Ejemplos con luna

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Platero ,- jugar ,- Diana ,- parecerse a ,- la luna ,- la vieja cabra.
La luna viene con nosotros, grande, redonda, pura.
Platero, no sé si con su miedo o con el mío, trota, entra en el arroyo, pisa la luna y la hace pedazos.
La luna ,- en los prados ,- se ven ,- cabras negras ,- alguien ,- esconderse ,- a nuestro pasar ,- un almendro inmenso ,- revuelta la copa ,- un olor a naranjas.
La luna está ahora llena, y a su pálida plata, el pobre cantor, en la mano cándida de Blanca, parecerá el pétalo mustio de un lirio amarillento.
Platero juega con Diana, la bella perra blanca que se parece a la luna creciente, con la vieja cabra gris, con los niños.
Había un ancho escaparate, con límpida luna de cristal.
En lo más altanero de la luna de cristal desarrollábase una cinta, a modo de divisa heráldica, declarando, con doradas letras teutónicas: Una hermosura soberana inspira a Caramanzana.
Los patricios y senadores romanos usaban botas de piel encarnada, con una media luna de plata, la luna patricia.
Llevaba ya lloviendo un cuarto de luna.
Uno quería un gobierno de provincia para su hermano, otro, una alcaldía en la isla de Cuba para sí mismo, otro, un juzgado para su pueblo, otro, una administración de aduanas para un primo arruinado por la causa de la libertad, otro, la destitución de un funcionario probo que se oponía tenazmente a ciertas pretensiones de su familia, otro, un ascenso, otro, una cátedra, en fin, por pedir, se pedia allí hasta la luna, y el Ministro, o el Subsecretario en su deseo de complacerlos a todos, tecleaba sin cesar sobre los botones de las campanillas, a cuya música iban apareciendo los altos empleados que podían entender en aquel cúmulo de solicitudes.
Cuando tales cosas decía de él un diario ministerial, que poco antes le había puesto en los cuernos de la luna, ¿qué no dirían los que, amén de ser de oposición, no tenían que guardarle miramiento alguno? Jamás supo el pobre hombre hasta qué punto le maltrató aquel día la prensa de todos matices.
Encima de estas tres puertas, de un gótico exuberante, se elevaba el segundo cuerpo, de arquitectura grecorromana y construcción casi moderna, causando a Gabriel Luna la misma molestia que si un trompetazo discordante interrumpiese el curso de una sinfonía.
Comenzaba a amanecer cuando Gabriel Luna llegó ante la catedral.
La noche obscurecía los matorrales cercanos, llegaban hasta nosotros el mugir de las reses y el de los vaqueros, un ejército alado cruzaba los espacios raudo y vibrante, y en el cielo sin nubes brillaba la triste luna con apacible claridad.
En el último soneto puse sobre los cuernos de la luna a la dulce Angelina, oculta bajo el poético nombre de Flérida.
Se alejaba la tempestad, se despejaba el firmamento, asomaba la luna, y las nubes, antes aterradoras y negras, se convertían en blancos celajes orlados de plumas, de blondas, de argentados flecos, en veleros esquifes, en góndolas de nácar, en cisnes maravillosos de cuello enhiesto y alas erguidas, que bogaban en un golfo de aguas límpidas salpicado de estrellas.
Un fulgor de plata inundaba el horizonte, y allá, tras los picachos de la Sierra, surgía la luna llena, espléndida y magnífica.
El balcón abierto, las llanuras adormecidas, la selva silenciosa, el cielo límpido y puro, sin nubes ni celajes, la luna a la mitad de su carrera, el piano derramando a torrentes la música de los grandes maestros, la belleza y la juventud rindiendo culto al arte, y en mi alma la dulce alegría de quien ama y es amado, el enjambre cerúleo de las más risueñas esperanzas.
Después de la cena, luego que los empleados se retiraron a sus habitaciones, me fui a la sala, abrí el balcón, y sentado en una mecedora, gozando del fresco de la noche, una hermosa noche de luna, me puse a pensar en Linilla.
La luz de la luna pasaba a través del follaje y dibujaba en la arena blanquecina círculos vagarosos.
Luego pasaron al tocador, un cuartito en el que la luz de la ventana, después de resbalar sobre la luna biselada de un gran espejo, quebrábase en el cristal azulado o rosa de las polveras y los frasquitos de esencia.
La clara luna retrataba en su fondo ligeramente azulado las cabezas de las dos hermanas, con la cabellera suelta y vestidas de blanco, como tiples de ópera en el momento de volverse locas y cantar el aria final.
Cuando volvieron al tocador y se miraron en la clara luna, su alegría reapareció.
Sus amores con Tónica, aquella luna de miel ideal, el afán de acompañarla a todas partes, hablando de su porvenir, le tenían tan distraído, que si no olvidó sus promesas, fue difiriendo su cumplimiento siempre para el día siguiente.
Y como si presintiese lo que pensaba su mujer y quisiera apaciguarla de antemano, lanzaba a la obesa señora una mirada de ternura, como un hombre honrado y de costumbres intachables recordando su tranquila luna de miel.
El tiempo era hermoso: una tarde de verano, con el cielo limpio de nubes, y en lo más alto, como un jirón de vapor tenue y apenas visible, la luna, esperando pacientemente que le llegase el turno para brillar.
Fondo de aquel hermoso cuadro, graciosa cordillera, valles conocidos y amados, un cielo límpido y puro, por el cual ascendía la creciente luna semivelada en un celaje.
Recordaría esos grabados encantadores en donde Lamartine, de cara al empíreo , increpa al cielo por su ventura perdida, aquellas imágenes de Elvira, de pie en la barca, bajo la luna que entumece los corazones y los lagos.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba