Ejemplos con lágrima

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Una lágrima palpita en el borde de sus pestañas.
No, Lucía no podía llorar más, sus ojos secos no contenían lágrima alguna, lo que deseaba era descanso, descanso.
Imaginaosdijoun hombre llegado al último extremo del crimen, cargadle a vuestro pensamiento con todas las acciones afrentosas que fuera posible imaginar, vedle dormir tranquilo en medio de su vergüenza, como si se viera al abrigo de la muerte, como si no tuviera ya remordimientos ni tuviera conciencia Mas un día, lo mismo que en el sueño de Nabucodonosor una piedra desprendida de la montaña hizo pedazos al coloso con pies de barro, así también un átomo arrancado a la misericordia de Dios por los ruegos de algún justo derribará sin causa alguna aparente ese coloso del mal y formará en sus entrañas desesperadas una lágrima, que subirá hasta el corazón y pasará por los caminos que Dios ha hecho para llegar a sus ojos marchitos, y brotará por ellos, y rodará al fin por sus mejillas ¡Esa lágrima le ha revelado la verdad y conquistado el perdón y devuelto la paz!.
Ella no derramaba una lágrima: asustado el cura, quería detenerla.
Velarde sintió vergüenza de sí mismo, y la ola misteriosa subió, subió del corazón a los ojos, hasta hacerle llorar, con la cabeza entre las manos, llorar a lágrima viva, llorar también sollozando, con más debilidad que una mujer, con más pavor que un niño ¡Su madre sí que le adoraba! ¡No le aconsejaría ella cruzar un par de tiros, ofendiendo a Dios, ponerse delante de una bala con riesgo de perder la vida, con riesgo de perder el alma! ¡Y se habían pasado ya tres años sin verla! ¡Y estaba tan lejos la santa viejecita! ¡Y acababa él, ingrato y perverso, de dejar pasar cerca de dos meses sin escribir una letra a la pobre anciana!.
Y enjugándose con su finísimo pañuelo una lágrima, que, falsa o verdadera, apareció en sus ojos, dejaba ver al descuido la bellísima flor de lis que traía en el pecho, y una magnífica pulsera de oro, en que con sus gruesos brillantes se leía incrustada la cifra de Isabel II.
Mas en las naturalezas heroicas crecen las fuerzas en la misma proporción que crece el dolor del sacrificio, y sin derramar una lágrima ni mostrarse ya acongojada ni afligida, ocupóse tan sólo de sus preparativos de marcha.
Y se fue a su cuarto el inocente, y allí, en aquella soledad en que nadie había de consolarlo, lloró a lágrima viva, lloró a raudales Porque sentía una pena profunda que le destrozaba el corazón sin comprenderla, como destroza las entrañas sin dar la cara un cáncer oculto, porque sentía una vergüenza, por decirlo así, anónima, que le hacía ocultar el rostro bañado en lágrimas en la blanca almohadita ¿Y por qué, por qué sentía él aquella vergüenza, si era bueno y amaba a su padre y a su madre, y adoraba a Lilí, y tenía siempre notas de sobresaliente, y le rezaba a Dios todos los días, y también a la Virgen Santísima que estaba allí delante, en un cuadro, con el Niño en los brazos?.
La noticia corrió de un extremo a otro de la corte, sin hacer derramar una lágrima, pero despertando por todas partes la admiración, el espanto y, sobre todo, la curiosidad, la curiosidad ansiosa y hasta, por decirlo así, rabiosa de conocer los pormenores de aquel drama misterioso, más interesante que los lúgubres episodios de Ana Radcliffe y las dramáticas aventuras de Clara Harlowe.
¡Quién lo había de creer! Al oír esto la niña, apagóse en sus labios la sonrisa, como una luz que mata de repente una ráfaga de viento, cruzó las manos angustiada, miró a su madre con espanto y se echó a llorar a lágrima viva, con el corazón encogido.
Y como si aquella lágrima bendita, alcanzada por la oración de un justo, se formase en aquel momento en algunas entrañas y subiese hasta un corazón y brotase por unos ojos, con explosión de dolor formidable, rompió el hondo silencio un sollozo que resonó por todos los ámbitos de la capilla, haciendo al jesuita enmudecer un instante, y mirarse pálidas y sobrecogidas a cuantas vieron a la condesa de Albornoz desplomarse sobre el reclinatorio, aniquilada como el grano de mijo que machaca la piedra de molino, mordiéndose las manos para contener, como con esfuerzo sobrehumano contuvo, los gritos, los sollozos, los alaridos de dolor que parecían hervirle en el pecho, sin llegar a reventarle por los labios.
No sucedió lo mismo a la marquesa de Sabadell: viola muy bien esta, la conoció al punto, y el temblor de sus manos, el gesto espontáneo de horror con que apartó la vista, el ansia cruel con que se levantó su pecho, sin que pudieran exprimir sus vaivenes una sola lágrima, como si se hubiese agotado ya en aquel corazón el manantial de ellas, revelaron claramente la impresión horrible que le hacía la presencia de aquella mujer funesta, que encontraba por primera vez después de tantas desgracias.
Era menester más dominio sobre la natural condición para vencer en esta lucha que el del esparciata que sin verter una lágrima y sin lanzar un quejido se dejó desgarrar el cuerpo por las uñas de una fiera.
¿Por qué no iba él dentro de aquella caja? ¿Por qué no había caído cuatro años antes, cuando sufrió una pulmonía que puso en conmoción a toda su familia? Al menos habría muerto creyendo en su madre, y al partir le hubiera consolado un gesto, una lágrima de aquella mujer.
Indignado, colérico, estrujé la carta, y yo que no tuve en mis ojos una lágrima ni en los momentos de amortajar a mi tía, a quien tanto amé, a quien tanto debía yo, que tanto me quiso, que fué para mí como una madre, no pude resistir aquel nuevo dolor.
¿No te sientes feliz cuando haces algo bueno, cuando socorres a un necesitado, cuando enjugas una lágrima o das una palabra de consuelo? Pues yo sí, y tú también, tú también, porque eres bueno.
El otro día llegué, y me las encontré llorando, llorando a lágrima viva.
Ya lo verás: no lloraré, ni una lágrima saldrá de mis ojos, y eso que parezco una chiquitina, y por cualquiera cosa ya estoy llorando.
Orión fulguraba espléndido, Sirio brillaba apacible como una lágrima de oro, Aldebarán ardía purpúreo, la cerúlea Capella parpadeaba melancólica, y allá por el Sud, joya sin par de las regiones australes, resplandecía Canopo con irradiaciones azules, blancas y rojas.
Confieso que al ir copiando estas páginas, escritas hace cuatro lustros, y tanto tiempo olvidadas, torna y se apodera de mi alma árida y triste aquella plácida melancolía de mi penosa juventud, confieso que al copiar los capítulos de esta historia amorosa, viene a mi memoria el recuerdo de aquellos días, y de mis ojos, que ya no saben llorar, rueda una lágrima.
¡Lágrima santa, que un sello de franqueo lleva al hogar tranquilo donde envejecen mis padres!.
¡Oh! cuando comparo mi actual libertad, mi ancho vivir, el inmenso teatro de mis operaciones, mi temprana experiencia, mi alma descubierta y templada como un piano en noche de concierto, mis atrevimientos, mis ambiciones y mis desdenes, con aquel rapazuelo que tocaba la zambomba hace quince años en un rincón de Andalucía, sonríome por fuera, y hasta lanzo una carcajada, que considero de buen tono, mientras que mi solitario corazón destila en su lóbrega caverna, procurando que no la vea nadie, una lágrima pura de infinita melancolía.
Fortunata, desde que su tía empezó a hablar, lloraba a lágrima suelta, pero al oír lo de que iban a ser marquesas, una ráfaga de jovialidad pasó por encima de la onda de tristeza, y la joven se echó a reír con la cara anegada en llanto.
Y al salir de la casa sintió tal pena de haberse expresado con displicencia y ardor, que le faltaba poco para derramar una lágrima.
Pero no, no me avergüenzo de que se me salte una lágrima.
No aguanto más, no puedo aguantar más era lo único que ella decía con angustioso hipo, mojándole a él la cara y las manos con tanta y tanta lágrima.
Estaba ésta encendida, demudada, y por sus mejillas corría despacio una lágrima, pero al darle la luz en los ojos, no pudo menos de sonreír ligeramente y secar el llanto con su pañuelo.
Ya se ve: no puedes vivir sino entre condes y marqueses y oradores y diplomáticos ¡Quieres casarte y separarme de mi hija para siempre!añadió enjugándose una lágrima.
Estas palabras, el grande afecto con que la mora las dijo, hicieron derramar más de una lágrima a algunos de los que la escucharon, especialmente a las mujeres, que de su naturaleza son tiernas y compasivas.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba