Ejemplos con lujurioso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se inspiraban en los paisajes que intentaban reproducir y mejorar: el desarrollo tenía que ser lujurioso, el aspecto placentero, de forma que propiciaran la soledad, la meditación, el reposo y el sosiego.
Tras ellos nació Crono el astuto, el más joven y terrible de sus hijos, y éste odió a su lujurioso padre.
Cuando fusionaron las letras, la canción representó el lado lujurioso del sexo en los versos, el lado apasionado en el puente y el lado romántico en el coro.
Roquelaure, este último en sus primeros años y para temas más orientados a adultos, sus libros contienen constantemente mezclas de lo horroroso con lo lujurioso, destacándose en sus historias de ficción los sentimientos homoeróticos que sienten sus personajes.
Esto enfureció al lujurioso Pan, que ordenó a sus seguidores matarla.
La represalia del régimen franquista no se hizo esperar: con ayuda de dobles y testigos comprados se maquinó toda una conspiración para presentar al obispo como un hombre lujurioso, cliente frecuente de prostíbulos y cabarés en Sevilla, Barcelona y París.
Esta obligación en que se coloca a estas criaturas de dar cuenta exacta del acto lujurioso de este hombre, es en verdad una de las más bellas instituciones francesas.
, aprovechando el caos de Roma en el llamado Año de los cuatro emperadores, Venutius se alzó nuevamente en armas, con apoyo de tropas de los Cervetii, Novantae y Selgovae y con el apoyo popular que lo prefería ante, con palabras de Tácito: el adúltero, lujurioso y salvaje temperamento de la Reina.
Desde la perspectiva de algunos, a lo largo de la historia, a ver el deseo sexual siempre como algo lujurioso independientemente de que este fuera o no irrefenable o estuviera o no dentro de los límites la obsesión y/o adicción.
El barón es un personaje burdo, lujurioso y pedante, mientras la Mariscala representa el pensamiento moderno, refinado e inteligente.
Para los seguidores de la serie, la descripción que hace Cornwell de Merlin como un druida lujurioso, impulsivo, malicioso e irreverente es particularmente memorable, al igual que sus resueltas descripciones de las barbaridades del oscurantismo.
Cuando Murdoch llegó a Southampton, se le informó que sería el Jefe de Oficiales en el buque hermano del Olympic, es decir, en el más lujurioso y famoso barco, el RMS Titanic.
El vanidoso se mira en el espejo, el avariento mueve su bolsa, el esqueleto blande su guadaña y tira de una cuerda, el lujurioso mueve la cabeza para mostrar que acecha siempre.
Si no fuese por el Mí Mismo, nadie sería iracundo, nadie codiciaría los bienes ajenos, ninguno sería lujurioso, envidioso, orgulloso, perezoso, glotón, etc.
Con lujurioso afán.
Piensa un soberbio que tiene todo el mundo y tiene al diablo, piensa un lujurioso que tiene la carne y tiene al demonio, y ansí anda todo.
Así fue, amigos míos, cómo quedé libre de aquel Yo lujurioso que en la Edad Media creara, cuando andaba como Bodhisattva caído sobre regia cabalgadura en los empedrados caminos, que de castillo en castillo me llevaron por las tierras de los señores feudales.
Luego veo con asombro místico a un demonio lujurioso, terriblemente perverso, que saliendo de mi cuerpo por la Espina Dorsal, toma la forma de un caballo que relincha.
Al verse después despilfarrada, en muchos casos, la tierra pública, marchantada en concesiones fabulosas de treinta y más leguas, al ver la garra de favoritos audaces clavada hasta las entrañas del país, y al ver como la codicia les dilataba las fauces y les provocaba babeos innobles de lujurioso apetito, daban ganas de maldecir la gloriosa conquista, lamentando que todo aquel desierto no se hallase aún en manos de Reuque o de Sayhueque.
Es Marte, el lujurioso guerrero.
En el interior del negocio, cómplice de la pobreza del hombre mísero, se escucha el escándalo lujurioso producido por las disputas que de vez en vez surgen entre los ebrios.
Con inquieta y temblorosa prontitud se bajó los harapos que traía como pantalones y en un gesto lujurioso se enlagartijó sobre la inerte.
— Concluyó Alberto su lujurioso saboreo.
A esa hora las llaves de regadío automático se encienden en el refinado caserón del suicida y los irrigadores principian su eterna ronda de alimentar todos los rincones del espléndido jardín que luce su discreto, pero lujurioso encanto.
Perezosa, letárgica, entregada a la holganza en medio de una fonda gigantesca, gozando del amor al arrullo de los pájaros, al olfateo casi lujurioso de sus flores, sesteando a la hora en que la tierra, encendida por el sol, fluía de sus entrañas hálitos de caliente bochorno, extática ante la quimera azul de un cielo siempre limpio, o aletargada siempre por el fuego de los trópicos, Villabrava revelaba a todas horas la honda y profundísima tristeza de las «razas vencidas».
Un cielo gris, una claridad tibia y un campo de palideces multicoloras despiertan en mí más ideas y emociones que un cielo deslumbrante, una atmósfera cálida y un bosque lujurioso.
¿Sería su padre don Olimpio, aquel viejo repugnante y lujurioso? ¡Ah, no! No se hubiera atrevido a querer seducirme.
Rumiaba a la vez su despecho de lujurioso burlado.
Una maga de larga túnica de percal negro, estrellada de papel dorado, y puntiagudo capirote, bailaba, ciñéndose a un chulo peinado con persianas, una mora de mancebía, dejábase languidecer en brazos de un innoble tipo de rubicundo rostro, cabellos teñidos, ladeado hongo, roja corbata y grueso diamante en el anular, hibridación de tahur y tratante en caballos, más allá, un viejo flaco, zancudo, calvo, de libidinoso mirar y babosa sonrisa, oprimía contra su pecho, como esos vampiros de los cuentos de Hoffman, enorme bebé de astroso atavío de alquiler, juvenil chicuelo, indudablemente escapado de su casa, adheríase a enorme mujerona que movía con lujurioso ritmo sus macizas ancas de vaca, Colombina prostituida mirábase en los ojos de un ordenanza de Ministerio, y un estudiante, abrazado a una prójima, pasaba lento, mordiendo sus cabellos pintados, viejos verdes, colegiales, toreros de invierno, obrerillos endomingados, horteras, vividores de profesión, matones, chulapones de mancebía, pasaban, llevando entre los brazos noches nevadas, floristas, chulas, couplelistas, reinas de zarzuela, sacerdotisas egipcias, arlequines y locuras, pasaban y repasaban en hórrida zarabanda, poseídos de la gravedad de sus actos, mientras una Doña Inés neurótica escapaba de los brazos de un chauffeur.
Así, pues, las tres cuartas partes y media de los hombres nacemos, vivimos y nos sorprende la muerte sin conocer los nombres de los organismos sexuales y sólo nos damos cuenta de éstos, por el instinto animal que periódicamente en ellos se manifiesta, más bien como deseo lujurioso que como verdadero ejercicio fisiológico.

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