Ejemplos con humildes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aquellos himnos originarios e infantiles correspondíanse con las almas simples e inflamables que los cantaban a coro en los humildes templos.
Pero el estado llano del partido, obreros y artesanos humildes, dedicaban a Belarmino supersticiosa fe y se enardecían oyéndole.
Por muy recóndita que la guardase allá en los postreros rincones del pensamiento, no faltaba al leonés la aspiración propia de todo hombre que ejerce humildes oficios, y se ganó con sudores el pan, de que su descendencia beneficiase tamaños esfuerzos, ascendiendo un peldaño en la escala social.
Jamás un hombre fué mejor comprendido que lo fuí yo, y era de verse, el primer año, como hombres, mujeres, ancianos y niños, a porfía, cambiaban el aspecto de sus casas, ensanchaban sus corrales, plantaban árboles en sus huertos, y aprovechaban hasta los más humildes rincones de tierra vegetal para sembrar allí las más hermosas flores y las más raras hortalizas.
La redención de los humildes hemos de hacerla los que nacimos con ímpetu de señores cuando se haga la luz en nuestras conciencias.
Tras éstos, surgían en la interesante cronología los arzobispos guerreros, los prelados de cota de malla y hacha de dos filos, los conquistadores, que, dejando el coro a los humildes, montaban en su trotón de guerra y creían no servir a Dios si en el año no añadían algunas aldeas y montes a los bienes de la Iglesia.
La conmiseración por las miserias humanas, el odio a la desigualdad y la injusticia, la abnegación por los humildes y los desgraciados, eran iguales en los dos.
Necesitaba, como otras veces, confiar sus pesares a la jardinera, con esa benevolencia instintiva que impulsa a los grandes a franquearse con los humildes.
Era para ellos un mártir de la nueva religión de los humildes y los oprimidos.
Llegaban hasta ellos los comentarios que se permitían los canónigos en la sacristía, pero los humildes servidores guardaban un silencio receloso cuando se repetían estas murmuraciones en su presencia, temiendo ser delatados por el vecino, que tal vez ambicionaba su puesto.
Los Elíseos, los Paraísos, los Empíreos de otras religiones sólo abren sus puertas a los magnates, a los príncipes, a los sabios, a los guerreros y a los ilustres, mientras que nuestro cielo es el cielo de los pobres, de los humildes, de los pacíficos y de los mansos.
Cada día eran más respetados, se popularizaban, y ya no eran comerciantes y rentistas los que jugaban en la Bolsa, los pobres, los humildes, buscaban tomar parte en el negocio.
Más allá, filas de sacos mostrando por sus abiertas bocas las patatas de Aragón, de barnizada piel, y tras ellos los , cohibidos y humildes, esperando quien les compre la cosecha, arrancada a una tierra ingrata en fuerza de arañar todo un año sus entrañas sin jugo.
Allí, los obscuros manojos de espinacas, las grandes coles, como rosas de blanca y rizada blonda encerradas en estuches de hojas, la escarola con tonos de marfil, los humildes nabos de color de tierra, erizados todavía de sutiles raíces semejantes a canas, los apios, cabelleras vegetales, guardando en sus frescas bucles el viento de los campos, y los rábanos, encendidos, destacándose como gotas de sangre sobre el mullido lecho de hortalizas.
¿La elegancia? Sí, Angelina con sus trajes humildes y sencillos era tan elegante como Gabriela.
¿Qué interés podía guiarme? Te amé y te di mi corazón, me amaste, y al oír de tus labios que me amabas se disiparon las tinieblas de mi vida, se iluminó mi alma con los esplendores de la tuya, y anhelé ser bueno porque tú eras buena, quiso tener resignación como tú, y la tuve, y el que poco antes deseaba morir, amó la vida, y soñó con dichas y felicidades, no esas que tú supones, sino otras verdaderas, humildes un hogar modesto y tranquilo, ni envidiado ni envidioso, del cual tú fueras alegría.
Nada sacaréis de ellos si no os mostráis humildes, sumisos, incondicionales admiradores de sus personas.
Arnaiz el gordo también se pirra por hablar de linajes y por buscar parentescos, averiguando orígenes humildes de fortunas orgullosas, y haciendo hincapié en la desigualdad de ciertos matrimonios, a los cuales, en rigor de verdad, se debe la formación del terreno democrático sobre que se asienta la sociedad española.
¡Cuándo se me quitará esta costumbre viciosa de ultrajar a los humildes! ¿Qué más da que estén las botas con o sin betún? La que debe tener lustre es el alma, no el calzado.
Dice que lo que le pide a la Virgendeclaró Severiana con esa adulación de los humildes muy favorecidos y que aún quieren serlo más, es no separarse nunca, nunca de la señorita para estarla mirando siempre.
Esta influencia se manifestó bien pronto en aquellos humildes rincones de la calle de Postas por la depreciación súbita del género de la China.
Deste señor son vasallos mis padres, humildes en linaje, pero tan ricos que si los bienes de su naturaleza igualaran a los de su fortuna, ni ellos tuvieran más que desear ni yo temiera verme en la desdicha en que me veo, porque quizá nace mi poca ventura de la que no tuvieron ellos en no haber nacido ilustres.
¡Oh flor de la caballería, que con solo un garrotazo acabaste la carrera de tus tan bien gastados años! ¡Oh honra de tu linaje, honor y gloria de toda la Mancha, y aun de todo el mundo, el cual, faltando tú en él, quedará lleno de malhechores, sin temor de ser castigados de sus malas fechorías! ¡Oh liberal sobre todos los Alejandros, pues por solos ocho meses de servicio me tenías dada la mejor ínsula que el mar ciñe y rodea! ¡Oh humilde con los soberbios y arrogante con los humildes, acometedor de peligros, sufridor de afrentas, enamorado sin causa, imitador de los buenos, azote de los malos, enemigo de los ruines, en fin, caballero andante, que es todo lo que decir se puede!.
¡Válame Dios, y con cuánta gana debes de estar esperando ahora, lector ilustre, o quier plebeyo, este prólogo, creyendo hallar en él venganzas, riñas y vituperios del autor del segundo Don Quijote, digo de aquel que dicen que se engendró en Tordesillas y nació en Tarragona! Pues en verdad que no te he dar este contento, que, puesto que los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de padecer excepción esta regla.
Pero no es merecedora la depravada edad nuestra de gozar tanto bien como el que gozaron las edades donde los andantes caballeros tomaron a su cargo y echaron sobre sus espaldas la defensa de los reinos, el amparo de las doncellas, el socorro de los huérfanos y pupilos, el castigo de los soberbios y el premio de los humildes.
Mirad, amigas: a cuatro suertes de linajes, y estadme atentas, se pueden reducir todos los que hay en el mundo, que son éstas: unos, que tuvieron principios humildes, y se fueron estendiendo y dilatando hasta llegar a una suma grandeza, otros, que tuvieron principios grandes, y los fueron conservando y los conservan y mantienen en el ser que comenzaron, otros, que, aunque tuvieron principios grandes, acabaron en punta, como pirámide, habiendo diminuido y aniquilado su principio hasta parar en nonada, como lo es la punta de la pirámide, que respeto de su basa o asiento no es nada, otros hay, y éstos son los más, que ni tuvieron principio bueno ni razonable medio, y así tendrán el fin, sin nombre, como el linaje de la gente plebeya y ordinaria.
A buena fe, señor respondió Sancho, que no hay que fiar en la descarnada, digo, en la muerte, la cual también come cordero como carnero, y a nuestro cura he oído decir que con igual pie pisaba las altas torres de los reyes como las humildes chozas de los pobres.
¡Ah, pecador de mí respondió don Quijote, y qué mal parece en los gobernadores el no saber leer ni escribir!, porque has de saber, ¡oh Sancho!, que no saber un hombre leer, o ser zurdo, arguye una de dos cosas: o que fue hijo de padres demasiado de humildes y bajos, o él tan travieso y malo que no pudo entrar en el buen uso ni la buena doctrina.
Buena dueña, templad vuestras lágrimas, o, por mejor decir, enjugadlas y ahorrad de vuestros suspiros, que yo tomo a mi cargo el remedio de vuestra hija, a la cual le hubiera estado mejor no haber sido tan fácil en creer promesas de enamorados, las cuales, por la mayor parte, son ligeras de prometer y muy pesadas de cumplir, y así, con licencia del duque mi señor, yo me partiré luego en busca dese desalmado mancebo, y le hallaré, y le desafiaré, y le mataré cada y cuando que se escusare de cumplir la prometida palabra, que el principal asumpto de mi profesión es perdonar a los humildes y castigar a los soberbios, quiero decir: acorrer a los miserables y destruir a los rigurosos.
Advierte, Sancho dijo don Quijote, que el amor ni mira respetos ni guarda términos de razón en sus discursos, y tiene la misma condición que la muerte: que así acomete los altos alcázares de los reyes como las humildes chozas de los pastores, y cuando toma entera posesión de una alma, lo primero que hace es quitarle el temor y la vergüenza, y así, sin ella declaró Altisidora sus deseos, que engendraron en mi pecho antes confusión que lástima.

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