Ejemplos con indulgencia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Desde el punto de vista del derecho canónico esta indulgencia es cierta y no sujeta a disputa, pero sí lo es que su origen se encuentre en el propio san Francisco.
Para la indulgencia no basta la Cruz, debe representarse a Cristo crucificado.
La indulgencia plenaria de la Cruz de la Buena Muerte, quien realmente crea en la santa Cruz, no será apartado de El, ganará indulgencia plenaria en la hora de la muerte.
Le ha dado al Crucifijo con la medalla Indulgencia Plenaria.
Nace de aquí el escasísimo interés que la mayor parte de estas novelas despiertan y el tedio que a la larga causan, como que carecen, en realidad, de principio y de fin, y de medio también, reduciéndose a una serie de escenas mejor o peor engarzadas, pero siempre de observación externa y superficial, siendo para el autor un arca cerrada el mundo de los misterios psicológicos, ya que fuera demasiada indulgencia aplicar tal nombre a los actos ciegos y bestiales de individuos en quienes la estupidez ingénita o los hábitos viciosos, llegados a la extrema depravación, han borrado casi del todo el carácter de seres racionales.
¡Ah la juventud! Y seguía sonriendo con indulgencia de veterano ante el entusiasmo de los dos jóvenes.
¡Ya lo creo! La Villasis sabe hacer bien las cosas, y de seguro que ha pedido al arzobispo indulgencia plenaria para todos sus tertulianos.
El terminaba con protectora solicitud y paternal indulgencia: Tu ligereza ha sido grande, pero inventa una disculpa, apresúrate a venir y trataremos de arreglarlo.
Reinaba en él una media luz prudentísima, un prematuro crepúsculo que velaba con paternal indulgencia entre sus sombras misteriosas los grandes deterioros del decorado, incapaces de resistir con honra la descarada luz de las tres de la tarde.
Y mirando a Jacobo a lo lejos, aumentóse su curiosidad al ver que aparecía Butrón por detrás de la cortina del palco del Veloz, hacíale una seña y llevábaselo consigo, siguiéndoles a los dos, sin que ninguno le llamase, el cínico Diógenes Al terminar el acto, Butrón, triunfante y satisfecho, entraba otra vez con Jacobo en el palco de Currita, y empujándole hacia la dama con aire de papá bonachón que satisface un capricho de la niña, cogió con una de las suyas las dos manos que ella y él se estrechaban al saludarse, murmurando, con sentenciosa indulgencia, aquellas palabras de Shakespeare:.
Porque el último parapeto del bizco que no quiere mirar derecho es negar que entienda el que le reprende de achaques de vista, por eso, cuando le pone delante el censor detalles íntimos conocidos sólo de los del gremio, concédele al punto la ventaja inmensa de la experiencia y se rinde a discreción, pensando que, si no fue también bizco allá en sus tiempos aquel que le reprende, entre muchos que bizquean debieron de apuntarle los dientes, y gran paso es ya este dado en el corazón que quiere ganarse, porque le invita a la confianza y le asegura la indulgencia, la idea de que aquel censor inexorable estudió en su mismo libro y venció sus mismas flaquezas.
Enrique me estima, me tiene en alto concepto, merced a su mucha indulgencia, me quiere como a prójimo predilecto, pero todo lo demás es sueño absurdo, es presumida imaginación mía.
Pero siempre o casi siempre, a poco de morir, sobreviene para todo hombre el momento de mayor indulgencia, afecto y estimación que le concede el mundo.
bien, gracias sin duda a la indulgencia con que me mira, y me animó para que la escribiese.
No, no está su envidiable superioridad en los respetos sociales, ni en la estimación pública, que, aunque aparente y mentida, es poderoso elemento de felicidad, porque hace que todos les guarden consideraciones y respetos, ni está en la tranquilidad de una vida sin afanes,que también los tiene el rico, y grandes y terribles,sino en la noble entereza que les da el dinero para rechazar los ultrajes, para no pedir a nadie favores ni indulgencia con mengua del propio decoro.
No, hija, has acudido tarde ¡Te he estado metiendo la indulgencia por los ojos, sin que tú la quisieras ver, y ahora que te ahogas, vienes a mí! ¡Ay!, no puedo, no puedo.
Esta mostraba a la de Rubín una gran simpatía, y con esta simpatía, la dulce confianza que de ella emanaba, y por fin, con el verdadero derroche de indulgencia que en favor de sus faltas hacía, apoderose poco a poco de todos sus secretos.
Todos los que usted quierareplicó la señora de Rubín, encantada con la indulgencia y cortesía de la ilustre dama.
Andando hacia la calle del Ave-María, iba discurriendo que debía poner en la carta mucha severidad, y un ligero matiz de indulgencia, un grano nada más de sal de piedad para sazonarla.
La caridad por delante, detrás la indulgencia, y ver si en efecto hay propósitos sinceros de enmienda.
Todo se perdona, hija, todo, tododijo el enfermo con indulgencia empapada en escepticismo.
Se vio allí bien claro, cual vestigio honroso conservado sólo por indulgencia del tiempo.
Mucho agradecía esto el joven, y juzgando por sí mismo, creía que la indulgencia de doña Lupe se derivaba de un afecto, cuando en rigor provenía de esa imperiosa necesidad que sienten los humanos de ejercitar y poner en funciones toda facultad grande que poseen.
Y su condición de dama se probaba en que después de haber hecho todo lo posible, en la primera parte de la visita, por mostrar cierta severidad de principios, juzgó en la segunda que venía bien caerse un poco del lado de la indulgencia.
Le supo tan mal la indulgencia de Rubín, que salió tras él hasta la puerta, diciéndole entre otras tonterías: ¡Valiente hipócrita estás tú narices! Estos silfidones, a lo mejor la pegan.
A Jacinta le causaban miedo aquellas profanaciones, pero las consentía y toleraba, poniendo su pensamiento en Dios y confiando en que Este, al verlas, volvería la cabeza con aquella indulgencia propia del que es fuente de todo amor.
Si su mujer lo permitiera, habría llevado Santa Cruz su indulgencia hasta consentir que el niño hiciera en todo su real gana.
El regreso a los Pazos fue animado por comentarios y bromas acerca de las visitas: hasta Julián dio de mano a su formalidad y a su indulgencia acostumbrada para divertirse a cuenta de la mesa escotada y del almacén de quincalla que la señora jueza lucía en el pescuezo y seno.
—Adelante,—repuso la veterana deidad, mirando con tentadora indulgencia al retoñado viejo.

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