Ejemplos con inacabables

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Está situada al Norte de la provincia de Cáceres en las estribaciones de la Sierra de Santa Olalla, entre extensos e inacabables campos de olivos, viñedos, robles y alcornoques.
Creía que la guerra revelaría sólo lo peor de la sociedad, argumentando que llevaría inevitablemente a la colectivización y a la militarización y a fortificar una fe universal en la violencia, a poner en marcha inacabables aventuras de imperialismo y de ambiciones nacionalistas, en tanto que, al mismo tiempo, costaría incontables vidas humanas.
Ellas no tienen cantidades inacabables de almacenamiento como las máquinas de Turing.
Raro era el día que no echaban los periódicos un extraordinario anunciando batallas, desembarcos de armas, movimientos de tropas, cambios de generales y otras cosas que por lo común daban pie a inacabables comentarios.
Iban por las alamedas de chopos que hay en Burgos, rectas e inacabables, como senderos de pesadilla.
Según trascurrían los minutos, que a ella se le antojaban inacabables, como él no parecía, a la muchacha se le iba desacerbando el alma: sus ojos cobraban animación y vida.
¿Qué hacía yo sino proporcionar a la abatida familia de Rumblar fabulosos adelantamientos y repentina prosperidad? Interesado vivamente por el bien del reino en general y de cada español en particular, yo me constituía en protector de una familia, harto necesitada de una buena mano que la ayudase a salir del atolladero de sus deudas y del pantano de sus inacabables pleitos.
Viendo lo cual el cura, pidió al escribano le diese por testimonio como Alonso Quijano el Bueno, llamado comúnmente don Quijote de la Mancha, había pasado desta presente vida y muerto naturalmente, y que el tal testimonio pedía para quitar la ocasión de algún otro autor que Cide Hamete Benengeli le resucitase falsamente, y hiciese inacabables historias de sus hazañas.
Las paradas en las estaciones parecíanle eternas, los túneles inacabables, la noche sin fin.
Orgías inacabables se sucedían por las semanas de las semanas.
De Santiago pasaría yo hacia allá, devorando inacabables senderos de escarpadas punas y de selvas ardientes y desconocidas.
Según el concepto que han formado de la unidad nacional, según que el unitarismo centralizador y la idea de un poder absorbente que excluya toda otra especie, no ya de soberanía, sino aún de vida, ha sido la norma suprema de criterio adoptada, o según que ha podido más en ellos la afección a la tierra nativa, siempre digna de especial predilección, aunque nunca deba ser esta más grande que la inspirada por la nacionalidad, así también se ha hecho variar el significado de esa voz regionalismo, presentándola unos y otros, ora como doctrina revolucionaria, separatista y disolvente, ora como medio único de reconstituir las patrias, inacabables y legendarias energías, que hoy aparecen como apagadas y adormecidas, sobre todo en determinadas esferas de nuestra vida nacional.
Merced a la actividad fecunda que la moderna civilización imprime en todo, a pesar de nuestras inacabables discordias civiles, cierta cultura de costumbres se había difundido por todo el lugar, y no pocas familias de arrieros o de gañanes, que habían hecho dinero y fundado casa principal, empezaban a tener humos aristocráticos, recordando con orgullo que descendían de valerosos adalides y yendo a ver con satisfacción en los libros de la parroquia que llegaba su ascendencia, por línea recta de varón en varón, y por legítimo matrimonio, hasta uno de los compañeros o hermanos de armas que vino con el primer López de Mendoza a custodiar aquella fortaleza y a molestar a los moros, entrando en algarada por sus tierras y talando sus panes.
Venido a la América del sur, en busca de fortuna, deja correr su mirada, del surco, al horizonte sin fin de la llanura inmensa, y calcula que de esta misma tierra rica y fértil, hay extensiones inacabables y desiertas, y, al acordarse las maravillas que, en su tierra, crea el trabajo industrioso del hombre, en una sola hectárea, poblándola de centenares de árboles de variada fruta, de hortalizas suficientes para mantener a familias numerosas, de forrajes productores de carne y de leche, y hasta de glorietas floridas que, de algún rincón hacen un paraíso, siente cundir en su alma de pobre peón, la vehemente ambición de poseer, él también, algún día, un retazo, un jirón, una hilacha de este manto regio.
Las miradas un poco insolentes de porteros y lacayos hallábanse fijas en ella, los que entraban -funcionarios del Estado, embutidos en arcaicos fracs y seguidos de sus inacabables familiones: ringleras de hijas esmirriadas, vestidas con pretenciosa cursería, llevando tras de ellas a la madre, una pobre burguesa gorda, torturada bajo el cortesano atavío, que se dejaba arrastrar a la fiesta como se dejaría arrastrar al martirio ante una remota esperanza, de colocar a las niñas, tal cual coronel de reemplazo, que daba orgulloso el brazo a su esposa, una jamona de buen ver, con la cara enharinada de polvos baratos, e infinidad de títulos obscuros, de los que para nada brillan en la vida mundana, y a los que de tarde en tarde se ve surgir con un vago asombro de que exista en la guía un marqués del Alhalí o una baronesa viuda de Casa-Temblante -contemplábanla con curiosidad impertinente-.
¡Es fácil conciliar el sueño cuando la civilización no nos incomoda, no nos irrita con sus inacabables inconvenientes, cuando no tiene uno más que echarse, cuando no hay ni el temor de desvelarse, quitándose la ropa, o pensando en lo que la justicia y la generosidad humanas acaban de hacernos o se proponen hacernos!.
¿Y no tuvimos que hacer lo mismo, nosotros, dijo, cuando se extendió el ferrocarril, con nuestras inacabables tropas de treinta y cuarenta carretas tucumanas, que iban en fila, tiradas, cada una, por ocho, diez, veinte bueyes, haciendo rechinar sobre sus ejes las toscas ruedas de madera maciza, formando el cuadro, en las paradas, para rechazar los ataques de los indios?.
Pero esas selvas inacabables de majestuosos árboles de madera dura representaban mil fortunas, las llanuras, fértiles y de riego fácil, prometían cosechas maravillosas al que resolviera el problema de cultivarlas, las montañas dejaban ver que en su seno encerraban todos los metales cada día más apetecidos por el hombre.
inacabables.
A voluntad nuestra, se acercaría o se alejaría de los focos de calor y de luz, huiría de los soles envejecidos y buscaría fluidos, fuerzas y vidas insospechadas en la órbita de mundos vírgenes e inacabables».
No hay que verle recostado en la basura de Tánger, vestido de andrajos, mísero y envilecido, aunque guardando incólume el depósito de su fe y el depósito de sus costumbres, hay que recordarle reclinado melancólicamente sobre doradas plumas en los jardines de la prestigiosa Alhambra, nido amoroso de inacabables tristezas, bajo los artesonados techos del Alcázar de Sevilla, a lo largo de las naves de ese portento artístico que se llama Mezquita de Córdoba, en el anchuroso patio de la casa de Pilatos, con la mente fija en Alah y en las mujeres durante las sosegadas horas del reposo, y viendo elevarse en espirales de azuladas ondas el enervante opio caer al suelo mansamente, y como medrosas de enturbiar el silencio, las temblorosas gotas del surtidor de agua.
Dijérase que se había parado el reloj de la eternidad, y que mi pobre pensamiento, única rueda que había quedado moviéndose en el roto mecanismo de los mundos, estaba encargado de contar por millonésimas los instantes de aquellas inacabables horas.
Porque tú no puedes figurarte lo que a mí me afligen estas inacabables desventuras de nuestra hidalga tierra, «la tierra proverbial de los caballeros», como siguen afirmando los españoles seriamente cultos.
Y nada de extraño hubiera tenido que convirtiera en realidad sus tentaciones, porque con razón sobradísima habíale aquello hecho vislumbrar un horizonte risueño, un oasis en el desierto de sus inacabables angustias, que desde punto y hora en que se recrearon sus ojos en la contemplación de la nueva carnicería y, sobre todo, de las cuatro bellísimas carniceras, comprendió que pronto su barbería, hasta entonces humilde y solitaria, habíase de convertir en codiciado mirador y en irreemplazable apostadero de todos los que por aquel entonces suspiraban, más o menos descaradamente, por las tres Nenas solteras, y más o menos a hurtadillas por la legítima consorte de Periquito el Viruta, un mixto de calé y de castellana, que pregonaba a voces su paternal abolengo con su rostro atezado y varonil, sus ojos de pupilas negrísimas, su pelo hirsuto y rizoso y su boca de gruesos labios y blanquísima dentadura.
Brazas y más brazas salían del agua, amontonándose en la arena en espirales inacabables.

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