Ejemplos con independencia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No tenía de la aldea la holgura, ni la independencia, ni el horizonte, ni el aire puro, ni el sol esplendoroso, ni los aromas, ni el plácido aislamiento, pero sí sus miserias, sus , su escasez de recursos, su soledad, su desamparo, su pequeñez.
Como pastor, como prelado, cumpliré con mi deber, con entera independencia.
El grupo de españolas, capitaneado por Lola Amézaga, que era muy resuelta, tenía cierta independencia e intimidad, bien distinta de la reserva secatona de las inglesas: y aún entre ambos bandos se advertía disimulada hostilidad y recíproco desdén.
Yo nada pude hacer para contrarrestar aquella hostilidad, las autoridades no me sostenían, y me resigné a los peligros que me traía mi independencia de carácter.
Eran los de la guerra de la Independencia.
Sin él, ¡quién sabe en lo que hubiesen parado las guerras civiles, en este país tan estacionario y tímido ante las reformas! Lo repito: no desconozco este servicio, pero crea usted que las guerras civiles entre la libertad y el absolutismo político no se repetirán, como no podrían reproducirse con éxito las guerrillas de la Independencia.
Le saludaban, oían sus palabras con la misma atención de antes, pero notaba en ellos cierto gesto de independencia fuera y al mismo tiempo de conmiseración, como si admirándole por haberles transmitido sus ideas, tuviesen lástima de su carácter dulce, enemigo de la violencia.
Antes de que el Conde hubiese tenido el más leve indicio de su culpa, la Condesa había gozado de un asomo de independencia y libertad.
Además de su sueldo, tiene alguna rentilla, que le da independencia y desahogo.
Por otra parte, la independencia de doña Luz era perfecta.
Doña Manuela, que le había tenido tanto tiempo a su voluntad, asombrábase ahora ante sus alardes de independencia.
En aquella botica concurrían: Venegas, espíritu fuerte, liberal de la nueva echada, republicano incipiente, muy enconado contra el malaventurado ensayo imperial, Jacinto Ocaña, monarquista hasta la médula de los huesos, que siempre que hablaba de Maximiliano, se descubría respetuosamente, y que a cada instante trababa disputas con Venegas, sacando a bailar la Saratoga y el Tratado Mac-Lane, el doctor don Crisanto Sarmiento, retrógrado por los cuatro costados, que vivía suspirando por el régimen colonial, que se hacía lenguas de Revillagigedo, que de buena gana viera restablecido en México el Santo Tribunal de la Fe, y que cuando alguno hablaba de la Independencia, decía, echándola de agudo:.
—¡A ellos, muchachos, a ellos! ¡A paso de carga! ¡Viva Dios! ¡Viva España! ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la independencia española!.
—Constaban documentalmente su nacimiento, bautismo y confirmación, verificados en no sé qué villa de Asturias, así como que había hecho toda la guerra de la Independencia, y llegado, desde humilde ranchero, a sargento segundo de caballería.
—¡Pedimos que las se hagan con entera independencia!.
nada menos que un hombre, un habitante de Madrid, que se arrellana cómodamente en la vida, y se engríe de su ámplia independencia, como soltero, como novelista, como voluntario de la orfandad que soy, con patillas, deudas, amores y tratamiento de !!!.
Arte, sin independencia, sin libertad, sin progreso, es cadaver embalsamado, marioneta, cuyos movimientos compasados y rígidos dejan traslucir lo inerte de la materia.
Así vimos venir con la influencia del poder absoluto de Luis XIV los reglamentistas literarios que fustigaron a los autores de pasadas anarquías, y con la revolución é invasión francesas la libertad de pensamiento y el instinto de independencia artístico y propio, triunfante en aquella lucha, como el territorial y político.
¡Creyó que le podría querer! ¿Y qué hizo usted para conseguirlo? ¡Ah! Lo que usted quería, digamos las cosas claras, lo que usted quería era casarse para tener un nombre, independencia y poder corretear libremente.
Las tres damas estaban con los moños al aire, hablando a un tiempo en alta voz, con ese desparpajo y esa independencia de modales que caracterizan a los vendedores ambulantes que viven siempre al aire libre, y tienen la voz hecha a la gritería de los pregones.
Y lo que más me subleva es tu terquedaddijo doña Lupe bajando la voz, y ese empeño de gobernarte sola, sí, esa independencia estúpida Tú te lo guisas y tú te lo comes.
Entre paréntesis, se distinguen por su independencia en el vestir.
¿No ves que la traté bastante en vida de Jáuregui, que, entre paréntesis, era un hombre excelente? Ya te daré una lección larga sobre el tole tole con que debes tratarla, una mezcla hábil de sumisión e independencia, haciéndole una raya, pero una raya bien clarita, y diciéndole: de aquí para allá manda usted, de aquí para acá estoy yo.
De modo que dejándola que se explaye a su gusto en todo lo que sea el mete y saca de la vida doméstica, podrás conservar tu independencia en lo demás.
Procurarle una manera de vivir con independencia y honradez ¡ah!, esto es muy difícil.
Doña Lupe también parecía indignada, aunque si se hubiera ido a examinar bien el interior de la digna señora, se habría visto que en medio del enojo que su dignidad le imponía, nacía tímidamente un sentimiento extraño de regocijo por aquella misma independencia de su sobrino.
Discutir, eso no, pero lo que es obrar, sí, o al menos demostrar con palabras breves y enfáticas su firme propósito de independencia.
Nunca había visto en su sobrino un rasgo de independencia como el que acababa de ver.
¡Qué despabilado está el tiempo! dijo la señora con cierto retintín, que hizo estremecer al joven, limpiando súbitamente su espíritu de toda idea de independencia, como se limpia de sombras un farol cuando aparece dentro de él la llama del gas.
Las partidas y los partidarios fueron siempre populares, circunstancia funesta que procedía de la guerra de la Independencia, una de esas cosas buenas que han sido origen de infinitas cosas detestables.

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