Ejemplos con hombro

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El criado ,- escaparse de ,- para torear ,- venir ,- el capote al hombro ,- con hambre ,- sin dinero.
¡Recuerdo, recuerdo!exclamo, pero ya la sombra del excelente don Amaranto se ha desvanecido, al hombro el tenedor de peltre, emblema del ascetismo de las casas de huéspedes.
¡Eso digo yo!suspiró don Zambombo, bamboleando de un hombro a otro su monstruosa cabeza.
Pero tampoco es nuevo en este pueblo ese modo de proceder, y por lo mismo que no es nuevo, y ya estoy cansado de arrimar el hombro para que otros suban a lo alto, es por lo que me rebelo con más empeño.
Pero los muertos no entienden razones, y el espectro, procediendo como un bandido, sonreía ferozmente, y de un salto se subía a la cama, sentándose sobre él, oprimiéndole la herida del hombro con todo su peso.
El peso en el hombro había disminuido, ya no le dominaba la fiebre, pero ahora le atormentaba un dolor extraño en el corazón.
La pesadez del hombro le impulsaba a cambiar de posición, como si esto pudiera librarle del dolor.
Revolvió Teresa todo su cuarto, buscando en el fondo de las arcas, rasgando lienzos, desliando vendas, mientras la muchacha lavaba y volvía a lavar los labios de aquella hendidura sangrienta que partía como un sablazo el carnoso hombro.
Menos lloros: aquello era poca cosa, la prueba estaba en que podía mover el brazo, aunque cada vez sentía mayor peso en el hombro.
Roseta, más animosa, rasgó la gruesa y áspera camisa hasta dejar el hombro al descubierto ¡Cuánta sangre! La muchacha palideció, haciendo esfuerzos para no desmayarse.
Un brazo de Roseta se había apoyado en su hombro izquierdo, en el mismo sitio donde sufrió el desgarrón de la uña de acero, y en el que ahora sentía un peso cada vez más abrumador.
Y en el mismo momento brilló un segundo fogonazo, sonó otra detonación, confundiéndose con los ecos aún vivos de la primera, y Batiste sintió en el hombro izquierdo un dolor de desgarramiento, algo así como una uña de acero arañándole superficialmente.
Los espectadores más inmediatos miraban los naipes a cada uno por encima del hombro para convencerse de que jugaba bien.
Tan a ciegas iban los golpes, que los demás muchachos se apretaban en los bancos, se encogían, escondiendo cada cual la cabeza en el hombro del vecino, y a un chiquitín, el hijo pequeño de Batiste, asustado por el estrépito de la caña, se le fué el cuerpo.
El hijo mayor hacía continuos viajes a Valencia con la espuerta al hombro, trayendo estiércol y escombros, que colocaba en dos montones, como columnas de honor, a la entrada de la barraca.
¡Infelices! Iban a ganarse un jornal, ¿qué culpa tenían ellos? Y por la noche, cuando se retiraban con el azadón al hombro, no faltaba una buena alma que los llamase desde la puerta de la taberna de.
Iba a labrar la tierra con la escopeta al hombro, él y sus criados se reían de la soledad en que les dejaban los vecinos, las barracas se cerraban a su paso, y desde lejos les seguían miradas hostiles.
Pero Batiste, que sentía en el hombro un dolor cada vez más insufrible, las sacó de sus lamentaciones ordenando con gesto hosco que viesen pronto lo que tenía.
Revueltos con ellos, iban los disfraces de siempre: mamarrachos con arrugadas chisteras y levitas adornadas con arabescos de naipes, bebés que asomaban la poblada barba bajo la careta y al compás del sonajero decían cínicas enormidades, diablos verdes silbando con furia y azotando con el rabo a los papanatas, gitanos con un burro moribundo y sarnoso tintado a fajas como una cebra, payasos ágiles, viejas haraposas con una repugnante escoba al hombro, y los tíos de ¡al higuí! golpeando la caña y haciendo saltar el cebo ante el escuadrón goloso de muchachos con la boca abierta.
Tía Pepa salió a mi encuentro, reclinó en mi hombro la encanecida cabeza, y sin decir una palabra me abrazó fuertemente.
Zapato vaquerizo, ceñido y bien cortado pantalón, chaquetilla gentil, sombrero bien ladeado, y joronguillo al hombro.
Me dolía el corazónSentí que me tocaban en el hombro, y que me decían quedito, muy quedito:.
Suspiró penosamente, sacudió la cabeza para echar hacia atrás una trenza que le caía sobre el hombro, y murmuró bajito, bajito, tal vez deseosa de no ser oída:.
Colocaba Angelina sus ramilletes en una gran cesta y los cubría con un lienzo, cuando mi tía, tocándome en el hombro, exclamó impaciente:.
Primero, una logrera irascible que se fué echando chispas, muy quejosa del abogado, después unos indios que entraron tímidos y respetuosos, con el sombrero entre las manos, vestidos de limpio, al hombro el zarape purpúreo.
Don Crisanto me vió tan apenado, que me puso una mano en el hombro y me dijo cariñosamente:.
En el cuadrante un clérigo melancólico, pensativo, fumando, como un árabe delante de su tienda, en el corredor baja de las Casas Municipales un policía haraposo, con el fusil al hombro, paseándose, y allá por la Calle Real, centro del miserable comercio villaverdino, una recua, un pordiosero, y el doctor Sarmiento, muy de prisa, echado el sombrero hacia la nuca, figura invariable, tipo eterno del médico de las poblaciones cortas.
Me dispuse a salir cuando sentí que me tocaban el hombro.
El ganadero recoge cajitas y bultos chicos, se echa al hombro el zarape, y baja de un salto.
El canónigo, después de ofrecerse a él para servirle en todo, le prometió presentarle a su sobrino, a fin de que le acompañase a ver la población, y le dijo las expresiones más cariñosas, dignándose agraciarle al salir con una palmadita en el hombro.

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