Ejemplos con mameluco

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Especial atención recibió la familia Zavala, de la cual la joven Petrona fue pretendida por el Dictador en sus años mozos, y rechazado por sus padres, calificándolo de mameluco paulista.
Los últimos arzobispos, Juan y Bonacourt de Gloire, dedicados a prevenir la conquista del imperio mameluco, tratando de obtener la libertad de los esclavos cristianos, el cuidado de los refugiados, y la preparación para el próximo asalto.
Los componentes musicales de la danza de los Gallotes los constituye un ritmo de paseo que un acordeón, tambor y caja amenizan, por otro lado la indumentaria de la danza consta de una serie de mameluco negro al que se le han adaptado telas en colgantes en las mangas que simulan alas, medias y zapatos negros con una mascara de gallote.
Nació en Acre, hijo de Badr al-Jamali, un mameluco armenio.
Este último a su vez pidió ayuda al sultán mameluco, pero su pedido fue negado.
Es importante mencionar que el ejército mameluco que peleó en la batalla fue creado específicamente para enfrentar la invasión de los mongoles.
A pesar de que los cristianos se mantuvieron neutrales, creían que sólo era cuestión de tiempo hasta que los mongoles también pretendieran someterlos, así que permitieron al ejército mameluco desplazarse por su territorios libremente, a la vez que reportaban tales movimientos a los mongoles.
Qutuz se alió con otro mameluco, Baibars, quien deseaba defender el Islam luego de enterarse que los mongoles habían capturado Damasco y gran parte del país de Sham.
Desde Persia, Möngke instruyó a su hermano para que proceda al sur a subyugar el Califato Abbasí de Bagdad y luego se desplace hacia Palestina, rumbo a Egipto, para confrontar al Sultanato Mameluco.
Estas muertes le dieron al sultán mameluco, Qalawun Malik Al-Mansur, el pretexto que necesitaba para atacar la ciudad.
Bueno, pues no necesito añadir nada más porque si caes en la tentación de querer a un hombre indigno, adiós mi dinero, adiós decoro Y lo último que te recomiendo es que si logras conseguir que no pueda tentarte otra vez el mameluco de Santa Cruz, habrás puesto una pica en Flandes.
Por aquí colgaba, a guisa de pendón, una pieza de lanilla encarnada, por allí un ceñidor de majo, más allá ostentaba una madeja sus innumerables hilos blancos, semejando los pistilos de gigantesca flor, de lo alto pendía algún camisolín, infantiles trajes de mameluco, cenefas de percal, sartas de pañuelos, refajos y colgaduras.
Éste es dirán el que venció en singular batalla al gigantazo Brocabruno de la Gran Fuerza, el que desencantó al Gran Mameluco de Persia del largo encantamento en que había estado casi novecientos años.
Y se encaró con el mameluco y le dijo: ¿Aceptas como esposa legítima esta esclava? El otro contestó: ¡La acepto! Entonces le dijo el kadí: ¡Ya estás casado! ¡He aquí ahora mil dinares para ti! ¡Divórciate de ella! El mameluco contestó: ¡Ya que me casé legítimamente, quiero permanecer casado, porque me gusta la esclava!.
Pero había en el palacio un joven chambelán llamado Sanjar, que había sido mameluco del difunto Fadleddin, y se había criado con su amo Alí-Nur, a quien profesaba gran cariño.
Y en seguida se destacó del ejército un grupo de jinetes, que adelantó al galope, y cada mameluco del chambelán fué cercado por cinco jinetes.
Y al ver al síndico en compañía de aquel hermoso joven, empezó a sonreírse con socarronería y a gastar bromas picantes acerca de ellos, diciendo a los mercaderes que le oían: ¡Mirad al viejo de barbas blancas! ¡Es lo mismo que el perro! ¡Blanco por fuera y verde por dentro! E iba de un mercader a otro repitiendo a todos sus chanzas y chistes, hasta que no quedó uno en el zoco que no tuviera la certeza de que el síndico Schamseddin tenía en su tienda a un joven mameluco para su placer.
Mientras tanto, mi padre, el rey Tigmos, se enteró de nuestra desaparición al preguntar al mameluco que guardaba nuestros caballos.
Abi-Yussuf contestó: ¡La cosa es todavía más fácil! ¡Que hagan venir a un mameluco joven! Al punto hicieron ir al mameluco en cuestión, y dijo Abi-Yussuf: Para que sea lícita esta liberación inmediata, es necesario que la esclava esté casada legítimamente.
¡Voy, pues a dársela en matrimonio a este mameluco, quien mediante una retribución se divorciará de ella antes de tocarla! Y solamente ¡oh Emir de los Creyentes! podrá pertenecerte como concubina la esclava.
Al oír esta respuesta del mameluco, el califa frunció las cejas con cólera, y dijo al kadí: ¡Por el honor de mis antepasados, que la solución que buscaste va a llevarte a la horca! Pero Abi-Yussuf dijo sonriendo: ¡No se preocupe nuestro dueño el califa de la respuesta de este mameluco, y convénzase de que es más fácil que nunca la solución ahora!.
Y se adelantó Califa hacia él, y como un joven mameluco quería impedirle el paso, le empujó y le gritó: ¡Déjame, hijo de perro!.
Y dijo el rey: ¡Qué me traigan, pues, al mercader y a la esclava! Y el mameluco apresurose a introducir al mercader y a su hermosa esclava.
Y he aquí que estando un día el rey sentado en la sala de recepción en medio de sus visires, de sus emires y de los grandes del reino, y mientras charlaba con ellos no de enojosos asuntos de gobierno, sino de poesía, de ciencia, de historia y de medicina, y en general de cuanto pudiera hacerle olvidar la tristeza de su soledad sin posteridad y su dolor por no poder dejar a sus descendientes el trono que le legaron sus padres y sus antepasados, entró en la sala un joven mameluco, y le dijo: ¡Oh mi señor, a la puerta hay un mercader con una esclava joven y bella como jamás se vió!.
Ella dijo: Pero dime, ¿es que no ha podido el príncipe encontrar otro mensajero un poco menos repulsivo que tú para enviármele? Al oír estas palabras, aunque le mortificaron mucho, el mago se echó a reír con el mandil arrugado de su cara amarilla, y contestó: ¡Ciertamente, ¡por Alah, oh mi dueña! que no hay en el palacio otro mameluco tan repulsivo como yo! ¡Pero acaso la mala apariencia de mi fisonomía y la abominable fealdad de mi cara te induzcan a error con respecto a mi valer! ¡Y ojalá puedas un día comprobar mi capacidad y aprovecharte, como el príncipe, del don precioso que poseo! ¡Y al saber entonces cómo soy, me alabarás! ¡En cuanto al príncipe, si me escogió para que viniera a tu lado, lo ha hecho precisamente a causa de mi fealdad y de mi odiosa fisonomía, y con el fin de que sus celos no tengan nada que temer con tus encantos y tu belleza! Y no son mamelucos, ni esclavos jóvenes, ni hermosos negros, ni eunucos, ni servidores, lo que faltan en palacio.
El califa le dijo: ¡Te lo permito! ¡Es tu esclavo y tu propiedad! Entonces Abi-Yussuf se encaró con la joven y le dijo: ¡Te regalo este mameluco y te lo doy como esclavo comprado! ¿Le aceptas así? Ella contestó: ¡Le acepto! Abi-Yussuf exclamó: En ese caso, queda anulado el matrimonio que acaba de contraer contigo.
Luego añadió: Solamente has de permitirme ¡oh Emir de los Creyentes! que me conduzca con este mameluco como si fuera un esclavo mío.

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