Ejemplos con luciente

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los olivares se ensombrecen, cobran un tinte oscuro los cuadros de alcacel luciente, resaltan hoscas las tierras de barbechos.
El piso se extiende en baches y altibajos, en el centro destaca el brocal desgastado de un pozo, un labriego, al sol, sobre un poyo de adobes rojos, duerme con la cabeza sobre el pecho y los brazos caídos, junto a él reposa un perro largo, enjuto, negro, luciente.
De estos bolsillos, una de las viejas extrae una enorme y luciente llave, y la otra, otra llave disforme y un peine amarillento.
Por la mañana, Pepita, Carmen, Lola se peinan en la entrada, luciente en sus mosaicos pintorescos.
La mesa está lindamente aparejada, la cristalería es luciente y fina, el mantel es blanquísimo, y sobre su blancura resaltan los anchos ramos de flores bien olientes y la loba morada del obispo.
Los veteranos andan con la cabeza más erguida, muy luciente el chaleco blanco, muy bruñido el puño del bastón.
¡Y ojalá hubiera escrito bien todas mis precisas impresiones de aquella vez que, desafiando a papá en chanza, tomó del trofeo un florete y se puso en guardia! Estaba tan bien con el arma luciente en la mano y la mirada relampagueando como la espada, era tan fuerte y ágil, que me pareció verdaderamente un ser destacado de una de esas novelas de Walter Scott que tanto me agradan.
Tal fué el sublime arranque de humildad con que, sacando del bolsillo el primoroso puñal indio que aquella tarde habia llevado a la Procesion, lo desnudó, alzólo a la altura de su cara, contempló su luciente hoja y rica empuñadura, lo besó luégo, y lo colocó a los piés del Niño Jesus.
Y, finalmente, de una percha pendían varios manteos, raídos y apolillados unos, de nuevo y luciente paño otros.
Es asimesmo la buena mujer como espejo de cristal luciente y claro, pero está sujeto a empañarse y escurecerse con cualquiera aliento que le toque.
Estaban acaso a la puerta dos mujeres mozas, destas que llaman del partido, las cuales iban a Sevilla con unos arrieros que en la venta aquella noche acertaron a hacer jornada, y, como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la venta, se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan.
Apenas la blanca aurora había dado lugar a que el luciente Febo, con el ardor de sus calientes rayos, las líquidas perlas de sus cabellos de oro enjugase, cuando don Quijote, sacudiendo la pereza de sus miembros, se puso en pie y llamó a su escudero Sancho, que aún todavía roncaba, lo cual visto por don Quijote, antes que le despertase, le dijo:.
Y es de saber que, llegando a este paso, el autor de esta verdadera historia exclama y dice: ¡Oh fuerte y, sobre todo encarecimiento, animoso don Quijote de la Mancha, espejo donde se pueden mirar todos los valientes del mundo, segundo y nuevo don Manuel de León, que fue gloria y honra de los españoles caballeros! ¿Con qué palabras contaré esta tan espantosa hazaña, o con qué razones la haré creíble a los siglos venideros, o qué alabanzas habrá que no te convengan y cuadren, aunque sean hipérboles sobre todos los hipérboles? Tú a pie, tú solo, tú intrépido, tú magnánimo, con sola una espada, y no de las del perrillo cortadoras, con un escudo no de muy luciente y limpio acero, estás aguardando y atendiendo los dos más fieros leones que jamás criaron las africanas selvas.
Aquí descubre un arroyuelo, cuyas frescas aguas, que líquidos cristales parecen, corren sobre menudas arenas y blancas pedrezuelas, que oro cernido y puras perlas semejan, acullá vee una artificiosa fuente de jaspe variado y de liso mármol compuesta, acá vee otra a lo brutesco adornada, adonde las menudas conchas de las almejas, con las torcidas casas blancas y amarillas del caracol, puestas con orden desordenada, mezclados entre ellas pedazos de cristal luciente y de contrahechas esmeraldas, hacen una variada labor, de manera que el arte, imitando a la naturaleza, parece que allí la vence.
¡Oh clara y luciente estrella, en cuya lumbre me apuro!, al punto que te me encubras, será de mi muerte el punto.
—Esta tan luciente espada —dijo el Valeroso —fue la celebrada de Jorge Castrioto, y.
luciente espejo en quien las divinas grandezas se representan.
apagado su luciente brillo.
Y Dolores vaciló un punto al acordarse del señor Candelario, de aquel pobre viejo para el cual un desengaño sería peor que una puñalada trapera, pero al acordarse de él se acordó de su imponente abdomen, de sus enormísimos mofletes, de su luciente calva, y miró después al Caperuza y.
Sol, que con alas de oro vas luciente,.
cual en el manso mar el sol luciente.
Cuando descubrió en el confesonario del Magistral un alma hermana, un espíritu supra-vetustense capaz de llevarla por un camino de flores y de estrellas a la región luciente de la virtud, también creyó Ana que el hallazgo se lo debía a Dios, y como aviso celestial pensaba aprovecharlo.
Ved la figura del laborioso que se yergue delante de la grande y luciente pieza de hierro.
pero lo dejan, falta una posición, las muchachas pierden su hermosura y acaban en beatas, los muchachos dejan el luciente sombrero de copa, se embozan en la capa y se hacen jugadores.
Piensa en todo lo más bonito, primoroso y luciente que viste en tu vida, pónlo junto, y tal vez concebirás entonces lo que el palacio parecía.
Puro y Luciente sol, ¡oh, qué consuelo.
muy más que el oro del Ofir luciente,.
La arcaica figura permanecía inmóvil, y sólo la luciente mirada vivía en ella.
Y, suavemente, como esquife ligero que cruza un lago, en el firmamento sosegado y frío bogó la luciente hoz de la luna.
Además, le atraían los cacharros, aquella luciente porcelana con letreros de oro, que encerraba, como en urnas sagradas, el misterio de la salud, a precios fabulosos, imposibles para un jornalero.

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