Ejemplos con lejías

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ácidos y lejías sólo deben utilizarse si no reaccionan con el objeto que se está limpiando o tanque del limpiador.
Afincado en Soria, a finales del siglo XIX, se decidió por instalar una pequeña fábrica de jabones y lejías, y, en el mismo lugar una tienda de ultramarinos.
Los más característicos son: ácidos clorhídrico, sulfúrico, acético y oxálico, fenoles, lejías, etcétera.
Sujetose a prolongado tormento la única casaca que poseía, empleáronse las prodigiosas lejías que habían rejuvenecido las chupas de Leonardo, y el sombrero gimió bajo las planchas del hábil confeccionador, por lo cual, y mientras duraron tan complicadas operaciones, tuvo Martín que guardar un encierro de cuatro días, viéndose imposibilitado de visitar a la persona a quien había sido recomendado.
Riéronse los inquisidores, según me contó la del tinte, que estaba allí, pero la maldita vieja insistió en ello, asegurando que yo andaba siempre manejando lejías y brebajes.
Desde que Celestina entra en escena, ella la domina y rige con su maestría infernal, convirtiendo en auxiliares suyos a los criados de Calisto y Melibea, seduciendo a Pármeno con el cebo del deleite de Areusa, prima de Elicia, a Sempronio con la esperanza de participar del botín, a Lucrecia, otra prima de Elicia, que no desmiente la parentela aunque criada de casa grande, con recetas de polvos de olor y de lejías para enrubiar los cabellos.
Sujetose a prolongado tormento la única casaca que poseía, empleáronse las prodigiosas lejías que habían rejuvenecido las chupas de Leonardo, y el sombrero gimió bajo las planchas del hábil confeccionador, por lo cual, y mientras duraron tan complicadas operaciones, tuvo Martín que guardar un encierro de cuatro días, viéndose imposibilitado de visitar a la persona a quien había sido recomendado.
Riéronse los inquisidores, según me contó la del tinte, que estaba allí, pero la maldita vieja insistió en ello, asegurando que yo andaba siempre manejando lejías y brebajes.
–Sí, quiero ver si nuestra vida mejora, ¿sabes? Mira mis manos –y desenguantando la diestra la presentó magullada por los fríos, mordida por las lejías, picoteada por las agujas de la costura, oscurecida por el hollín de las cacerolas.

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