Ejemplos con manita

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se levantó rígido, tieso como un muerto, pareciendo que se alargaba su estatura hasta crecer la mitad Allí, allí, allá lejos, a veinte brazas de aquella roca se agitaba el agua un poco, se formaba un remolino, aparecía un punto negro Sí, sí, no había duda ¡Jesucristo! ¡Una manita crispada que se alza pidiendo socorro!.
Por ejemplo: abría los ojos con travesura incomparable, estornudaba con redomada picardía, apretaba con su manita el dedo de cualquiera, tan fuerte, que se requería el vigor de un Hércules para desasirse, y aún hacía otros donaires, mejores para callados que para archivados por la crónica.
Pero la solicitaban hacia fuera la juventud, el ansia de existir que estimula a todo organismo, la ciencia del gran higienista Juncal, y particularmente una manita pequeña, coloradilla, blanda, un puñito cerrado que asomaba entre los encajes de una chambra y los dobleces de un mantón.
Pero no quiero reñir contigo, que si quisiera aquí tengo esta manita derecha que sabe dar unos sopapos.
-Pos bien: si por el contrario usté me deja libre la jaza y me jecha una manita pa con su tío de usté, yo le prometo, en cambio, no golver a cantar una copla elante e gente en to lo que me quea de vía.
Todos causaban alejamiento a la hormiga, ninguno se ganó su voluntad, hasta que pasó un ratonpérez, que la supo enamorar tan fina y delicadamente, que la hormiguita le dio su manita negra.
No llevaba guantes, y su manita, cuajada de sortijas, relucía al manejar el abanico, un gran pericón manileño sembrado de flores extravagantes, imposibles.
Enternecido, el médico acarició la manita consumida y pequeña que le tendían para el shake hand.
Pero lo mejor, allá en lo alto, era el Portal, especie de cueva tapizada de papel dorado, con el pesebre de plata lleno de pajuelitas de oro, y en él, de un grandor desproporcionado al resto de las figuras, el Niño echado y con la manita alzada para bendecir a unos pastores mucho más pequeños que él, que le traían, en ofrenda, borregos diminutos.
En el punto mismo, una gota de agua se plaqueó sobre la manita de Nati, que jugaba con el abanico.
Si entre aquella semioscuridad, protegido por aquellos tupidos cendales aéreos, consiguiese yo apretar una manita o me permitiese alguna osadía mayor sin encontrar resistencia.
Allí estaban la Virgen, San José y el Niño que movía la manita como para bendecir a los rapazuelos que lo contemplábamos boquiabiertos, mientras la china Mónica, alentada por un vasito de orines del Niño, que así llamaba el pueblo a la dulcísima aloja o chicha morada con que los religiosos agasajaban a la concurrencia, cantaba:.
-Supe que lo iban a asesinar esos maulas -respondió Moreira riendo siempre y estrechando con efusión la mano que se le tendía y yo también me escondí para darle una manita y para que la cosa no fuese tan despareja.
Otros que estaban cerdeando unas yeguas, también le pidieron una manita, porque eran pocos y querían acabar, pero Pascual dijo que su caballo estaba cansado y los dejó.
La manita que cogí entre las mías estaba seca y ardiente: las mejillas encendidas y los ojos enrojecidos del niño anunciaban una fiebre violenta.
Duró un instante: en seguirla se rehízo sin aparente violencia, y tendió, ancha y abierta, amistosa, la manita de marfil a Miraya, que la saludaba algo cohibido.
Pero no quiero reñir contigo, que si quisiera aquí tengo esta manita derecha que sabe dar unos sopapos.
Pero a riesgo de despoetizar a la calle de la Manita, propia de suyo para citas y reconcomios de enamorados y cuchilladas de zafios, o para que en ella dejen al prójimo más liviano de ropa que lo que anduvo Adán antes de que se le indigestase la manzana, diré que maldito si hubo nada de maravilloso en lo que la superstición de nuestros abuelos abultó tanto.
Y tanto se habló de esto, que todo el vecindario de Lima, ''nemine discrepante'', se persuadió de que el diablo andaba suelto y haciendo de las suyas por la que desde entonces se conoce con el nombre de calle de la Manita.
No sólo los tres muchachos hijos de don Benito ya se interesaban en los trabajos de Sapito y sus resultados, sino que el mismo don Benito también empezaba a seguirlos con atención dando de vez en cuando una manita, o un consejo, que al fin los viejos siempre saben muchas cosas que ignoran los jóvenes.
- Pues no temas, dame la manita, toma ese pedazo de pan que me he hallado, no sé cómo, en el bolsillo y llévame a casa de tu padre.

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