Ejemplos con horno

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Mantecados, bollos de aceite, tortos, magdalenas y roscón de reyes: fabricados en el horno de pan de El Recio, su popularidad es grande en toda la región y en ciertas partes de España.
Esta construcción por su parte trasera se adosa al terreno y conserva en su planta baja el horno de la casa.
Allí experimentó la misma sensación de bienestar del árabe que se acoge a un solitario morabito tras la marcha por el arenal inflamado como un horno.
¡Y cuidado si los españoles de muchachos gozamos cuando nos es dado trabar amistad con algún asno, burro o pollino de los innumerables que en nuestra tierra hay y que llevan sobre sus lomos tantas cargas y son el consuelo y alivio de los pobres! Borriquitos de España, que con vuestro pasito corto andáis y reandáis nuestros caminos polvorientos y abrasados trayendo el agua de la fuente, llevando la ropa al río, la retama al horno, la comida a los segadores y a los mozos de las eras, cabalgadura sumisa de viejos, niños y mujeres, que aguantas ancas, hambre y malos tratos, sobre la que viajan cantando o durmiendo arrieros, gitanos y campesinos: borriquitos de España, alegres y trágicos, bien merecéis que os paguemos el bien que os debemos y el mal que os hacemos con un poco de amor y de piedad.
Entre un mamotreto momia y un gustoso tratado de sociología, recién salido del horno, el filólogo y el erudito eligen el primero.
En los puertos del Trópico, los tripulantes, hastiados de bananas, piñas y aguacates, saludaban con entusiasmo la aparición de la gran sartén de arroz con bacalao y patatas o de la cazuela de arroz al horno, con la dorada costra perforada por la cara roja de los garbanzos y el lomo negro de las morcillas.
Todo tiene la entraña fea y sangrienta, es fango en las artesas, el oro puro en que el artista talla luego sus joyas maravillosas, de lo fétido de la vida, saca almíbar la fruta y colores la flor: nace el hombre del dolor y la tiniebla del seno maternal, y del alarido y el desgarramiento sublime, ¡y las fuerzas magníficas y corrientes de fuego que en el horno del sol se precipitan y confunden, no parecen de lejos, a los ojos humanos sino manchas!.
De Venezuela pasó, de nuevo, llena el alma de tristezas y emociones viriles, a la Babel moderna de los rubios mocetones y las nevadas inclementes: a New York, a esa ciudad de las ansias, de las regatas, de los afanes, de las prisas, a ese horno colosal donde se sazona el egoísmo y se pierden entre espirales de humo y ruidos de maquinarias, los besos y las lágrimas.
Bruja, abre el horno y repártenos el pan.
¡En una casa tan rica no haber pan en el horno! ¡Vísteislo vosotros jamás de los jamases?.
En un vuelo vas al horno de la Curuja Es mandato del Señor Don Juan Manuel.
Ahora van a sangrardijo Sanabre, señalando a un obrero viejo que hurgaba con una palanca en la boca del horno cubierta de tierra refractaria.
El hierro era de un rosa intenso al salir del horno con ruidosas gárgaras, rodaba por las canales con la torpeza del barro, enrojeciéndose como sangre coagulada, y al quedar inmóvil en los moldes, se cubría de un polvo blanco, la escarcha del enfriamiento.
Aun vieron como, cambiando de dirección la canal del horno, arrojaba su chorro de fuego sobre un gran tanque montado en una vagoneta.
El médico no podía seguir junto al horno, y tiraba de Sanabre.
Sanabre señaló la boca del horno.
Avanzaba el lingote desde la boca del horno cabeceando, como un animal rojo, ventrudo y torpe, lanzaba un rugido al sentirse agarrado y surgía por el lado opuesto convertido en una viga de fuego, corta y encorvada: y en sucesivos pases adelgazábase, se estiraba con ruidosos quejidos, como protestando de la dolorosa dislocación, hasta que, por fin, no era más que una cinta incandescente que tomaba la forma del riel.
Todo contribuía a la gloria del Señor y a la decencia y bienestar de sus ministros, todo pagaba a la catedral: el pan al cocerse en el horno, el pez al caer en la red, el trigo al pasar por la muela, la moneda al saltar del troquel, el viandante al seguir su camino.
Apenas comienza a salir el sol, sopla su humo la chimenea de la fábrica, el martillo rompe la piedra, la lima muerde el metal, rasga el arado la tierra, se enciende el horno, mueve la bomba su pistón, suena el hacha en el bosque, corre la locomotora entre chorros de vapor, chirría la grúa en el puerto, corta el navío las espumas y tiembla en su estela el barquichuelo de pesca arrastrando las redes.
El bullicioso escuadrón encaminábase lentamente a un horno de cal que había en la cumbre.
Trataba de estudiar el mecanismo interior de los Pazos: tomábase el trabajo de ir a los establos, a las cuadras, de enterarse de los cultivos, de visitar la granera, el horno, los hórreos, las eras, las bodegas, los alpendres, cada dependencia y cada rincón, de preguntar para qué servía esto y aquello y lo de más allá, y cuánto costaba y a cómo se vendía, labor inútil, pues olfateando por todas partes abusos y desórdenes, no conseguía nunca, por su carencia de malicia y de gramática parda, poner el dedo sobre ellos y remediarlos.
Y has de saber más: que el buen caballero andante, aunque vea diez gigantes que con las cabezas no sólo tocan, sino pasan las nubes, y que a cada uno le sirven de piernas dos grandísimas torres, y que los brazos semejan árboles de gruesos y poderosos navíos, y cada ojo como una gran rueda de molino y más ardiendo que un horno de vidrio, no le han de espantar en manera alguna, antes con gentil continente y con intrépido corazón los ha de acometer y embestir, y, si fuere posible, vencerlos y desbaratarlos en un pequeño instante, aunque viniesen armados de unas conchas de un cierto pescado que dicen que son más duras que si fuesen de diamantes, y en lugar de espadas trujesen cuchillos tajantes de damasquino acero, o porras ferradas con puntas asimismo de acero, como yo las he visto más de dos veces.

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