Ejemplos con gallardías

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Débil é impotente en aquel banco de jardín, era más grande y respetable que Julio Desnoyers con toda su juventud y sus gallardías.
Su hermana Lola, a pesar de que veía en él un conjunto de todas las gallardías y seducciones varoniles, protestaba contra las maternales larguezas.
Y lo despótico de la afición se le conocía en que, bruscamente, y como si no hubiera estado perturbando con vislumbres de amor sus almas nuevas, cesó de decir gallardías, a afectar desdenes a aquellas que más de cerca le tuvieron desde su llegada de París, ya porque de público se las señalase como las conquistas más apetecidas, ya porque lo picante de su trato le diese fácil ocasión para aquellas conversaciones salpimentadas que son muy de uso entre aquellos de nuestros caballeros jóvenes que han visto tierras, y suplen con lo atrevido del discurso la escasez de la gracia y el intelecto.
Era un consuelo egoísta y feroz ver que a todos llegaba la desgracia, sin reparar en años ni en gallardías Por esto accedió al ruego de su primo, haciendo llamar al ingeniero.
¿Y tú, gaznápiro, no te admiras, no te deleitas, no pierdes el sentido ante los esplendores de ese entendimiento, y ante las gallardías de esa pluma, que sí, sí.
Estoy tan orgulloso de aquella pieza, fruto precioso del frenético entusiasmo mío y de los ardores fernandistas de mi exaltado corazón, que no quiero que estas fieles memorias vayan a los confines de la posteridad, sin llevar siquiera un par de párrafos para que, reconociendo mi patriotismo, se juzgue de mi caliente estilo y de las gallardías de mi pluma.
Algo saqué en limpio, sin embargo, y de mi gusto, de la ingrata tarea, y fue el conocer, a mi vez, algunos antecedentes de la vida y milagros de mi respetable huésped, entre otros, que después de terminada su carrera de abogado, había sido, durante algunos años, periodista en Madrid a la manera de entonces, tan diferente de la de ahora, discutiendo y exponiendo mucho y batallando poco, gallardías de torneo más que guerra implacable de pasiones, y que había vivido largo tiempo en varias provincias de España, unas veces por gusto y otras desempeñando, cargos públicos importantes.
-Si es posible o no -añadió Mercurio-, vereislo después, y vuelvo a avisaros que si no dejáis esas gallardías de estilo, lo habréis de pasar muy mal, señor repentista.
Dile ya adiós para siempre a tus tan jaleadas gallardías, a los ímpetus belicosos de tu carácter, a la banca donde pagaban sin regateos la habilidad suprema de tus manos, a las hembras de tronío que al verte pasar entornaban graciosa y maliciosamente el párpado y decíanse las unas a las otras con ponderativas expresiones:.
Y algunos minutos después, cuando ya el famoso don Paco, jadeante y cubierto de sudor, veía destacarse a lo lejos el pequeño balcón lleno de flores y enredaderas, donde solía ver luciendo sus gallardías a la hembra de sus pensamientos, cuando ya divisaba cercano el fin de la fatigosa caminata y disponiase a gozar de su triunfo, vio, lleno de asombro y de ira, pasar por su lado, suelta y gallarda, rápida y sonriente y llevando su cántaro al cuadril, a Dolores la Jarampera.
-Pero vamos a ver, martirio -decíale, con acento vibrante de pasión, quince días después de la escena que acabamos de narrar, el Niño de la Tumbaga a la bellísima unigénita del Talabartero, que sentada tras la reja, bañada en sol y compitiendo triunfalmente en tintas y en perfumes y en gallardías con las flores que lucían en las macetas, contemplaba a aquél con melancólica expresión-, vamos a ver, por qué ese empeño de que yo, en la flor de mi edá, me vista la mortaja, porque si usté se va de la vera mía, sin darme su consentimiento, no voy a encontrar médico que me cure la puñalá que me voy a meter en el sitio que más me duela.
—¡Allá van —decían—, noblezas, hermosuras, gallardías, floridos años, bizarrías, galas,.
Y lo despótico de la afición se le conocía en que, bruscamente, y como si no hubiera estado perturbando con vislumbres de amor sus almas nuevas, cesó de decir gallardías, a afectar desdenes a aquellas que más de cerca le tuvieron desde su llegada de París, ya porque de público se las señalase como las conquistas más apetecidas, ya porque lo picante de su trato le diese fácil ocasión para aquellas conversaciones salpimentadas que son muy de uso entre aquellos de nuestros caballeros jóvenes que han visto tierras, y suplen con lo atrevido del discurso la escasez de la gracia y el intelecto.
Con ellos invadió su alma un vehementísimo deseo: el deseo de escribir una obra colosal, «tiránica», eminentemente revolucionaria y nueva, exenta de pasiones, limpia de rutina, con gallardías hermosas de lenguaje, con altivez de miras, con puntos de vista culminantes.
La capa bohemia supo las gallardías de Espronceda en su buena época romántica, antes de destrozar su leyenda con aquel fementido discurso sobre las lanas.

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