Ejemplos con gallardísima

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El mayor, Fernando, marino mercante, navegaba en mares lejanos, era un guapo mozo, de carácter aventurero y de gallardísima figura, su madre sentía pasión por él, una pasión material, fundada únicamente en la belleza del muchacho.
La persona gallardísima y las promesas de don Juan habían constituido en ella una segunda naturaleza, por no decir alma segunda.
La gallardísima temeridad del General Prim, el día de los Castillejos, que más de una vez se había reproducido en el cerebro de Juan, inflamado por la fiebre, reapareció aquella tarde con mayor fijeza y colorido más real.
Iba yo a contestarle, viendo clara una gallardísima respuesta, pero a las primeras palabras se me fue el santo al cielo, se evaporaron mis ideas y me llené de confusión.
Yo no ceso de pensar en mi Historia, y me la represento como una matrona gallardísima.
Su edad es de veintiséis años, su presencia gallardísima, su rostro hermoso, espejo de un alma noble, sus acciones señoriles, su lenguaje comedido y muy galán.
Entre la muchacha encogidita, de dudosa hermosura, desfigurada por el miedo, la angustia y el mal vestir, a la mujer gallardísima, en quien la serenidad era una gracia más y la confianza en sí misma una real belleza, belleza y gracia que a las de su rostro se añadían para darle una armonía seductora, había tanta diferencia como de la obscura noche al día claro.
Calles y personas, rincones de la Catedral y del Casino, ambiente de pasiones o chismes, figures graves o ridículas pasan de la realidad a las manos del arte, y con exactitud pasmosa se reproducen en la mente del lector, que acaba por creerse vetustense, y ve proyectada su sombra sobre las piedras musgosas, entre las sombras de los transeúntes que andan por la Encimada, o al pie de la gallardísima torre de la Iglesia Mayor.
Yo no ceso de pensar en mi Historia, y me la represento como una matrona gallardísima.
La gallardísima temeridad del General Prim, el día de los Castillejos, que más de una vez se había reproducido en el cerebro de Juan, inflamado por la fiebre, reapareció aquella tarde con mayor fijeza y colorido más real.

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