Ejemplos con gastado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La editorial describió los libros como proyecto sionista y aseguró que los sionistas han gastado miles de millones de dólares en él.
El nombre de este municipio proviene del náhuatl Ahuatl, que significa encina, zoltic, que significa gastado o viejo, tepetl, que significa cerro, colina y el sufijo -c, que sirve indicar la preposición en.
Los dos habían vivido una existencia agitada y cosmopolita, distinta de la monótona vida de los isleños, los dos habían gastado el dinero con prodigalidad.
Allí no se había gastado un real en reparaciones durante muchos años.
¡Y en la !concluía, ahuecando la voz, el Cerojo, que en su vida había gastado media peseta en libros que no fueran rayados, para cuentas.
Madariaga había gastado alegremente muchos miles de pesos.
Un día, Cinta buscó por toda la casa un dedal opaco y gastado que le servía muchos años.
El magnate, de alma corrompida y cuerpo gastado, y la bella provinciana, ansiosa de volar a esferas más altas, habían nacido, sin duda, para comprenderse.
El duque de Tornos, sin propósito de ello, sólo por el placer de dar rienda suelta a su lengua de hombre gastado y herido, corrompió más en pocos días el alma de la joven esposa que todas cuantas novelas había leído.
Cuando te pidamos dinero, lo apuntas en este cuadernito y nos avisas de lo que llevamos gastado en el mes.
El dinero que allí habían gastado, sumaba una cantidad imponente.
Pero la señora Ramírez ha gastado mucho, ya no es tan rica como antes, tuvo a siete bordadoras empleadas un mes en bordarle de oro el vestido de terciopelo negro que llevó a , era muy pesado el vestido.
Eran ricas, aunque mejor se habían visto en otros tiempos, el padre había gastado mucho en la guerra, arruinándose por la buena causa, como todas las familias decentes del país.
Tísicos colchones, jergones rellenos de escandalosa hoja de maíz, sillas de esparto, sartenes, calderas, platos, cestas, verdes banquillos de cama, todo se amontonaba sobre el carro, sucio, gastado, miserable, oliendo a hambre, a fuga desesperada, como si la desgracia marchase tras de la familia pisándole los talones.
¡Lo que varían los tiempos! La buena de doña Catalina se había gastado un dineral en fabricar una joya para su pedacito de cogulla, sin sospechar siquiera que había de ahorrarle a ella el gastarlo en.
Por fortuna, un sinnúmero de enfermedades provenientes de la vida crapulosa del doctor surgieron en su gastado organismo, y murió cuando ya su mujer, si no le odiaba, veíase separada para siempre de él por sus infidelidades y desvíos.
Tú dirás: ¡estaba ya tan vieja! En reponerla se hubiera gastado más.
Pero ¡ay, Dios! estremecíase al pensar lo que aquello le costaba y las terribles intranquilidades del porvenir, ¡Siempre el dinero como eterna pesadilla, amargándole la existencia, a ella que tanto había gastado!.
Me he gastado una barbaridad de dinero: lo menos doce duros, pero tengo un palomar en el que se criarían perfectamente todos los animales de pluma que entran en la plaza Redonda durante medio año.
Los recuerdos de la niñez seguían despertándose en él a la vista de la vieja escalera con su pasamano de caoba, rematado por un leoncito borroso y gastado, y de sus peldaños de azulejos del siglo anterior, en los cuales veíanse navios sobre un mar morado, con banderas más grandes que el casco, embozados de gruesas pantorrillas blancas con sombrero de picos y huertanas con cestos de frutas, todo en colores tostados y chillones.
En ocasiones como aquella, se complacía en charlar como una polla y en agotar el frívolo y gastado tema de noviazgos y bodas.
¡Creese un absurdo eso de morir, cuando todo se conmueve y resucita!—Ni ¿cuál será el arbol seco, cuál el corazón gastado que permanezca aterido cuando llueven del cielo promesas de amor y placidísimas esperanzas?—Por el contrario: ¡es tan grato dejar la capa umbrosa y tétrica, atacarse el pantalón de lana dulce, desabotonarse la levita de primavera, calzarse el guante de medio color y dar cuatro vueltas por el paseo de las Estatuas! ¡Es tan dulce comprar flores, comer fresa, revolcarse en los trigos, leer a la sombra de un árbol, fumar en Chamberí hablando con un amigo, tirar a la pistola en la Fuente Castellana, almorzar en la Alameda de Osuna, escribir versos en la Montaña del Príncipe Pío, tomar leche en la Casa de Campo! ¡Es tan hermoso vivir, andar, correr, dar brincos como un corzo, estirarse como un D.
Jacinta hacía girar todo este ciclón de pensamientos y correcciones alrededor de la cabeza angélica de Juan Evaristo, recomponía las facciones de este, atribuyéndole las suyas propias, mezcladas y confundidas con las de un ser ideal, que bien podría tener la cara de Santa Cruz, pero cuyo corazón era seguramente el de Moreno aquel corazón que la adoraba y que se moría por ella Porque bien podría Moreno haber sido su marido vivir todavía, no estar gastado ni enfermo, y tener la misma cara que tenía el Delfín, ese falso, mala persona Y aunque no la tuviera, vamos, aunque no la tuviera ¡Ah!, el mundo entonces sería como debía ser, y no pasarían las muchas cosas malas que pasan.
Hízose fiscalizadora, reparona, entrometida, y unas veces con dulzura, otras con aspereza que le costaba trabajo fingir, tomaba razón de todos los actos del joven, tundiéndole a preguntas: ¿A dónde vas con ese cuerpo? ¿De dónde vienes ahora? ¿Por qué entraste anoche a las tres de la mañana? ¿En qué has gastado los mil reales que ayer te di? A ver, ¿qué significa este perfume que se te ha pegado a la cara?.
Trujéronnos a Argel, donde hallé que estaban rescatando los padres de la Santísima Trinidad: hablélos, díjeles quién era, y movidos de caridad, aunque yo era estranjero, me rescataron en esta forma: que dieron por mí trescientos ducados, los ciento luego, y los doscientos cuando volviese el bajel de la limosna a rescatar al padre de la redencion, que se quedaba en Argel empeñado en cuatro mil ducados, que habia gastado mas de los que traia, porque a toda esta misericordia y liberalidad se estiende la caridad destos padres, que dan su libertad por la ajena, y se quedan cautivos por rescatar los cautivos.
—La justicia de Dios y del rey venga sobre aquel ladron desuellacaras, sobre aquel cobarde bajamanero, sobre aquel pícaro lendroso, que le he quitado mas veces de la horca que tiene pelos en las barbas: desdichada de mí, mirad por quién he perdido y gastado mi mocedad y la flor de mis años, sino por un bellaco desalmado, facinoroso é incorregible.
En la venta del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía, un dia de los calorosos del verano se hallaron en ella acaso dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años el uno, y el otro no pasaba de diez y siete: ambos de buena gracia, pero muy descosidos, rotos y maltratados: capa no la tenian, los calzones eran de lienzo, y las medias de carne, bien es verdad que lo enmendaban los zapatos, porque los del uno eran alpargates tan traidos como llevados, y los del otro picados y sin suelas, de manera que mas le servian de cormas, que de zapatos: traia el uno montera verde de cazador, el otro un sombrero sin toquilla, bajo de copa y ancho de falda: a la espalda, y ceñida por los pechos, traia uno una camisa de color de camuza, encerrada y recogida toda en una manga: el otro venia escueto y sin alforjas, puesto que en el seno se le parecia un gran bulto, que a lo que despues pareció, era un cuello de los que llaman valonas almidonadas, almidonado con grasa, y tan deshilado de roto, que todo parecia hilachas: venian en él envueltos y guardados unos naipes de figura ovada, porque de ejercitarlos, se les habian gastado las puntas, y porque durasen mas, se las cercenaron y los dejaron de aquel talle: estaban los dos quemados del sol, las uñas caireladas, y las manos no muy limpias: el uno tenia una media espada, y el otro un cuchillo de cachas amarillas, que los suelen llamar vaqueros.
Si no, dígame vuesa merced: ¿por cuál de las mentecaterías que en mí ha visto me condena y vitupera, y me manda que me vaya a mi casa a tener cuenta en el gobierno della y de mi mujer y de mis hijos, sin saber si la tengo o los tengo? ¿No hay más sino a troche moche entrarse por las casas ajenas a gobernar sus dueños, y, habiéndose criado algunos en la estrecheza de algún pupilaje, sin haber visto más mundo que el que puede contenerse en veinte o treinta leguas de distrito, meterse de rondón a dar leyes a la caballería y a juzgar de los caballeros andantes? ¿Por ventura es asumpto vano o es tiempo mal gastado el que se gasta en vagar por el mundo, no buscando los regalos dél, sino las asperezas por donde los buenos suben al asiento de la inmortalidad? Si me tuvieran por tonto los caballeros, los magníficos, los generosos, los altamente nacidos, tuviéralo por afrenta inreparable, pero de que me tengan por sandio los estudiantes, que nunca entraron ni pisaron las sendas de la caballería, no se me da un ardite: caballero soy y caballero he de morir si place al Altísimo.
Y este mesmo término y modo me convendrá usar contigo, porque el deseo que en ti ha nacido va tan descaminado y tan fuera de todo aquello que tenga sombra de razonable, que me parece que ha de ser tiempo gastado el que ocupare en darte a entender tu simplicidad, que por ahora no le quiero dar otro nombre, y aun estoy por dejarte en tu desatino, en pena de tu mal deseo, mas no me deja usar deste rigor la amistad que te tengo, la cual no consiente que te deje puesto en tan manifiesto peligro de perderte.
Harto mejor sería no buscalle, porque si le hallamos y acaso fuese el dueño del dinero, claro está que lo tengo de restituir, y así, fuera mejor, sin hacer esta inútil diligencia, poseerlo yo con buena fe hasta que, por otra vía menos curiosa y diligente, pareciera su verdadero señor, y quizá fuera a tiempo que lo hubiera gastado, y entonces el rey me hacía franco.

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