Ejemplos con llanura

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Por la banda del este de esta laguna hay una buena llanura, y luego está el mar a una legua de distancia.
Como único refugio se ofreció a ellos la cartuja de Valldemosa: edificio sin bellezas arquitectónicas, sin otro encanto que el de su antigüedad medioeval, pero enclavado entre montañas por cuyas laderas se derrumban bosques de pinos, teniendo como suaves cortinas que amortiguan el ardor del sol plantaciones de almendros y palmeras, entre cuyo ramaje alcanzan los ojos la verde llanura y el lejano mar.
Contemplaba la palúdica llanura de acantos y helechos vibrante bajo la estridencia de las cigarras, y este espectáculo de verde desolación la hizo evocar el recuerdo de las rosas de Pestum cantadas por los poetas de la antigua Roma.
Como esqueletos de bestias prehistóricas, se destacaban sobre la llanura muchos armazones de acero retorcidos por el incendio.
Los caballos muertos abullonaban la llanura con sus costillares hinchados.
La llanura parecía un campo de batalla abandonado.
Al bajar del automóvil vió una extensa llanura cubierta de hierba y formadas en ella dos compañías de soldados.
La llanura árida en torno de Salónica estaba cruzada por numerosos caminos.
En torno de la ciudad y su acrópolis huía la llanura hasta perderse en el horizonte, una llanura que Ferragut había visto en el viaje anterior desolada, monótona, con pocas casas y escasos cultivos, sin otra vegetación importante que los pequeños oasis de los cementerios musulmanes.
Ahora, desde su derruida acrópolis apenas se alcanzaba a ver el Mediterráneo como una leve faja azul al final de la llanura baja y pantanosa.
El Mediterráneo era una llanura de plata bajo la luz de la luna.
Si se retiraba el plancton caprichosamente, bogando hacia otro litoral, los rebaños marinos emigraban detrás de las praderas vivientes y la llanura azul quedaba vacía como un desierto maldito.
De pie en los últimos peñascos de la escollera, tendía la vista sobre la inmensa llanura, describiendo a su sobrino los misterios ocultos en el horizonte.
Poderoso gemido exhalaba la llanura al percibir los signos precursores de la tormenta.
Abajo, en la inmensa llanura de las fundiciones, surcada por vías férreas y cubierta de polvo de carbón, el médico detuvo a su guía, como si le interesase más hablar con él, que contemplar la riqueza industrial de su primo.
Avanzaron por la llanura negra y rojiza, cubierta de polvo de hulla y de residuos de mineral.
Ocultáronse al fin todos en el último recodo del camino, y sólo quedó la llanura árida, la polvorienta carretera, el pueblo de barracas, el colegio solitario, silencioso como una jaula de jilgueros vacía, y a lo lejos, acechando entre la bruma, Madrid, la gran charca.
En el fondo, sobre las obscuras montañas, coloreábanse las nubes con resplandor de lejano incendio, por la parte del mar temblaban en el infinito las primeras estrellas, ladraban los perros tristemente, con el canto monótono de ranas y grillos confundíase el chirrido de carros invisibles alejándose por todos los caminos de la inmensa llanura.
El agua saltaba en las fuentes y corría por los pilones murmurando, oíanse alegres voces de niños en lo interior del edificio, gorjeos de ruiseñores y jilgueros en los árboles, y más allá, pasada la verja, ni niños, ni agua, ni flores, ni pájaros Una llanura estéril, un pueblo de barracas, y allá en el horizonte, lejos, lejos, Madrid, la corte de España, asomando sus cúpulas y sus torres entre esa neblina que pone más de relieve la limpidez de la atmósfera, esa especie de vaho que se levanta de las grandes capitales, semejante a las emanaciones de una hedionda charca.
Reinaba en el caserón un estrépito de trabajo ensordecedor y fatigoso para las hijas de la huerta, acostumbradas a la calma de la inmensa llanura, donde la voz se transmite a enormes distancias.
Me pasaba yo en el escritorio las horas de descanso, fingiendo ocupaciones extraordinarias, o me iba yo, como escapado, a vagar por la llanura o a tenderme en la hierba, bajo los árboles del río.
Tengo delante el real solitario, la llanura desierta y silenciosa, en el fondo de la cual corre el Pedregoso adormecido y manso bajo las arboledas.
De mis labios se escapaban las más bellas estrofas de mi poeta favorito, mi mano trazaba en la tierra rojiza un nombre amado, y entre las sombras que bajaban en tropel hacia la llanura creía yo ver la silueta donairosa de gentil doncella.
Entonces, el paisaje que yo tenía delante se iba borrando poco a poco: el suelo pajizo, la acequia fangosa, la llanura inundada, los chopos cenicientos del camino polvoso, siempre lleno de viandantes, las hileras de sauces melancólicos, la ciudad lejana, túrrida, envuelta en pesados vapores, la aldea salinera, situada como en un islote, la remota cordillera de Ajusco y los picachos de la Cruz del Marqués.
Seguí hasta las afueras de la ciudad, a fin de gozar, siquiera fuese por breves horas, del magnífico panorama que se extendía delante de mí: variado lomerío, dilatada llanura, espesas arboledas que dan pintoresco fondo a la capilla de San Antonio, una iglesita que tiene aspecto de melindrosa vejezuela.
Imaginaos una llanura siempre verde, limitada en todas direcciones por obscuras montañas y risueños collados.
Horribles estragos comenzó a hacer el animal en los rebaños y áun en las personas, bajando a la llanura a atacar a los caminantes cuando no hallaba presa en los rediles, y pregonada fué su piel en una respetable suma por todos los Ayuntamientos de la comarca, pero cuantas partidas salieron a cazarlo, volvieron escarmentadas a sus hogares, o muy ufanas y satisfechas.
Y como, en efecto, la bajada fuese ya más fácil, Manuel metió espuelas al caballo, y pronto se encontró solo, en la llanura, o sea en unas dilatadas alamedas que allí pregonan la proximidad del citado rio.
Volvió a mirarlo don Quijote, y vio que así era la verdad, y, alegrándose sobremanera, pensó, sin duda alguna, que eran dos ejércitos que venían a embestirse y a encontrarse en mitad de aquella espaciosa llanura, porque tenía a todas horas y momentos llena la fantasía de aquellas batallas, encantamentos, sucesos, desatinos, amores, desafíos, que en los libros de caballerías se cuentan, y todo cuanto hablaba, pensaba o hacía era encaminado a cosas semejantes.

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