Ejemplos con heridos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ya duerme el campamento: al pie de un árbol grande iré luego a dormir, junto al machete y el revólver, y de almohada mi capa de hule: ahora, abro el jolongo y saco de él la medicina para los heridos.
Y luchaba con aquel organismo quebrantado, con el estómago descompuesto por la miseria, con los pulmones heridos y el corazón sujeto a desarreglos en el funcionamiento, con la máquina humana desvencijada por una vida de sufrimientos y emociones.
Era necesario , conciliar todas las voluntades, ahuyentar todos los escrúpulos, ahondar en cualquier rincón en que pudiera encontrarse un ochavo, escarbar en todo muladar en que pudiera hallarse un pelotón de hilas sucias, agotar todos los recursos de fiestas, bailes, toros, beneficios, francachelas y festivales, con que la caridad moderna ha encontrado el secreto de enjugar las lágrimas, al mismo tiempo que ensancha los corazones, refocila los estómagos y estira las piernas ¡Socorrer a los heridos del Norte! ¡Qué anzuelo tan a propósito para pescar desde las carlistas más recalcitrantes hasta las liberales más radicales! Por eso había pensado él, para dar aquel barrido general y definitivo, en un gran baile, una fiesta sonada y famosísima, de , que debía dar , Curra, convidando a todo el Madrid explotable, desde la presidenta consorte del comité carlista, hasta la ministra cesante, esposa dignísima del excelentísimo señor don Juan Antonio Martínez Y allí, al calorcillo del champagne, que ablanda los corazones compasivos, bajo la influencia de las vanidades estimuladas que excitan el deseo de figurar, tender la red de la caridad, echar el anzuelo de los infelices heridos del Norte y pescar de una sola redada entre las mallas de la asociación de señoras a todo el Madrid femenino capaz de soltar la mosca Celebraríase luego una junta general preparatoria en casa de Butrón mismo, presidida por Genoveva, y en ella había de presentarse y aprobarse por sorpresa la candidatura de una junta directiva, preparada ya antes, en que entrasen todos los elementos tan hábilmente combinados, que el partido restaurador tuviese mayoría y pudiera Butrón, entre bastidores, manejar a la Junta y a la Asociación entera con la misma facilidad con que se maneja el manubrio de un organillo.
Una vez decidida la dama a dar el baile de trajes, la gran fiesta de en que habían de bailar tirios y troyanos, rancios personajes que figuraban en la y plebeyos burgueses empinados por la Revolución, era necesario encontrar algo nuevo, algo sorprendente que fuera el clou de la fiesta y dejase con la boca abierta a los pobrecillos profanos, a los Martínez y comparsa, convidados espurios que hubiera dicho el tío Frasquito, que cuidaría muy bien ella de barrer de sus salones en cuanto la caritativa empresa de socorrer a los heridos del Norte hubiera dado un buen tanteo a sus repletas bolsas.
La redada había sido, en efecto, completa y calificábala Butrón de , el caritativo anzuelo de socorrer a los heridos del Norte había prendido en todos los corazones, verificando la fusión deseada, y el heterogéneo personal de la Asociación de señoras quedó reclutado, faltando tan sólo organizarlo.
Así era, en efecto: tan penetrada estaba esta de su superioridad que ni por un momento dudó de ser elegida, y pareciéndole que tras del baile había de venir la presidencia, de manera tan lógica y fatal como tras de la noche viene el día, había ya comunicado varias órdenes al tío Frasquito, gran maestre de los micos de su guardia, y confiado a María Valdivieso aquella misma tarde, en el camino, varios de los mil regocijos caritativos que a beneficio de los heridos del Norte proyectaba, y sobre todo, una famosísima que había de producir millones y millones.
No creas, por eso, que me niego también a contribuir a los fines de la asociación como una de tantas Sé muy bien que lo de socorrer a los heridos es una pantalla, que se trata de preparar al ejército No importa: yo también contribuiré a ello, pero sin disfrazarlo de obra caritativa Lo hago, porque he visto nacer al príncipe y le miro y le quiero como cosa mía, y lo hago, sobre todo, porque se me ha prometido solemnemente que el primer cuidado de la Restauración será restablecer la unidad católica, que sin este requisito, nada, nada haría.
Uno del Gobierno y otro carlista: en los dos hay heridos y en los dos hay miseria Supongo, por lo tanto, que esos recursos que se alleguen se dividirán en dos partes iguales: una para los heridos del Gobierno y otra para los carlistas.
Tres días después pudo Margarita convencerse de que su ilustre amiga y madrina se equivocaba por completo Pedro López había dicho, y millares de lectores lo vieron en , que el ángel de la caridad había sentado sus reales en el palacio de la celestial condesa de Albornoz Fuese o no esto cierto, éralo, sin embargo, que de los cuatro ángulos de la Villa y Corte afluían al palacio preciosos regalos para la , patrocinada por la dama, que iban quedando expuestos al público con grande primor colocados en los varios salones, por las noches, en uno de ellos espléndidamente iluminado y en torno de una larga mesa cubierta por rico tapiz de tintas oscuras, agrupábase un risueño enjambre de jóvenes doncellas y apuestos doncelesasí los llamaba Pedro Lópezque, barajados y confundidos, formando parejas, y más pegaditos entre sí ellas y ellos de lo que la temperatura ordinaria pedía de suyo, dedicábanse a la caritativa tarea de hacer hilas para los infelices heridos del Norte.
La baronesa tiene mucha razóndijo, pero sin duda no se ha fijado en un inconveniente insuperable El Gobierno permitirá, sin duda, que se repartan en el ejército toda clase de recursos, pero imposible es que tolere el pase de dinero alguno para los carlistas Por eso, la asociación tendrá que limitarse a socorrer a los heridos del ejército, dejando que secretamente acudan todas las que quieran al socorro de los carlistas.
La suerte de aquellos infelices heridos del Norte condolía, sin embargo, a la sensible condesa, y resolvió hacer ella sola y por su cuenta propia cuanto estuviese en su mano para aliviarla, entendiéndose directamente con el general en jefe del ejército y con el bizarro general Pastor, hermano de Leopoldina.
Convocó a sus micos, reunió a sus íntimos y trazóse un plan encantador de fiestas, bailes y regocijos a beneficio todos de los heridos, entre los que había de llevarse la palma una famosa ideada por Currita, a imitación de la organizada en París por , en el teatro de la ópera, a beneficio de los inundados en Szegedin.
Currita bajó la primera, nerviosa, un poco pálida, pero no de vergüenza ni de miedo, sino de ira, de anhelo, de despecho Por fin, iba a entrar agarrada al manto de la caridad, haciendo hincapié en las llagas de los heridos del Norte, en la guarida de la fiera, y a cerciorarse por sí misma de si eran de la droga aquella, fuese píldora o jarabe, los equipajes que había visto Demetrio en el coche reservado.
Las señoras quisieron volver atrás, y Currita, sin oponerse mucho al cumplido, consintió bien pronto en ello ¡Oh!, traía ella las de Caín, como que venía nada menos que a embargarle por la tarde a una de sus ahijaditas, estaban atareadísimas ella y otras señoras, pidiendo por todas partes hilas para los pobrecitos heridos y objetos de todo género para la rifa, la , que prometía estar divertidísima.
Estaba cargada de barriles de aguardiente y pilones de azúcar blanquísima, cuyos cristales, heridos por el sol, centellaban con diamantinas luces.
En esto llegaron el señor de la casa, Marco Antonio y Leocadia, y a todos alojó en ella con mucho amor y magnificencia: ordenó luego como se llamase un cirujano famoso de la ciudad para que de nuevo curase a Marco Antonio: vino, pero no quiso curarle hasta otro dia, diciendo que siempre los cirujanos de los ejércitos y armadas eran muy esperimentados, por los muchos heridos que a cada paso tenian entre las manos, y así no convenia curarle hasta otro dia: lo que ordenó fué le pusiesen en un aposento abrigado, donde le dejasen sosegar.
Decía esto con tanto brío y denuedo, que infundió un terrible temor en los que le acometían, y, así por esto como por las persuasiones del ventero, le dejaron de tirar, y él dejó retirar a los heridos y tornó a la vela de sus armas con la misma quietud y sosiego que primero.
Los compañeros de los heridos, que tales los vieron, comenzaron desde lejos a llover piedras sobre don Quijote, el cual, lo mejor que podía, se reparaba con su adarga, y no se osaba apartar de la pila por no desamparar las armas.

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