Ejemplos con insultos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Qué le importaban sus insultos? Y rio con una alegría de bienestar animal, en la blandura de su lecho, mientras el otro enronquecía oculto tras los matorrales, con el arma preparada y el ojo atento.
Mascullaba amenazas e insultos que el señor no podía oír, furiosa de que alguien se atreviera contra su sobrino, amado cachorro en el que había puesto su esterilidad todos los ardores de una madre fracasada.
A la hora de salida, las se marchaban antes, por indicación de las monjas, para evitar los insultos y ataques de las otras alumnas al verse juntas en la calle.
Desde entonces, los sospechosos de judaísmo, los que no contaban con un protector clérigo, tuvieron que ir todos los domingos a misa a la catedral con sus familias, bajo el mando y custodia de un alguacil, que los formaba en rebaño, les ponía un manto para que nadie los confundiese, y así los llevaba al templo, entre las rechiflas, insultos y pedradas del devoto populacho.
Muchos , funcionarios del Estado en la Península, militares, magistrados, hacendistas, al volver a Mallorca encontraban que el último mendigo se consideraba superior a ellos, y al creerse molestado prorrumpía en insultos contra sus personas y sus familias.
Los fuertes payeses sujetaron fácilmente con sólo una mano al enfermizo muchacho, pero éste, incapaz de moverse, desahogó su rabia tendiendo un puño hacia el camino, mientras las amenazas e insultos salían a borbotones de su boca.
Su cabeza había acabado por caer sobre la almohada, sus ojos se cerraron: oyó gritos de reto, tiros, maldiciones, pero esto fue en un estado anormal, como si viviese en otro mundo, donde los insultos y los ataques no despertaban su sensibilidad.
Una explosión de furia cómica, de insultos cariñosos, de indignaciones por cosas olvidadas, llenaba las primeras páginas.
Y el hombre práctico, el inglés, para no divagar más, cubría otras dos hojas con las explosiones de su indignación contra todo lo que le rodeaba: contra sus hermanos de raza, tímidos y humildes, que besuqueaban la mano enemiga, contra los nietos de los antiguos perseguidores, contra el feroz padre Garau, del que no quedaba ya ni polvo, contra la isla entera, la famosa , a la que vivían sujetos los suyos por un amor al terruño, pagado siempre con aislamientos e insultos.
¡Su madre, su pobre madre, pálida, enferma, dulce como una santa, resucitando con el más infamante de los insultos en la boca de aquel presidiario!.
Ella, insensible a los insultos, siguió hablando de su porvenir angustiosamente, como si se viese rodeada de misteriosos peligros.
Otras, enemistados de pronto sin saber por qué, avanzaban los puños sobre las bordas, gritándose insultos en los que reaparecían metódicamente, a cada dos palabras, la Virgen y su santo hijo.
¡Ah !rugió lanzando el peor de los insultos femeninos.
Debían ser terribles insultos, y por lo mismo que los profería en un idioma misterioso, él sintió más profundamente su menosprecio.
Pero ¿quién podía fiarse de la palabra de tales gentes? Y repetía sus insultos iracundos.
Al mismo tiempo le escocían las palabras injuriosas, los insultos cortantes con que había acompañado su salida.
Pasaban el tiempo discutiendo acaloradamente, cambiando insultos y buscándose a continuación, como si no pudieran vivir el uno sin el otro.
Entonces es que Martí, desmadejado el cabello, los ojos fúlgidos y relampagueantes, el pecho henchido de orgullo, enardecido, arrebatado, impaciente por el sacrificio e inquieto por la emulación, invita a la carga a su ayudante Ángel la Guardiaaquel fiero aguilucho caído en Victoria de las Tunas, aviva con las espuelas su noble bruto, y gozoso como un niño que ha crecido un palmo, y como si hubiera alcanzado a ver, reducido a la pequeñez de un montón de carne humana, todo el Gobierno de rencores, de insultos, de envidias, de mezquindades, de ambiciones, de la oligarquía esquilmadora que le vejaba su tierra, se echa sobre los rifles enemigos y cae acribillado a balazos, con la limpieza y majestad de un Dios, del brazo de la muerte que es inmortal, y coronado por la fulgente claridad del martirio y de la gloria.
¡Basta de insultos, que la paciencia se me acaba!.
¡Yo no he sido! ¡Yo no he sido! Y con desgarradora expresión de pena, como si le dolieran más en el alma que sus heridas le dolían en el cuerpo los insultos que había oído contra su padre y su madre, repetía lastimeramente:.
Y de una terrible bofetada arrojóle al suelo cuan largo era y lanzóse luego sobre él, dando roncos gritos de furor, vomitando contra el padre y la madre y el niño mismo horrendos insultos, que parecían hincharle la garganta como si no hubiera en ella espacio bastante para arrojarlos, dándole puñadas, pateándole todo el cuerpo, mesándole los cabellos y sacudiéndole la cabeza contra las rocas, hasta que, rendido y jadeante, viose de improviso las manos manchadas de sangre Entonces dio un paso atrás, pálido y descompuesto, y sucedióle al punto, en un segundo, lo que sucede a todos los corazones generosos cuando pasa en ellos el vértigo horrible de la venganza y ven ya a su víctima indefensa y aniquilada, tendida a sus pies: una gran piedad hacia aquel pobre niño, en quien había querido él, sin conseguirlo del todo, acumular el odio inmenso que profesaba a su padre, invadió su pecho y despertó su razón, y con voz queda, enternecida casi, alargóle su propio pañuelo, diciendo:.
Su cólera, quebrantada al fin por tan horrible tensión, empezó a desvanecerse, y Batiste, repitiendo su rosario de insultos, sintió de pronto que su voz se ahogaba hasta convertirse en un gemido.
Su cólera iba en aumento: rugía los insultos, sus ojos inyectados ya no podían ver, se tambaleaba como si estuviera ebrio.
Creyó Batiste oir gritos ahogados de mujer, choque de muebles, algo que le hizo adivinar una lucha de la pobre Pepeta deteniendo a , el cual quería salir para dar respuesta a sus insultos.
El nombre de éste sonaba sin cesar en el silencio del crepúsculo, acompañado de toda clase de insultos.
Y doña Manuela lloraba, efectivamente, sin saber con certeza si sus lágrimas las arrancaba el estado de su hijo, los insultos de su hermano o aquella última noticia de la desaparición de Cuadros.
Pero el pobre niño no sufría las reprensiones de su hermana, se revelaba contra ella y la colmaba de insultos.
Esto lastimó el amor propio de Olmedo más que si su amigo le hubiera llenado de insultos, porque todo lo llevaba con paciencia menos que se le rebajase un pelo de la graduación de perdis que se había dado.
Cubierta la nueva línea con cuatro guardias, y obligando a los poseedores hagan sus establecimientos en los intermedios de aquellas, y tengan necesariamente en su estancia cuatro armas de chispa è igual número de blancas, quedará no todo resguardada de los insultos de los infieles tan hermosa campaña, sino que se les arrojará insensiblemente del otro lado del Tandil.
Muchas cosas dijo Ricaredo a la reina disculpando a la camarera, y suplicándola la perdonase, pues las disculpas que daba eran bastantes para perdonar mayores insultos.

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