Ejemplos con lisonjas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se queja calculadamente de su pobreza y dedica lisonjas arrastradas e indignas al emperador Domiciano.
Un millón de gracias por mi partedijo entonces don Simón, un poco envanecido con semejantes lisonjas, y aun recelándose si sería él más popular de lo que creía.
¿Cómo no había de entusiasmarse con aquel joven que, sobre ser un personaje, la llenaba a ella y a toda su casta de incienso en los periódicos y de lisonjas en la conversación? ¿Cómo no pagarle con todo género de deferencias la popularidad que iba dando en Madrid a la familia Peñascales? Y ¿qué podría suceder al cabo? ¿Que Julieta y Arturo llegaran a mirarse como nacidos la una para el otro? Pues mejor que mejor.
Y se dió la orden para que se aparejaran los rocines, y llegó el caso de que los expedicionarios bajaran al portal con las espuelas calzadas, y montaron todos, ¡y todavía no se cruzaron entre don Simón y don Recaredo otras palabras que no fueran lisonjas, cumplidos y finezas!.
Este le va llevando a casa todos sus amigos, que se deshacen en cortesías y genuflexiones, le abruman a sonrisas y lisonjas.
En fin, para no cansarte, después que me adormecieron con aquellas lisonjas tan bonitas, que si buen pico tiene el uno, no le va en zaga el otro.
La dama anónima sonreía, sonreía siempre, con los ojos bajos, como abrumada por el peso de aquellas lisonjas que hacían vibrar las aletas de su fina nariz con estremecimientos de rabia.
Un grupo de palaciegos le rodeaba, oprimiéndose y estrujándose por estrechar su velluda manaza entre las suyas finas y enguantadas, al compás de previsoras lisonjas.
¡Nada de lisonjas, joven! Nada merezco de cuanto dicen de mí.
Se le juzgó fino, gentil, elegante: las mamás le bloquearon con sonrisas y lisonjas.
Fina y correcta como su esposo, elegante por naturaleza y educación, desdeñosa como él para con las gentes vulgares y ordinarias, la señora doña Gabriela poseía el rarísimo don de hacerse amar de todos, sin que para ello empleara lisonjas y lagoterías.
Antes abundancia, respetos, halagos, lisonjas.
Las frases galantes y las lisonjas la infundían una previsión desasosegada, un terror vago que la impedía mostrarse complacida: era semejante a un pájaro que tuviese miedo a la red.
Á veces no podia ya con el sublime fastidio propio de las naturalezas privilegiadas, y envidiaba la fácil dicha de los modestos, y, sobre todo, entrábale un ánsia de amor, una necesidad de ser amado, un hambre de lisonjas de mujer, que rayaba en verdadero delirio.
Aquí se oían alabanzas a los dueños de la casa, dichas en voz alta, allá se agrupaban otros a murmurar censuras, unos buscaban a sus conocidos, saludaban todos a los duques, los más serios o curiosos examinaban en los salones inmediatos las obras de arte coleccionadas con exquisito gusto, o los libros de lujo, puestos sobre las mesas de riquísimas incrustaciones, y los jóvenes, juntos con los viejos alegritos, parados en las puertas, pasaban revista a las que entraban, cambiando apretones de manos, diciendo lisonjas o recibiendo miradas que parecían señas.
-Basta de lisonjas -dijo el clérigo, y luego mirándome añadió-: y usted, señor militar-teólogo, ¿de qué arterías se ha valido para sacar de su casa a esta señorita?.
-¡Basta, hombre, muchas gracias! Suprima lisonjas, que me apestan.
Empezó a marearla con miradas y lisonjas allí, junto al piano, durante el concierto, y al atreverse a invitarla nada menos que para bailar una polca de aquellas condiciones coreográficas, jugó el todo por el todo.
No creas en sus ''convicciones'', no te seduzcan sus lisonjas.
Y ahora respóndaseme: -la que tiene por oficio hacer ostentación pública de sus atractivos morales, físicos y artificiales, aceptar lisonjas y galanteos, y resistir más de un asedio tenaz, ¿se expone a sucumbir en la lucha? Es evidente que sí, y aunque la historia de la humana debilidad no lo enseñara, me lo confirmaría el hombre mismo, el vencedor en esas luchas, poniendo un guardián a la virtud de su hija, de cuyas fuerzas desconfía, porque él las ha probado en otro terreno análogo.
Para ellas se habían hecho las lisonjas, los encajes, las sedas, el terciopelo, los carruajes y hasta las crónicas de los diarios que perpetuaban los triunfos conseguidos en la exposición de los paseos públicos, en los teatros y los bailes.
En otras ocasiones y siendo de día había oído lisonjas a su belleza que halagaban su amor propio, pero ¡qué diferencia de esos galanteos cultos a las proposiciones groseras que ahora le hacían! Tenía tentaciones de correr hasta llegar a su casa.
Con un ojo en las novedades de la estación y con otro en la calle, regatean los precios, y cazan lisonjas y señas al vuelo.
Ana estaba locuaz, hasta se atrevió a decir lisonjas, que si directamente iban con el caballo también comprendían al jinete.
El tirano sufrirá tormentos y expiará sus injusticias, a pesar de las lisonjas de sus cortesanos, mientras que el oprimido, a pesar de las injusticias se salvará de todo tormento.
Cuando se hablaban, aunque Teresa escuchase tímida y con los ojos bajos los discursos de su caballero, como Luigi Vampa leía en los ojos ardientes del bello joven que aquellos discursos eran lisonjas, le parecía que la tierra se abría bajo sus pies y que todas las voces del infierno murmuraban sordamente a su oído palabras de muerte y de asesinato.
El recuerdo de la indiscreta revelación que poco antes le había hecho su prima, halagó su espíritu, díjose que sería altamente descortés el no ofrecer a esa deliciosa niña algunas flores de galantería, y pensando además, que debía castigar y olvidar, diose a obsequiarla con lisonjas apasionadas, que llegaban al corazón de la joven transformadas en ondas de ventura.
Fingido amigo, en las lisonjas tierno,.
Por la índole misma de su profesión, se puso en contacto con nuevas gentes y nuevas cosas, y como sus ímpetus geniales le llevaban siempre mucho más allá de sus propósitos, necesitando ancho terreno y fuertes aliados para vencer en los grandes apuros de sus batallas, dejose arrastrar fácilmente de los que le brindaron con aquellas ventajas, y que, en rigor, iban buscando su legítimo influjo en la comarca, al precio de unas cuantas lisonjas bien aderezadas.
Al amparo de la ficción, detrás de mi broquel de niña candorosa, mis malicias de mujer precoz escudriñaban todo el campo de batalla y conocían hasta las intenciones del enemigo, sin que el tiroteo de su obligado tributo de lisonjas y de galanterías me causara el más leve daño con las que de ellas eran necias o impertinentes.

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