Ejemplos con incitaban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ahora, por el contrario, la incitaban a dejarse estar así, inmóvil, y anonadada, como el güebro ante el sol.
¿Y usted?pronunció Perico, con unos asomos de galantería a que le incitaban el anochecer, el marido caminando delante y sus inveteradas malas mañas.
Lloraba al recordar la Virgen de su tierra, pero cuando los compatriotas le incitaban a seguirles, sus lágrimas eran de desesperación.
No tardé en encontrar prosélitos, llevaba tras de mí una pandilla de hombres y mujeres que me incitaban a que les arengase, y yo, diciendo para mí , soltaba el surtidor de mi desordenada oratoria.
Por darle gusto respondían que sí, y le incitaban a contar las peripecias de aquella lucha tenebrosa con el Poder público.
Y cuando le incitaban a ser más explícito, más se complacía en dejarles a media miel.
Los impulsos naturales la incitaban a gritar, a arrancarse el cabello, a coger entre las manos al hombre, como se coge un abanico, un juguete cualquiera, y destrozarle, haciéndole pedazos pequeñitos.
No sé qué tiene la virtud, que con alcanzárseme a mí tan poco o nada della, luego recebí gusto de ver el amor, el término, la solicitud y la industria con que aquellos benditos padres y maestros enseñaban a aquellos niños, enderezando las tiernas varas de su juventud, porque no torciesen ni tomasen mal siniestro en el camino de la virtud, que juntamente con las letras les mostraban: consideraba cómo los reñian con suavidad, los castigaban con misericordia, los animaban con ejemplos, los incitaban con premios, y los sobrellevaban con cordura, y finalmente, cómo les pintaban la fealdad y horror de los vicios, y les dibujaban la hermosura de las virtudes, para que aborrecidos ellos y amadas ellas consiguiesen el fin para que fueron criados.
Estaba realmente hermosa: su saco de mañana la sentaba muy bien, bastante amplio, sus formas apenas se dibujaban, y así entre el misterio incitaban y cobraban mayor prestigio: la fiebre que había sufrido por la noche estaba impresa con profundas huellas en su rostro.
Después de tan señalada victoria incitaban a Aníbal sus amigos para que no desperdiciara su fortuna, y tras los enemigos, en el mismo punto de su fuga, cayera sobre Roma, pues al quinto día de la victoria cenaría en el Capitolio, pero no es fácil explicar qué consideración pudo contenerlo, más bien diremos que fue obra de algún genio o algún dios que quiso estorbárselo, que no demasiado recelo o temor suyo, así se cuenta que el cartaginés Barca le dijo con enfado: “Tú, Aníbal, sabes vencer, pero no sabes aprovecharte de la victoria”.
Una especie de fatalidad pareció proteger el destino de La Noue, en la tercera guerra civil había caído prisionero en Jarnac y en Montcontour, y siempre fue puesto en libertad, sin rescate alguno, por el hermano del rey, a pesar de las instancias de una parte de sus capitanes, que le incitaban a sacrificar a un hombre muy peligroso para ser dejado libre, y demasiado decente para poder sobornarle.
Las amigas incitaban a los varones en no mover sus labios, lo cual, bien mirado, debía ser ruda penitencia para las hijas de Eva.
¿Qué alegría era aquella que le entraba, qué prurito de moverse, de reír, de alzar la voz, de hacer bulla y dar saltos sobre el asiento cual muñeco que tuviera en cada nalga un bien templado resorte? Juanito y su amigo se reían de verle en tal estado, y le incitaban a seguir bebiendo, pero él, con seguro instinto, se negó a dar un paso más por tan peligroso camino.
Los otros le incitaban, y sabe Dios cómo habría concluido el lance si el catalán, que brindaba a cada momento, no diera de improviso con la mole de su cuerpo en tierra.
Mas no fue esto lo que adoptó, sino que prevalecieron los que incitaban a la batalla.
Lisandro, hijo de Libis, y Mandroclidas de Écfanes, y con ellos Agesilao, entraban gustosos en sus nobles designios, y le incitaban a la ejecución.
Llegados a la casa, Anio se quedó a la puerta, y los soldados, tomando la escalera, subieron al cuarto, y a la vista de Antonio ninguno quería ejecutar el mal hecho, sino que unos a otros se incitaban y movían a él, y debía de ser tal el encanto y gracia de las palabras de este hombre insigne, que habiendo empezado a hablarles, rogándoles no le matasen, ninguno se atrevió a acercarse a él ni aun a mirarle, sino que, bajando los ojos, se echaron a llorar.
La plebe veía con disgusto el que se afrentase a Emilio, sobre lo que prorrumpía en inútiles quejas, pero los principales del Senado, diciendo a gritos que era insufrible lo que pasaba, se incitaban unos a otros para hacer frente al desacato y temeridad de los soldados, que si no se le opusiese resistencia se propasaría a todo desorden y violencia, saliéndose con privar a Emilio de los honores de la victoria.

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