Ejemplos con insubordinados

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los más destacados personajes insubordinados eran los tenientes Morelli y Salvati con un escuadrón de caballería que asume el nombre de Escuadrón de la Muerte, pero el episodio alcanza mayor magnitud cuando el General Guillermo Pepe se une al movimiento.
Pero por el contrario esta tropa europea era más susceptible a enfermar, y sin disciplinar eran más insubordinados que los americanos.
Parece que doña Francisca no aguantaba muchas pulgas, pues es fama que cuando la mostaza se le subía a las narices, repartía bofetones y chicotillazos entre los militares insubordinados, o hacía aplicar palizas de padre y muy señor mío, a los periodistas que osaban decir, ¡habrá desvergüenza!, en letras de molde: La mujer sólo manda en la cocina.
El mismo Guerra se hizo cargo ¿cómo no? de la misteriosa autoridad de Leré sobre sus nervios insubordinados y sobre su genio díscolo y batallador.
Tan sólo el ama con su poderosa fuerza pudo domeñar los insubordinados músculos de la infeliz esposa, y al fin se tranquilizó esta, y le administramos, por fin de fiesta, una taza de tila.
Cuando Filipo, tratando de meterse en la Eubea, condujo las tropas desde la Macedonia y se dedicó a ganar las ciudades por medio de los tiranos, Plutarco de Eretria acudió a los Atenienses, y pidiéndoles que libertaran la isla de las manos del rey de Macedonia, en que ya se hallaba, fue Foción enviado de general con pocas fuerzas, por decirse que los habitantes estaban prontos a pasarse a él, mas, habiéndolo encontrado todo lleno de traidores, todo en mala disposición, y socavado con dádivas, se vio puesto en gran peligro, y habiendo tomado un montecito, cortado con un gran barranco de la llanura de Táminas, contenía y resguardaba en él lo más aguerrido de sus tropas, dando orden a los generales respecto de los insubordinados, habladores y malos, para que no hicieran caso si los veían desertar y apartarse del campamento: “Porque aquí- les decía- no serán de provecho, sino más bien perjudiciales por su indisciplina a los que hayan de pelear, y allá detenidos, con la conciencia de este delito, gritarán menos contra mí y no me calumniarán”.
Dos días después me despedía en Reinosa del Cura y de Neluco que me habían acompañado hasta allí, y de Chisco que había ido tirando del rocín que conducía mis equipajes, me acomodaba en los blandos almohadones de un coche del ferrocarril, y comenzaba a rodar hacia las llanuras de Castilla, con la vista errabunda por los horizontes, aún no abiertos a mi placer, y la cabeza atiborrada de pensamientos insubordinados e indefinibles.

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