Y el marino reía al pensar en esta unión.
Me opongo , repetía el marino con risa irónica.
¡El capitán Antonio Riquer! Un héroe de la isla de Ibiza, un marino tan grande como Barceló Pero como Barceló era mallorquín y el otro ibicenco, todos los honores y los grados habían sido para aquél.
Al ir a izar las velas se presentó el padre de Riquer, un marino viejo, y atropellando la resistencia de su hijo se metió en el buque.
Y la boca desdentada del marino seguía cantando las proezas de otros tiempos, como si datasen de ayer, como si las hubiese presenciado, como si de pronto fuesen a flamear sobre aquella tierra envuelta en la obscuridad las llamaradas de las torres atalayas anunciando un desembarco de enemigos.
¡Que no la hablasen de Jaime Febrer, el antiguo marino! Ella era una verdadera , una defensora de la tradición, y hacía sacrificios para que España fuese gobernada por caballeros.
Las patillas rubias y canosas, unidas por un bigote corto, revelaban al marino retirado de la navegación, pero sobre estos adornos capilares resaltaba su perfil semita, su curva y pesada nariz, su mentón saliente y unos ojos de párpados prolongados, con pupilas de ámbar o de oro, según era la luz, en las que parecían flotar algunos puntos de color de tabaco.
Nunca sería un buen marino, duro y experto.
Estaban allí los tercios españoles mandados por Gonzaga, los alemanes regidos por el duque de Alba, los italianos acaudillados por Colonna, doscientos caballeros de Malta, a cuyo frente marchaba el comendador don Príamo Febrer, el héroe de la familia, y toda la flota navegaba bajo la dirección del gran marino Andrés Doria.
Los hombres del Norte eran más fuertes, pero menos robustos, menos aclimatables que el marino catalán, el provenzal, el genovés y el griego.
El catalán terminaba hablando tristemente de la decadencia de la marina mediterránea: combates aislados con los berberiscos de galera a galera, expediciones inútiles a la costa de África, hazañas de Barceló, el marino mallorquín, navegaciones comerciales en polacras, tartanas, pingües, londros, laúdes y canarios.
El se creía un marino, é imitaba a los hombres de mar, que, acostumbrados a medirse con los elementos, consideran poca cosa reñir con un hombre.
Había penetrado lo mismo que un reptil marino en ciertas cuevas de la costa, lagos adormecidos y glaciales iluminados por misteriosas aberturas, donde la atmósfera es negra y el agua diáfana, donde el nadador tiene el busto de ébano y las piernas de cristal.
Necesitaba la Naturaleza libre como fondo de su voluptuosidad, la persecución y el asalto, lo mismo que en los tiempos primitivos, sentir en sus pies la caricia de la ola muerta mientras se agitaba sobre su presa rugiendo de pasión, lo mismo que un monstruo marino.
Alfonso V de Aragón, el único rey marino de España, empleaba años después el resto de su existencia en expediciones contra Génova.
La veía y no la veía, y sólo confusamente y con vaguedades de pesadilla, se hacía cargo de la actitud de la señorita aquella, retratada sobre un fondo marino y figurando que estaba en una barca.

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