Ejemplos con luciendo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Actualmente cada comuna italiana tiene un confalón luciendo su escudo de armas.
Madonna aparece muy elegante, luciendo una peluca de cabello corto negro y unos impresionantes ojos azules, muchos fans creyeron que Madonna había usado lentes de contacto, aunque no fue así.
La guia de Chernóbil Yuriy Tatarchuk recuerda que Filatova realizó el tour, luciendo una chaqueta de cuero de motorista posando para las fotos.
En el video Madonna aparece chapoteando en un tranquilo mar luciendo un vestido negro.
Al día siguiente el General Contreras visita a la joven herida, lo acompaña el entonces Capitán Moren Brito, luciendo la metralleta Skorpio del líder del MIR.
Más tarde, aparecieron protegiendo las fronteras de Rusia, luciendo armaduras nuevas y más avanzadas.
La naturaleza de esta curiosidad es que, vista desde el aire, esta formación rocosa parece una cabeza humana luciendo un sombrero al estilo de los nativos.
Esta noche -con Patricio luciendo un sombrero- y Amor de verano fueron los temas que siguieron.
María se manifiesta en majestad, como Reina de todo lo creado, luciendo en la mano izquierda una rosa, símbolo de su maternidad divina.
A todo esto, doña Juana y su hija Julieta, luciendo cada día un traje nuevo en paseos y espectáculos, no pasaban de ser, en espectáculos y paseos, , muy bien vestidas, lo cual halagaba poco la vanidad de la ex tabernera, que aspiraba a mayores triunfos.
Con faltarle su mujer, faltole al señor Joaquín la diestra mano, y fue decayendo en él aquella ufanía con que dominaba el mostrador, luciendo su estatura gigantesca, y alcanzando del más encumbrado estante los cajones de pasas, con sólo estirar su poderoso brazo y empinarse un poco sobre los anchos pies.
La frente, blanca como un jazmín, los rosados pómulos, la redonda barbilla, los labios entreabiertos que daban paso al hálito suave, dejando ver los nacarinos dientes, brillaban al tocarlos la fuerte y cruda claridad, la cabeza la sostenía con un brazo, al modo de las bacantes antiguas, y su mano resaltaba entre las obscuridades del cabello, mientras la otra pendía, en el abandono del sueño, descalza de guante también, luciendo en el dedo meñique la alianza, y un poco hinchadas las venas, porque la postura agolpaba allí la sangre.
Era el momento en que tornaba de sus expediciones campestres la gente de Vichy y los bañistas, y abundaban los jinetes, llevando sus monturas al paso, luciendo los pantalones de punto y las abrochadas polainas, sobre las cuales relucía la nota brillante del estribo y del espolín.
De no estar el millonario, hubiera hecho la cuestión personal y en nombre de la inmortalidad del alma y de la moral cristiana, hubiese atizado unos cuantos puñetazos al impío, luciendo ante las señoras sus energías de apóstol.
Era el tío Frasquito, que llegaba atropellando la consigna de no permitir la entrada en aquel recinto, apresurado y ansioso por ver lo que pasaba en el congreso femenino, luciendo una corbata vistosísima, prenda hermafrodita en que profundos observadores suelen encontrar, reflejado con frecuencia, el carácter moral del individuo.
No vio nada: dos fantasmas blancos pasaban por delante, arrastrando por debajo de los amplios albornoces las largas colas de terciopelo negro, dejando asomar la vieja por el abrigado capuchón una corva nariz caída y afilada, luciendo tan sólo la joven unos ojazos azules, que creyó Currita se fijaban en ella con provocativa insolencia.
Esto hizo reír mucho a todas aquellas señoras, y unas en pos de otras comenzaron a retirarse, nerviosas, entusiasmadas, confesándose mutuamente que era muy entretenido conspirar danzando y luciendo trapos en la Castellana, que era más fácil de lo que ellas creían derribar un trono a abanicazos.
Allí, en las húmedas y boscosas calles de Barrio Viejo, encontraréis a todos los villaverdinos: unos a caballo, luciendo el potro rijoso y bien enjaezado, el pantalón ceñido, el sombrero suntuoso y el zarape de mil colores, otros, en viejos y desvencijados carruajes, los más, caballeros en el corcel de San Francisco.
Buscaba a la novia para ir escoltándola, luciendo sus habilidades hípicas en torno de su carruaje.
Pasaban los invitados a la procesión caminando apresuradamente, muy satisfechos de atraer la atención de la embobada muchedumbre: unos de frac, luciendo condecoraciones raras, otros con uniforme de Maestranzas y Órdenes de caballería, vestimentas extrañas, con el sombrero apuntado y la casaca de vistosos colorines, que daban a sus poseedores el aspecto de pájaros exóticos.
La muchedumbre, endomingada, agitábase en torno de las , admirando una vez más las carrozas tradicionales que todos los años salían a luz: pesados armatostes lavados y brillantes, pero con cierto aire de vetustez, luciendo en sus traseras, cual partida de bautismo, la fecha de construcción: el siglo XVII.
Lo más característico en su persona eran los relucientes rizos aplastados por la bandolina, que cubrían su ancha frente como una cortinilla festoneada, y la costumbre de cruzar las manos sobre el vientre, luciendo en los dedos un surtidor de sortijas falsas.
Más allá, sobre el revoltijo de toldos, el tejado de cinc del mercadillo de las flores, a la derecha, las dos entradas de los pórticos del Mercado Nuevo, con las chatas columnas pintadas de amarillo rabioso, en el lado opuesto, la calle de las Mantas, como un portalón de galera antigua, empavesada con telas ondeantes y multicolores que las tiendas de ropas cuelgan como muestra de los altos balcones, en torno de la plaza, cortados por las bocacalles, grupos de estrechas fachadas, balcones aglomerados, paredes con rótulos, y en todos los pisos bajos, tiendas de comestibles, ropas, drogas y bebidas, luciendo en las puertas, como título del establecimiento, cuantos santos tiene la corte celestial y cuantos animales vulgares guarda la escala zoológica.
En el lado opuesto la Lonja de la Seda, acariciada por el sol de invierno y luciendo sobre el fondo azul del cielo todas las esplendideces de su fachada ojival.
Tras ella, formando una pareja silenciosa, marchaban el cochero y la criada: un mocetón de rostro carrilludo y afeitado que respiraba brutal jocosidad, luciendo con tanta satisfacción como embarazo los pesados borceguíes, el terno azul con vivos rojos y botones dorados y la gorra de hule de ancho plato, y a su lado una muchacha morena y guapota, con peinado de rodete y agujas de perlas, completando este tocado de la huerta su traje mixto, en el que se mezclaban los adornos de la ciudad con los del campo.
Las tiendas están abiertas hasta las tres de la tarde, y los rancheros, muy vestidos de limpio, luciendo la camisa planchada y azulosa, suben y bajan por las calles, llenan templos y tiendas, y a eso de las tres se vuelven a sus campos y a sus aldeas.
Tu hermano hace conquistas luciendo tu reloj y tu paraguas.
¡Vayale dijo doña Lupe una noche, que te estás luciendo! ¿A qué esas reservas, cuando más indicada estaba la confianza? ¿Cómo es que lo ha sabido Maximiliano, que está demente, antes que yo, que estoy en mi sano juicio? ¿A qué esos escondites conmigo?.
En el valle donde se asienta la parroquia de que el ama procedíavalle situado en los últimos confines de Galicia, lindando con Portugallas mujeres se distinguen por sus condiciones físicas y modo de vivir: son una especie de amazonas, resto de las guerreras galaicas de que hablan los geógrafos latinos, que si hoy no pueden hacer la guerra sino a sus maridos, destripan terrones con la misma furia que antes combatían, andan medio en cueros, luciendo sus fornidas y recias carnazas, aran, cavan, siegan, cargan carros de rama y esquilmo, soportan en sus hombros de cariátide enormes pesos y viven, ya que no sin obra, por lo menos sin auxilio de varón, pues los del valle suelen emigrar a Lisboa en busca de colocaciones desde los catorce años, volviendo sólo al país un par de meses, para casarse y propagar la raza, y huyendo apenas cumplido su oficio de machos de colmena.
Abrió: era Rita, en chambra, con un pañuelo de seda atado a lo curro, luciendo su hermosa garganta descubierta.

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