Ejemplos con inapetencia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Compromiso del estado general: decaimiento, falta de fuerzas, inapetencia, baja de peso importante.
Inapetencia, astenia, dispepsias hipo secretoras.
La dosis es de una taza tres veces al día, y para tratar la flatulencia o la inapetencia, es necesario beberla media hora antes de las comidas.
Sintió de pronto todo el peso del insomnio y la inapetencia, toda la emoción deprimente de las sensaciones crueles experimentadas en las últimas horas.
Y se alejó, seguido por la risa de Maltrana, que lamentaba irónicamente la inapetencia del cura.
Esta cogió de manos de la cajita de cartón que, a mi parecer, guardaba confites o pasteles, y ofreciéndomela me dijo: Aquí te dejo esta golosina, que no te vendrá mal para poner algún alivio a la inapetencia, que es el peor alifafe de los que sufren el.
En el mismo gabinete estaba Teresa, que sufría quebrantos de salud, inapetencia, insomnios.
El hambre se juntaba con la inapetencia, y la repugnancia cortaba el paso al apetito.
Doña Esperanza no empeoraba, y su mortal inapetencia se iba remediando con los guisos y golosinas de la tierra.
No era caso de gravedad: inapetencia, cansancio.
Algunas tardes subían al piso alto y visitaban a distintas personas, con lo que Doña Leandra se distraía y animaba, su familia iba notando en ella menos inapetencia, relataba con interés las magnificencias que en Palacio veía, y mostrábase en extremo cariñosa con su amiga y compañera.
Bruno una irritación al hígado, que a más de producirle inapetencia mortal, le ocasionaba tristeza y molestias crueles.
Mandole llamar, y mientras tomaba en el Ayuntamiento un frugal tente-en-pie, del cual no participó Calpena por la radical inapetencia que sufría, hablaron de lo humano y lo divino.
Habiendo determinado el viajero salir a la caída de la tarde, revelaron todos su pena a la hora de comer con una inapetencia desusada en aquella casa.
Aquella noche, un tanto tempestuosa para la Corona, la inapetencia, la nerviosa ansiedad del primer tripulante del bajel del Estado, revelaban que no era insensible al malestar del mareo.
Su inapetencia habría necesitado quizás, para remediarse, espectáculos menos terribles, o era que ni aun con los triunfos recientes se hallaba satisfecho, y su insaciable ambición pedía más al adusto Genio que le protegía.
José María en las ricas bodegas de Castro! Como durante las dos semanas primeras de su encantamento la inapetencia de Fernando era absoluta, Demetria y Doña María Tirgo, maestra en artes culinarias, no hacían más que discurrir platitos substanciosos, agradables y que no cargasen el estómago, a ver si así le devolvían las ganas de comer.
Ya no eran solamente la delgadez singular, la fatiga y la inapetencia los fenómenos que se advertían en su organismo.
A fuerza de permanecer encerrado en casa, comenzó a digerir mal, y luego a comer poco: uniose al desasosiego moral el malestar físico, ayudó la inapetencia a la melancolía, y en menos de tres semanas se quedó flaco y triste como fiera enjaulada.
Supuso la vestal del fogón que la inapetencia era desprecio, y por salir de dudas, movida de santa indignación, entró al despacho.
Fuera de los paseos que daba en el comedor o en la alcoba, no hacía ejercicio alguno, y después de la inapetencia de los primeros días, le entró un apetito voraz, que las dos mujeres tuvieron por buen síntoma.
Jactábase de su inapetencia mujeril haciendo de ella una estupenda virtud, pero no necesitaba andar a cachetes con el demonio para triunfar.
Su inapetencia era tal que, con todo de ser las dos de la mañana, aún no había comido.
Por las noches, no obstante su inapetencia, daba prisa para que le sirvieran la cena, despachábala en un santiamén, picando con el tenedor en este y el otro plato, probando más bien que comiendo, y parecía que le faltaba tiempo para echarse a la calle.
La señora, que no acababa nunca de exponerme sus confianzas, diome el encargo de explorar a Manuel para ver si se descubría el motivo de que anduviera tan ensimismado por aquellos días, de que pasaba fuera de casa gran parte de la noche, cuando no toda ella, y de sus melancolías, inapetencia y desabrimiento de carácter.
Esta cogió de manos de Doña Caligrafía la cajita de cartón que, a mi parecer, guardaba confites o pasteles, y ofreciéndomela me dijo: «Aquí te dejo esta golosina, que no te vendrá mal para poner algún alivio a la inapetencia, que es el peor alifafe de los que sufren el morbo europeo.
El hambre se juntaba con la inapetencia, y la repugnancia cortaba el paso al apetito.
Doña Esperanza no empeoraba, y su mortal inapetencia se iba remediando con los guisos y golosinas de la tierra.
Por de pronto, ese dolor de cabeza de que se me ha quejado y dice que siente desde esta mañana, ya justifica su inapetencia y ciertas salidas de tono que parecen distracciones: si a esto se añade el sobresalto y la agitación con que la pobre vino al mediodía desde el muelle, y que lo de Catana puede ser una aprensión mía, nada más que una aprensión, y lo del vestido.
Mi tío y yo, como lo solíamos hacer a menudo, cenamos en la perezosa: él su correspondiente ración de leche, alimento único que te había prescrito Neluco últimamente, por convenir tanto a su invencible inapetencia como a la índole de su enfermedad, y yo los ordinarios condumios de Tona y de su madre, a los que se había ido haciendo mi estómago agradecido.

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