Ejemplos con joyas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y eso que el artista no adulaba en modo alguno al personaje retratado, ni pretendía haber descubierto ninguna Arcadia ignota, antes consistía gran parte de su fuerza en sacar oro de la escoria y lágrimas del fango, haciendo que por la miseria atravesase un rayo de luz, que descubría en ella joyas ignoradas.
La noche era digna del día: en el cielo de aterciopelado azul centelleaban claras y vivas las estrellas, el gas de las innumerables tiendas con que Bayona explota la vanidad de los españoles pudientes y trashumantes, ponía a las obscuras manzanas de casas un collar de luz, y en los escaparates se lucían, con todos los tonos de la escala cromática, telas ricas, porcelanas y bronces caprichosos, opulentas joyas.
A través de la reja se veían las lámparas ardiendo, y en lo alto la imagen cargada de joyas.
Ahora veremos qué cuenta das de las joyas de la Virgen ¡ladrón!.
Si todos los pobres de Toledo llamasen ahora a las puertas de la catedral, sublevados y embravecidos, yo les abriría paso, los guiaría yo mismo, les señalaría esas joyas que ambicionáis, les diría: Apoderaos de ellas.
Pero ¿a qué tales aspavientos, Gabriel? ¿No es eso un pedazo de palo? ¿A quién perjudicamos apoderándonos de sus joyas? ¿No roban los ricos y todos los que poseen algo? ¿Por qué no hemos de imitarles?.
Además, ¿a quién perjudicamos con esto? De nada sirven a ese pedazo de palo las joyas que lo cubren.
Tú como único guardián de la catedral, la Virgen en el altar mayor con las joyas que el resto del año se guardan en el Tesoro, y yo con las llaves en mi poder.
Más bien parecía un ídolo indostánico recargado de joyas.
Llevaba el manto guardado en el Tesoro y todas sus joyas, que centelleaban acariciadas por el bosque de luces, como si rieran con una escala temblona de fulgores.
Las riquezas pierden el brillo en sus manos, como las joyas que caen en poder de los usureros.
¿Quién podía hacer eso? Nosotros y nadie más que nosotros: aquella buena reina que empeñaba sus joyas para que el bendito Colón realizara su viaje.
Los más rudos y guerreadores, el armazón, la montaña de piedra y el bosque de madera que formaban su osamenta, los más cultos, elevados a la sede en época de refinamiento, las verjas de menuda labor, las portadas de pétreo encaje, los cuadros, las joyas que convertían en tesoro su sacristía.
Sus medios no alcanzaban para comprar joyas, ni él las poseía, pero conservaba aún, a pesar del regalo hecho a D.
Las mandas están repartidas, mi mujer ha tomado una linda suma: los parientes del Marqués han recibido joyas, dinero y fincas.
Don Jaime había encargado a Madrid algunas galas y joyas, que debían llegar de un día a otro.
¡Y pensar que en casa se pasaban tantos apuros para sostener aquel lujo! ¡Quién lo diría viéndolas tan elegantes y risueñas, especialmente la mamá, que lucía brillantes en pecho, orejas y manos, y que antes quería pasar hambre que deshacerse de ellos! Y el pobre muchacho, siguiendo la corriente de la lógica, pensaba con horror si todas las señoras que allí estaban cargadas de flores y joyas, exhibiendo sus sonrisas de mujer feliz, habrían tenido que pedir prestado como su madre.
A la luz de un farolillo colocado junto al pesebre, los trajes azul y rosa de las niñas, sus sombreritos de flores, las joyas relumbrantes de la mamá, causaban el efecto de una aparición sobrenatural, que contrastaba con las paredes sucias, el techo empavesado de polvorientas telarañas, los montones de estiércol y el olor punzante y molesto de cuadra sucia.
Y la vajilla de plata, que daba al comedor un aire tan señorial, los grandes candelabros del salón, no habían salido de casa para blanquearlos el platero, donde estaban era naciendo compañía a las joyas.
Si ahora fuese la temporada de ópera, ni ella ni sus hijas podrían lucir las joyas que enorgullecían y admiraban al pobre Juanito.
Nicolás, que estaba presente, no habría permitido tampoco zalamerías de amor ni besuqueo, y ayudaba a recoger y agrupar todas las cosas que habían de llevarse, añadiendo observaciones tan prácticas como esta: Ya sabe usted que ni perfumes ni joyas ni ringorrangos de ninguna clase entran en aquella casa.
Claro que dominan las baratijas, pero entre ellas corren, a veces sin que se las vea, joyas de inestimable precio.
Fortunata vio primero a una de pelo blanco, después a Jacinta, después a una pollita que debía de ser su hermana, vio terciopelo, pieles blancas, sedas, joyas, todo rápidamente y como por magia.
Algunas joyas y chucherías vio, que le parecieron recuerdo o prenda de amores, pero lo que es , ni el olor.
Eran al modo de torres de muchos pisos, o barquitos con las velas desplegadas y muchos remos por una y otra banda, también estuchitos, cajas para guantes y joyas, botones y juegos lindísimos de ajedrez.
No me dio lugar mi suspensión y arrobamiento para que mirase y notase en particular lo que traía vestido, sólo pude advertir a las colores, que eran encarnado y blanco, y en las vislumbres que las piedras y joyas del tocado y de todo el vestido hacían, a todo lo cual se aventajaba la belleza singular de sus hermosos y rubios cabellos, tales que, en competencia de las preciosas piedras y de las luces de cuatro hachas que en la sala estaban, la suya con más resplandor a los ojos ofrecían.
Luego, al momento, encerré en una almohada de lienzo un vestido de mujer, y algunas joyas y dineros, por lo que podía suceder.
Sacó luego Dorotea de su almohada una saya entera de cierta telilla rica y una mantellina de otra vistosa tela verde, y de una cajita un collar y otras joyas, con que en un instante se adornó de manera que una rica y gran señora parecía.
Abrazóle Anselmo tierna y amorosamente, y agradecióle su ofrecimiento, como si alguna grande merced le hubiera hecho, y quedaron de acuerdo entre los dos que desde otro día siguiente se comenzase la obra, que él le daría lugar y tiempo como a sus solas pudiese hablar a Camila, y asimesmo le daría dineros y joyas que darla y que ofrecerla.
Hasta aquí ha resistido Camila a las palabras, es menester ver cómo resiste a las obras: yo os daré mañana dos mil escudos de oro para que se los ofrezcáis, y aun se los deis, y otros tantos para que compréis joyas con que cebarla, que las mujeres suelen ser aficionadas, y más si son hermosas, por más castas que sean, a esto de traerse bien y andar galanas, y si ella resiste a esta tentación, yo quedaré satisfecho y no os daré más pesadumbre.

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