Ejemplos con mansedumbre

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Qué pensará mi padre? , decía Angustias, con angelical mansedumbre.
Pero tan buenas, y serviciales fueron, tan apretaditas se sentaban siempre las tres, sin jugar, o jugando entre sí, en la hora de recreo, con tal mansedumbre obedecían los mandatos más destemplados e injustos, con tal sumisión, por el amor de su madre, soportaban aquellos rigores, que las ayudantes del colegio, solas y desamparadas ellas mismas, comenzaron a tratarlas con alguna ternura, a encomendarles la copia de las listas de la clase, a darles a afilar sus lápices, a distinguirlas con esos pequeños favores de los maestros que ponen tan orondos a los niños, y que las tres hijas de del Valle recompensaban con una premura en el servirlos y una modestia y gracia tal, que les ganaba las almas más duras.
Gabriel compadecíase de la miseria tranquila de aquella gente, admiraba su mansedumbre de servidores del templo, satisfechos de vegetar y morir en el mismo sitio, sin curiosidad alguna por lo que ocurría más allá de los muros.
Y el viejo, que lo citaba como modelo a los otros arrendatarios, cuando estaba frente a él extremaba su crueldad, se mostraba más exigente, excitado por la mansedumbre del labrador, contento de encontrar un hombre en el que podía saciar sin miedo sus instintos de opresión y de rapiña.
En los claros ojos de Currita brilló un relámpago de ira, y a poco más pierde su mansedumbre.
Currita comprendió el terrible reproche que esta intencionada observación encerraba, y sin tiempo para reflexionar, y convirtiendo en ira contra los demás el propio remordimiento, achaque común de todos los mezquinos, olvidóse de su suavidad y mansedumbre, y se revolvió furiosa, como una gata arisca a que pisan el rabo, en la impetuosidad de su ira, cometió la imprudencia de disculparse:.
Desde que un ladrón muerto de hambre había logrado imponerse a todos ellos, los propietarios se reían, y para vengarse de diez años de forzada mansedumbre, se hacían más malos que el famoso don Salvador.
En sus ojos inyectados de sangre brillaba la fiebre del asesinato, todo su cuerpo se estremecía de cólera, esa terrible cólera del pacífico, que cuando rebasa el límite de la mansedumbre es para caer en la ferocidad.
Si su familia estaba ciega, en las barracas vecinas bien adivinaban la situación de , compadeciendo su mansedumbre.
Pero el más pequeño, Pascualet, un chiquillo regordete y panzudo, que sólo tenía cinco años, y a quien adoraba la madre por su dulzura y su mansedumbre, prometiéndose hacerlo capellán, lloraba apenas veía a sus hermanos enzarzados en terrible pelea con los otros condiscípulos.
Batiste tenía que labrar una parte del terreno que aún conservaba inculto, preparando la cosecha de hortalizas, y él y su hijo engancharon el caballo, enorgulleciéndose al ver la mansedumbre con que obedecía y la fuerza con que tiraba del arado.
en algunos años de buena cosecha, y el galgo Palomo, blanco, gigantesco en su clase, y de terrible genio para quien se le antojaba a él que molestaba u ofendía a su ama, con la cual era todo blandura, docilidad y mansedumbre.
Pero antes de alcanzar tanta dicha, antes de subir a tanta alteza, ¿qué pruebas de bondad no habrá dado el alma? ¿Por qué áspera senda no habrá tenido que trepar, activa, atenta y persistente? Para ganarse la voluntad de su Creador habrá hecho obras de misericordia, consolando y amparando a los infelices y desvalidos, y con sus oraciones y penitencias, humildad y mansedumbre, habrá sido pasmoso ejemplo y provechoso estímulo a todo ser humano.
En su mirada se transparentan la mansedumbre y la benevolencia, es en ellos ingente la piedad, y al par de ésta sobresale la resignación.
¡Buenos ratos me pasé oyéndole hablar de religión! ¡Qué mansedumbre! ¡Qué dulzura! ¡Nada de vanos escrúpulos ni de ridículas gazmoñerías!.
, y la paz y la mansedumbre bajarán a vuestro corazón! ¡Mirad esos árboles que pasan sin hojas todo un invierno, y que no por eso desesperan, sino que aguardan confiados la hora de su resurrección!—¡Insensatos! ¡Aprended filosofía en esos alcornoques!.
Fuera de esto, nada, siempre había sido la misma mansedumbre, y tan económico que su tía le amaba más quizá por la virtud del ahorro que por las otras.
Torquemada había sido alabardero en su mocedad, y conservando el bigote y perilla, que eran ya entrecanos, tenía un no sé qué de eclesiástico, debido sin duda a la mansedumbre afectada y dulzona, y a un cierto subir y bajar de párpados con que adulteraba su grosería innata.
No sabiendo ya qué decirle, llegó hasta sacarle el ejemplo de Maximiliano, que llevaba con tan cristiana mansedumbre el cargamento de sus agravios.
¡Milagro asombroso! Tampoco se alteró entonces la mansedumbre de Primitivo.
Al protestar, Julián se había incorporado, encendido de indignación, echando a un lado su mansedumbre y timidez congénita.
Entregó su cuerpo y su alma a los sayones, que esgrimieron horribles hojas de papel sellado, mientras la víctima, elevando los ojos al cielo, decía para sí con cristiana mansedumbre:.
—Tambien habrá visto o oido vuesa merced, dijo el alférez, lo que dellos se cuenta, que si acaso echan limosna de las ventanas y se cae en el suelo, ellos acuden luego a alumbrar, a buscar lo que se cae, y se paran delante de las ventanas, donde saben que tienen costumbre de darles limosna, y con ir allí con tanta mansedumbre, que mas parecen corderos que perros, en el hospital son unos leones, guardando la casa con grande cuidado y vigilancia.
Á lo que me preguntaste del órden que tenia para entrar con amo, digo que ya tú sabes que la humildad es la basa y fundamento de todas virtudes, y que sin ella no hay ninguna que lo sea: ella allana inconvenientes, vence dificultades, y es un medio que siempre a gloriosos fines nos conduce, de los enemigos hace amigos, templa la cólera de los airados y menoscaba la arrogancia de los soberbios: es madre de la modestia y hermana de la templanza: en fin, con ella no pueden atravesar triunfo que les sea de provecho los vicios, porque en su blandura y mansedumbre se embotan y despuntan las flechas de los pecados: desta pues me aprovechaba yo, cuando queria entrar a servir en alguna casa, habiendo primero considerado y mirado muy bien ser casa que pudiese mantener, y donde pudiese entrar un perro grande: luego arrimábame a la puerta, y cuando a mi parecer entraba algun forastero, le ladraba, y cuando venia el señor, bajaba la cabeza, y moviendo la cola me iba a él, y con la lengua le limpiaba los zapatos: si me echaban a palos, sufríalos, y con la misma mansedumbre volvia a hacer halagos al que me apaleaba, que ninguno segundaba, viendo mi porfía y mi noble término: desta manera a dos porfías me quedaba en casa: servia bien, queríanme luego bien, y nadie me despidió, sino era que yo me despidiese, o por mejor decir, me fuese, y tal vez hallé amo, que este fuera el dia que yo estuviera en su casa, si la contraria suerte no me hubiera perseguido.
Una vez me llegué junto a él sin que me echase de ver: oíle murmurar entre dientes, y al cabo de un buen espacio dió una gran voz, diciendo: Vive el Señor, que es la mejor octava que he hecho en todos los dias de mi vida, y escribiendo a priesa en su cartapacio, daba muestras de gran contento: todo lo cual me dió a entender que el desdichado era poeta: hícele mis acostumbradas caricias, por asegurarle de mi mansedumbre: echéme a sus piés, y él con seguridad prosiguió en sus pensamientos, y tornó a rascarse la cabeza, y a sus arrobos, y a volver a escribir lo que habia pensado.
Date, date en esas carnazas, bestión indómito, y saca de harón ese brío, que a sólo comer y más comer te inclina, y pon en libertad la lisura de mis carnes, la mansedumbre de mi condición y la belleza de mi faz, y si por mí no quieres ablandarte ni reducirte a algún razonable término, hazlo por ese pobre caballero que a tu lado tienes, por tu amo, digo, de quien estoy viendo el alma, que la tiene atravesada en la garganta, no diez dedos de los labios, que no espera sino tu rígida o blanda repuesta, o para salirse por la boca, o para volverse al estómago.
Salió a nosotros con mucha mansedumbre, ya roto el vestido, y el rostro disfigurado y tostado del sol, de tal suerte que apenas le conocíamos, sino que los vestidos, aunque rotos, con la noticia que dellos teníamos, nos dieron a entender que era el que buscábamos.
Pido esto con esta mansedumbre y sosiego, porque tenga, si lo cumplís, algo que agradeceros, y, cuando de grado no lo hagáis, esta lanza y esta espada, con el valor de mi brazo, harán que lo hagáis por fuerza.
En estotro escuadrón vienen los que beben las corrientes cristalinas del olivífero Betis, los que tersan y pulen sus rostros con el licor del siempre rico y dorado Tajo, los que gozan las provechosas aguas del divino Genil, los que pisan los tartesios campos, de pastos abundantes, los que se alegran en los elíseos jerezanos prados, los manchegos, ricos y coronados de rubias espigas, los de hierro vestidos, reliquias antiguas de la sangre goda, los que en Pisuerga se bañan, famoso por la mansedumbre de su corriente, los que su ganado apacientan en las estendidas dehesas del tortuoso Guadiana, celebrado por su escondido curso, los que tiemblan con el frío del silvoso Pirineo y con los blancos copos del levantado Apenino, finalmente, cuantos toda la Europa en sí contiene y encierra.

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