Ejemplos con incólume

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El brillo de la dignidad imperial seguía siendo sin duda grande y la posición moral de esta dignidad suprema permanecía incólume aún en la cristiandad occidental.
Desde esa fecha, el Teatro Municipal no ha sido restaurado aunque, al haberse mantenido incólume la Sala, se siguen dando presentaciones continuamente.
Sin embargo Howard se mantiene incólume y no compromete su integridad.
Él sano, incólume, ¡y su enemigo! ¿Dónde estaría en aquel momento? ¿Debía bajar para buscarle entre los tamariscos y reconocerlo en su agonía? De pronto se repitió el grito, el aullido salvaje, lejos, muy lejos, casi en las inmediaciones de la alquería: un triunfante, burlón, que Jaime interpretó como anuncio de próxima vuelta.
Su indignación le hacía considerar como un hecho inaudito y monstruoso la muerte de los cuatro soldados, como si en la guerra sólo debieran caer los enemigos, manteniéndose incólume la vida de sus compatriotas.
Una consunción interna había devorado las morbideces que suavizan con armonioso almohadillado el cuerpo femenil, pero esta consunción era irregular, fragmentaria, ensañándose en unas partes del organismo y olvidando otras, dejando incólume, con incomprensible respeto, lo más prominente: los pechos todavía frescos y victoriosos sobre el torso enflaquecido, semejante a un doble blasón de mármol en una fachada ruinosa, las caderas de robustez germánica firmes e inconmovibles, como si en ellas fuese más el hueso del armazón que la carne del revestimiento.
La pequeñez de su cuerpo ágil y escurridizo le servía tanto como la fuerza de sus brazos, y de todas las peleas salía incólume, sin que le sacasen sangre.
¡Quién sabe qué mentiras contarían aquellos buenos amigos al relatar el desafío! Había que hacer constar que estaba incólume como el otro.
En cuanto a la carne aborrecida del seductor, había quedado enteramente incólume.
¿Qué le habías enseñado para defenderse de la malicia del mundo? ¿Qué armas tenía para conservar incólume eso que llamas honor? Vosotros, tú y tu mujer, la dabais ejemplo del respeto que merece el dinero y un nacimiento elevado dejando entrar en vuestra casa a aquel muchacho, acogiendo como un honor que un señorito se fijase en vuestra hija.
Conservo íntegras las creencias en que fuí criado, guardo incólume la fe de mis padres, y ella ha sido para mí, en mis horas negras, en mis días tristes, fuente de consuelo, faro salvador, ella alivió mis dolores y restañó siempre las heridas más hondas de mi corazón con el bálsamo de las eternas esperanzas.
La continencia le fue fácil, casi insensible, por lo mismo que la guardó incólume, pues sienten los moralistas que es más hacedero no pecar una vez que pecar una sola.
Así como unos curan las dolencias del cuerpo, otros cuidan de la pureza del espíritu: serás, de ellos, y mientras el tuyo permanezca incólume, jamás te faltarán palabras con que infundir a tus hermanos la fe que te aliente.
Tratábase de una pelea de siete jugadas a navaja, y el gallo destinado para defender la cuarta parte por uno de los partidos era un malatobo, bien laminado y de excelente registro, famoso en los anales del circo por haber pisado la cancha cinco veces en lo corrido del año, y salido siempre incólume después de despachar a sus rivales.
Si al santo rey David, con ser quien fue, le levantó roncha en las entretelas del alma la contemplación de Betsabé en el baño, no veo por qué un humildísimo lego había de tener blindaje para resistir y salir incólume del peligro tentador.
La cristiandad está de luto, conmemora en sus templos, con cantos lagrimosos y lóbregas plegarias, el aniversario de la muerte de Jesús, y Juan Anocibar, nacido y criado en los Pirineos, todo embuido de la fe ingenua que mantiene incólume su reino en aquellas regiones montañosas, cerradas aun a la irrupción del progreso, ni un momento piensa, en ese día del viernes santo, en sustraerse al cumplimiento de los preceptos que le enseñó el cura de su aldea natal: ayunar y holgar.
¡Oh! los modales del domador no son de los más finos, y sus argumentos que, generalmente, rematan en rebencazos, no se pueden citar como modelos pedagógicos, pero es que se trata para él de dejar incólume su fama de jinete impecable, de quien ningún caballo pueda decir que su maestro le ha enseñado a voltearlo, y también, en una sola lección, tiene que enseñarle tantas cosas nuevas y diferentes, que no podría hacerlas entrar sin una elocuencia contundente.
Sorprendido en los bosques de Monte-Sorayo, y mientras mi esclavo rubio caía mortalmente herido por un venablo del rey Alfonso, pude huir con gran riesgo y ocultarme en los matorrales contiguos, escapando luego y escondiéndome en las ruinas del Cristo de la Agonía, en ocasión que acertaba a pasar casualmente por aquel punto vuestro capitán Lucifer, a quien pedí auxilio, y el cual ha tenido la galantería de acompañarme y traerme incólume a vuestra presencia.
-Cumple a vuestra delicadeza, continuó este con cierta sutileza sensible, salvar incólume ese imprescriptible derecho que reclama el desagravio de la sociedad en la persona de estas víctimas, que de vuestra hidalguía tanto esperan.
Resulta que por equivocación o por malicia me hallo en vuestro poder, y lo que es peor, a merced de vuestro capricho, que puede desplumarme, pero que por otra parte renunciáis vuestro derecho y me dais soltura, aún más, me dais escolta y me defendéis a punta de lanza, conduciéndome incólume a mi palacio a través de estos riscos y al abrigo de cualquier fechoría: ¿no es esto mismo?.
-Con veneno semejante es imposible que haya en la sociedad una sola virtud incólume.
No quedó títere con cabeza, como se dice comúnmente, ni barriga sana, ni cuerpo incólume, ni ojo en su sitio, ni boca de su natural tamaño y forma.
En vano su padre la tenía bajo la custodia de una dueña quitañona, más gruñidora que mastín de hortelano e incólume hasta de la sospecha de haberse ejercitado en los días de su vida en zurcir voluntades.
Iba a hacer un escarmiento, iba a poner a inmensurable altura el principio de autoridad, aquel sacro principio que se le había confiado para que lo transmitiera incólume y lleno de gloria a las generaciones futuras.
Todos debemos trabajar para que crean los demás, para difundir los dones del Espíritu Santo, para que se mantenga incólume la fe de nuestros padres.
Le bastará para ello adquirir, para las vulgaridades de la vida, las aptitudes sajonas de práctica audacia, -tarea fácil para su inteligencia despierta-, sin que deje de conservar incólume, a través de los siglos, el arca sagrada de su inimitable genio.
No hay que verle recostado en la basura de Tánger, vestido de andrajos, mísero y envilecido, aunque guardando incólume el depósito de su fe y el depósito de sus costumbres, hay que recordarle reclinado melancólicamente sobre doradas plumas en los jardines de la prestigiosa Alhambra, nido amoroso de inacabables tristezas, bajo los artesonados techos del Alcázar de Sevilla, a lo largo de las naves de ese portento artístico que se llama Mezquita de Córdoba, en el anchuroso patio de la casa de Pilatos, con la mente fija en Alah y en las mujeres durante las sosegadas horas del reposo, y viendo elevarse en espirales de azuladas ondas el enervante opio caer al suelo mansamente, y como medrosas de enturbiar el silencio, las temblorosas gotas del surtidor de agua.
Y esta legislación matrimonial se conserva incólume, santificada de tribu en tribu y de pueblo en pueblo por la bendición de los abuelos, que son las sibilas de la jurisprudencia indígena.
Hombre un día de brillantísimo cartel, tanto en lo de jugarse las vísceras al daca y toma por menos de un estornudo, como en lo de no dejar incólume tórtola alguna de las muchísimas que cometieron la torpeza de ponérsele a tiro de escopeta en el distrito, campo de sus hazañas, había conseguido, al echar el ancla en el puerto tristísimo de la vejez, ser mirado y remirado por todos los que le conocían, que eran todos o casi todos los que por aquel entonces, sin distinción de sexos, valían y podían darse pisto en el barrio, como un a modo de venerable patriarca y árbitro supremo, al cual acudían en todas sus diferencias a consultarle sus litigios y en demanda de sus siempre acertadísimos consejos.
Primero había visto desvanecerse dentro de aquella cabeza de gracia musical lo que él amaba debajo de aquella hermosura, el alma de la Regenta, su pensamiento, después pensó en aquella hermosura exterior incólume, en la esperanza de saciar su amor sin miedo de testigos, solo, solo él con un cuerpo adorado.

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