Ejemplos con joyeros

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Estos eran, mayormente, granjeros, pero también había ganaderos, zapateros, sastres, tejedores, cocineros, albañiles, joyeros y mineros.
Fue la sede de la asociación de los Cinco Gremios Mayores de Madrid, formada por sederos, pañeros, lenceros, joyeros y merceros y constituida a finales del siglo XVII.
En su entorno se instalaron los gremios artesanales especializados en artículos de lujo, tales como como joyeros, plateros, sederos, bordadores de encajes y zapateros, entre otros.
En seguida da órdenes y manda por toda la casa y se da a gastar alocadamente: redobla el salario de los sirvientes, ordena nuevo carruaje y caballos, proyecta grandes fiestas, hace llamar a sastres y joyeros, pero sobre todo, desdeña la afectuosa atención del marido.
Antes de iniciar el torneo, el ascendido San Jose Joyeros vendio su categoria al club Unión de Campeones.
Estos primeros relojes de pulsera se venden a los joyeros, que a su vez ponen sus propios nombres en el dial.
En esos años la ciudad de Tucumán se había convertido en un centro artístico que contaba con pintores como Lino Enea Spilimbergo, Ramón Gómez Cornet, Luis Lobo de la Vega, Timoteo Navarro, José Nieto Palacios, Francisco Ramoneda y Medardo Pantoja, grabadores como Pompeyo Audivert y Victor Rebuffo, dibujantes como Lajos Szalay y Eugenio Hirsch, y un grupo de joyeros y metalisteros encabezados por Pedro Zurro de la Fuente.
Los joyeros estaban deseosos de establecer este nuevo estilo como una tradición distinguida y para ello buscaron inspiración en el renacimiento para sus joyas de oro esmaltado y esculpido, aceptando además el estatus del joyero como artista más que como artesano.
Los joyeros de Paris y Bruselas fueron los que principalmente definieron el modernismo en la joyería y es en esas ciudades donde el estilo ganó el mejor renombre.
En cuanto pudo levantarse se fue a Madrid, pero allí recibía todos los días la visita de Clara y Elena y las acompañaba a las tiendas para comprar lo que aún faltaba y para apremiar a las modistas, joyeros y maestras de confecciones.
Pilar se embobaba especialmente con las copas de ágata que servían de joyeros, con las alhajas de distintas épocas, entre las cuales había desde el amuleto de la dama romana hasta el collar, de pedrería contrahecha y finos esmaltes, de la época de María Antonieta, pero Lucía se enamoró sobre todo de los objetos de iglesia, que despertaban el sentimiento religioso, tan hecho para conmover su alma sincera y vehemente.
Pepita sabe que hay por esos mundos grandes modistos y grandes joyeros, pero ella no desea nada.
¿Y Toledo? A fines del siglo XV empleaba cincuenta mil obreros en sus tejidos de seda y de lana y sus talleres de armas, y a más los curtidores, los plateros, los guanteros y los joyeros.
Y se paró ante la tienda del jeique de los joyeros, le mostró las maravillosas pedrerías, y le dijo: ¿Me las quieres comprar? El jeique de los joyeros miró al pescador con ojos llenos de desconfianza, y le preguntó: ¿Tienes más? El pescador contestó: En casa tengo un cesto lleno.
nombre de Tiffany, los otros con los de varios joyeros parisienses de.
Iba tras ella gran chusma de traperos, mesoneros, venteros, pintores, chicharreros y joyeros, diciéndola: .
Las mujeres parecían ser el único objeto de tantos desvelos y sudores, al vérselas saquear sin tregua ni descanso el taller de la modista y los estuches de los joyeros.
Quiero decir que a nadie sino a mí le llevan a hilar sartas de perlas, que los joyeros a mí acuden y, a pesar de ser bien escaso el número de collares magníficos en Europa, como todos vienen a parar aquí, ando siempre agobiada de labor.
El tercer día se proveyó de otros mil dinares, y visitó el zoco de los orífices y de los joyeros.
Por lo que se refiere a la joven Nozhatú, he aquí que el buen mercader la llevó a su casa, le dió vestidos muy ricos, los más Hermosos que había, y después fué con ella al zoco de los orífices y joyeros, para que escogiese las alhajas y joyas que le agradasen, y las metió en una bolsa de seda, las llevó a su casa y se las entregó.
Y mientras dormían los dos amantes, cuando ya había salido el sol, todo el palacio estaba en movimiento, y el rey Schahramán, sentado en los almohadones de su trono y rodeado por los emires y grandes del reino, recibía al gremio de joyeros con su jefe a la cabeza.
Y el jefe de los joyeros ofreció como homenaje al rey un estuche maravilloso que contenía diamantes, rubíes y esmeraldas por valor de más cien mil dinares.
Y allí dejó su cesto, escogió la piedra más hermosa de cada especie y de cada color, lo puso todo en un pedazo de tela y se fué al zoco de los joyeros.
Cuando se le ocurrió aquella idea, saltó sobre ambos pies y fué al zoco de los joyeros, donde vió en una tienda a un gran lapidario judío que estaba sentado detrás de su mostrador, y entró en la tienda del judío, diciéndose: ¡Ya hice negocio! Cuando el judío la vio por sus propios ojos entrar, miró al niño que llevaba ella y conoció al hijo del síndico de los mercaderes.
Se llama Mohammad-Alí, y es hijo del difunto síndico de los joyeros.
Sabed, señores míos, que yo no soy el Emir de los Creyentes, sino sencillamente el hijo del síndico de los joyeros de Bagdad.
Ella me preguntó: ¿Te acordarás, entonces, del nombre de tu amigo? Yo dije: ¡Ciertamente, oh mi dueña! ¡Se llamaba Alí ben-Mohammad, y era el síndico respetado por todos los joyeros de Bassra! ¡Ya hace años que le perdí de vista, y supongo que estará en la misericordia de Alah ahora! Permíteme, pues, ¡oh mi dueña! que te pregunte si dejó posteridad.
Y de esta guisa recorrieron el zoco de los joyeros, el zoco de las sederías, el zoco de los guarnicioneros, el zoco de los pañeros, el de los zapateros remendones y el zoco de los mercaderes de especias y sahumerios, sin encontrar por parte alguna el menor gesto benévolo u hostil, ni la menor sonrisa de bienvenida o burla.
Y aun lo que no vive parece desfallecer: los metalúrgicos hablan de la «fatiga» de las aleaciones, los joyeros, de las dolencias de las piedras.
Aquí tienes al señor, uno de los primeros joyeros de París, que está pronto a darnos cincuenta mil francos por él.

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