Ejemplos con lugarejo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En esta novela póstuma, Cristóbal Zaragoza nos refleja el infierno del escritor, contada por Ginés Bullón, el más necio de los aprendices de este ingrato oficio de escritor, quien se manifiesta devotísimo de don Miguel de Cerbantes, quien le sirve de secretario así como de mozo de campo y plaza desde la muerte de Sancho, y de cuyas desdichas es seguidor desde que hubiera conocimiento de él, en el lugarejo de Esquivias.
En un lugarejo en Marruecos famoso por su artesania en alfombras.
Una donación de la segunda mitad del siglo IX coloca in Castella in territorio Amaia al lugarejo de Puentes al noroeste de la Peña.
Una donación de la segunda mitad del siglo IX coloca in Castella in territorio Amaia a este lugarejo situado al noroeste de la Peña.
Ningún hombre se veía en todo el lugarejo ni en sus contornos.
Severiana, que recordaba haber visto en su lugarejo uno por el estilo, le cuidaba y atendía cual si fuera de carne y hueso: su espíritu inculto, pero delicado, establecía una relación misteriosa entre aquel Jesús y su niña.
Durante los cuatro últimos días de la primera semana que pasó don Cándido en Santa Cruz de Lugarejo no dejó de asomarse para contemplar a los canteros, y si alguien le observase de cerca, acaso por la emoción reflejada en su rostro, pudiera sospechar que aquella tarea dura y penosa despertaba en el alma del cura una emoción dulce y compasiva.
Si en su lugarejo no encontró amparo, en las ciudades le faltó protección.
¡Oh, memoria, qué dulces recuerdos trajiste! ¡Oh, fantasía, cómo los poetizaste! Mozuela que allá en el pobre lugarejo le esperabas en el pajar, sabrosa luna de miel pasada con Frasquita, cocinerilla vencida en la trastienda, en una sofocante siesta de verano, dichosas y felices aventuras, ¡cómo y con qué fuerza surgisteis en la imaginación del estanquero, poblándola de halagadoras reminiscencias que le inspiraron deseos de nuevos triunfos!.
Bastaba la costumbre para autorizarlo, y el ser amigos de la casa mortuoria en un lugarejo tan desmantelado como aquél, para justificar la costumbre.
Y cuando el champaña hervía en los cálices cristalinos, me acordé de los dos guardias que acaso entonces llegarían calados, transidos de frío, a la casa-cuartel del lugarejo lejano, y descubrí sus tricornios de charol, goteando el agua de la tempestad, sus capetas mojadas, sus polainas llenas de barro, y como recompensa de este esfuerzo diario, la mísera cena de legumbres, con la esposa harta de trabajar, con los chicuelos andrajosos, condenados a vivir de pueblo en pueblo, sin esperanza de un oficio útil, desprovistos de toda posibilidad de cultura.
Navegó mucho en sus juventudes, anduvo hasta los cincuenta años de uno en otro país y cuando, inutilizado por el reuma, dio vuelta al lugarejo, hízolo con un saco de ideas que los aldeanos, no acertándolas a entender, tomaron por declarada chifladura.
Vericueto es una bandada de chozas pardas y algunas casuchas blancas esparcidas por la ladera aquella de Suaveces, parece que van al asalto de la cumbre, berrueco inmenso que amenaza desplomarse sobre la diseminada tropa y aplastar todas las viviendas que encuentre en su caída, a la cabeza del asalto, es decir, en lo más empinado del lugarejo, se ve un grupo de aquellas chozas, de las más humildes, de las más viejas, rodeando la iglesia parroquial, mezquina fábrica, una mala capilla cuadrada, fea, prosaica, que hacen bien en ocultar casi por completo los corpulentos robles que la rodean, con hojarasca siempre gárrula y temblona, a poco, casi nada que sople la brisa.
Fue este arzobispo aquel de quien cuentan que al salir del pueblo de Mala, lugarejo miserable y en el que su ilustrísima y comitiva tuvieron que conformarse con mala cena y peor lecho, exclamó:.
Esta prenda no debía permanecer en un obscuro lugarejo de la sierra, y el señor Cartagena ofreció por ella al cura quinientos pesos.
Las tales pécoras pasaban sus ratos de ocio tan alegremente como era posible pasarlos en un lugarejo de la sierra cantando yaravíes y bailando cachua al son de un pésimo rabel, tocado por un indio viejo, sacristán de la parroquia y compadre de doña Pacomia.
Resignóse el catalán a seguirlos, que el argumerlto del puñal no admitía vuelta de hoja, y lo condujeron al Cercado, lugarejo que, por esos tiempos, era de espantosa lobreguez.
En esta manera, habiendo escapado de dos peligros, otro día siguiente, cargado otra vez de los divinos despojos, con sus panderos y campanillas, echacorveando por esas aldeas empezamos a caminar, y habiendo ya pasado por algunos castillos y caserías, llegamos a un lugarejo donde había sido una ciudad muy rica, según que los vecinos de allí contaban y aun parecía en los edificios caídos que había, aposentados allí aquella noche, oíles contar una graciosa historia que había acaecido de una mujer casada con un hombre pobre trabajador, la cual quiero que también sepáis vosotros.
-Aquel lugarejo es Provedaño, y aquí está el fin de nuestra jornada de hoy.
-Exacto -dijo Neluco-, pero en ese lugarejo hay una casa solariega.

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