Ejemplos con grotescas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Caravaggio siguió haciendo durante algún tiempo encargos religiosas, en los que destacaba la muerte en figuras grotescas de martirios, decapitaciones y asesinatos.
Sus caracterizaciones de personalidades grotescas remarcadas en exceso inspiraron a los pintores expresionistas.
El hombre de arena de Hoffmann es un texto típico de la literatura fantástica, en que personajes e imágenes de la tranquila vida burguesa se transfiguran en apariciones grotescas, diabólicas y asustadoras como en las pesadillas.
Estas cualidades ultra-realistas, a veces perturbadoras, a menudo han llevado a los críticos a considerar que las pinturas de Crivelli son grotescas , como las de su compañero pintor del Norte de Italia, Cosimo Tura.
Los motivos que contienen son ornamentaciones vegetales, dragones, leones y máscaras grotescas, motivos comunes en Europa en el período románico.
La sala se encuentra decorada con esculturas de cabezas, estas representan unas de las mejores representaciones de escultura gótica del país, son cabezas humanas, no hay dos iguales, ángeles, animales y grotescas.
todos ellos en actividades grotescas y patéticas.
Los postes de la sala central de la nave presentan máscaras grotescas talladas en su parte superior.
Estos postes centrales, que delimitan a la sala central del deambulatorio, presentan tallas de máscaras grotescas en lo más alto, del mismo tipo que las de varias iglesias de Hallingdal y Valdres.
Ionesco, por ejemplo, estructuró sus obras en torno a imágenes grotescas que alcanzaban lo absurdo simplemente siendo enmarcadas en un discurso normal.
En la obra se entremezclan la geometría y grotescas figuras reales.
La continua subestimación de las posibilidades del enemigo esta tomando formas grotescas y se esta volviendo peligrosa.
Por lo tanto, Marilyn Manson no hizo tomas raras ni grotescas, como acostumbraba.
Pasaban también el purpúreo relámpago del salmonete, la majestad brillante de la dorada, el vientre azulado de los pajeles, el lomo rallado del sargo, la boca en forma de trompeta de la brema de mar, la risa inmóvil del llamado festivo, el remate dorsal del pavón, que parecía hecho de plumas, la cola inquieta y hondamente bifurcada de la caballa, el estiramiento del mújol entre sus triples aletas, las redondeces grotescas del peje-jabalí y del peje-cerdo, la platitud obscura de la pastinaca flotando como un harapo, el largo hocico del peje-becacina, la esbeltez del róbalo, ágil y recogido como un torpedo, el rubio, todo espina, el ángel de mar, con sus carnosas alas, el gobio, erizado de angulosidades natatorias, el escribano, rojo y blanco, con bandas negras semejantes al rubricado de las firmas, el esmarrido modesto, el pequeño peje-araña, el soberbio rodaballo, casi redondo, con la cola de abanico y un ribete natatorio en torno de su disco manchado a redondeles, y la corvina sombría, que tiene en su piel el negro azulado de los cuervos.
En la cervecería donde comían las más de las noches, falso salón medioeval, con vigas de artesonado hechas a máquina, paredes de yeso imitando el roble y vidrieras neogóticas, el dueño mostraba como gran curiosidad un jarro de figurillas grotescas entre los de porcelana que adornaban las repisas del zócalo.
Sintió lástima don Marcelo por la pobre humanidad al ver las formas grotescas que adopta en el momento de morir.
Vió en el jardín nuevos cadáveres en actitudes trágicas y grotescas.
Las creencias religiosas extendían sus alas con toda amplitud en este ambiente de peligro y de muerte, y al mismo tiempo adquirían nuevo valor las supersticiones más grotescas, sin que nadie osase reír de ellas.
Su nariz vivamente coloreada ya por la Naturaleza, sus ojos torcidos, la ausencia de pestañas, su boca de lobo, la disparatada anchura de sus hombros, el arco de sus piernas y, sobre todo, las muecas grotescas con que se acompaña al hablar o gruñir, provocan la risa, sin más pelucas y afeites.
¡Oh! aquellas grotescas torrecillas y almenares, testigos de su luna de miel, le produjeron horrible impresión de melancolía.
Pero cierta mañana apareció tendido en el camino uno de los primeros borrachos de Gallarta, con un brazo fracturado y la cabeza rota, y ya no volvieron a salir fantasmas, ni nadie sintió deseos de adornar la catástrofe con grotescas apariciones.
Sonaba el armónium con melancólica lentitud, y al callarse pasaba y repasaba por el cuadro rojo la sombra del músico, con sus nerviosos movimientos, que, agrandados por el reflejo, se convertían en muecas grotescas.
Rumor de voces, estallidos de risas, guitarreos y coplas a grito pelado salían por aquella puerta roja como una boca de horno, que arrojaba sobre el camino negro un cuadro de luz cortado por la agitación de grotescas sombras.
El pensamiento del infierno cruzó el primero su mente, mas se distrajo en seguida mirando el feísimo papel verduzco que tapizaba las paredes, cruzado de arriba abajo por guirnaldas de flores, entre las cuales se entrelazaban largas ristras de micos que subían hasta el techo en actitudes grotescas, dándose todos las manos: pareciéronle diablillos aquellos feos animalejos y púsose a contarlos uno a uno, haciendo para seguirlos esfuerzos increíbles con la vista, y contando en todo lo que con ella abarcaba más de quinientos veinte.
Acisclo, fuerza es confesarlo, aparecían grotescas en los pormenores.
Las criadas, endomingadas, huían despavoridas al escuchar el vocerío, y pasaba la tribu al galope, dando furiosos saltos, con sus caretas horriblemente grotescas y esgrimiendo por encima de sus cabezas enormes navajas de madera pintada con manchas de bermellón en la corva hoja.
La torre del reloj, cuadrada, desnuda, monótona, partiendo el edificio en dos cuerpos, y éstos exhibiendo los ventanales con sus bordados pétreos, las portadas que rasgan el robusto paredón, con sus entradas de embudo, compuestas de atrevidos arcos ojivales, entre los que corretean en interminable procesión grotescas figurillas de hombres y animales en todas las posiciones estrambóticas que pudo discurrir la extraviada imaginación de los artistas medievales, en las esquinas, ángeles de pesada y luenga vestidura, diadema bizantina y alas de menudo plumaje, sustentando con visible esfuerzo los escudos de las barras de Aragón y las enroscadas cintas con apretados caracteres góticos de borrosas inscripciones, arriba, en el friso, bajo las gárgolas de espantosa fealdad que se tienden audazmente en el espacio con la muda risa del aquelarre, todos los reyes aragoneses en laureados medallones, con el casco de aletas sobre el perfil enérgico, feroz y barbudo, y rematando la robusta fábrica, en la que alternan los bloques ásperos con los escarolados y encajes del cincel, la apretada rúa de almenas cubiertas con la antigua corona real.
Presentábase a lo mejor con una rana atada por una pata, perneando en grotescas contorsiones, o llegaba ufanísimo con un ratón acabadito de nacer, tan chico y asustado, que daba lástima.
El tío Licurgo y los otros tres se le presentaban como figuritas grotescas.
Reía mucho, y al hacerlo, su cara se cubría toda, desde la frente a la barba, de grotescas arrugas.

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